Líderes sociales (I)

El final de las restricciones sanitarias permite el regreso de las Meriendas-Cenas Solidarias del Oviedo Antiguo, una cita quincenal de personas muy diferentes.

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Belén Suárez Prieto
Belén Suárez Prieto
Correctora de textos de profesión. Vivo en El Tiempo Delicuescente.

Hace ocho años, en el curso 2013-2014, puse en marcha, con la ayuda de un puñadín de personas, una iniciativa que acabó por recibir el nombre de los Desayunos Solidarios, por la cual dábamos desayunos y tentempiés para llevar a colegios e institutos a niños y niñas y adolescentes cuyas familias tenían dificultades, con distintos grados de gravedad, materiales, sociales y personales, y esos desayunos les suponían un alivio.

Más allá de lo estrictamente material, que es lo básico para comenzar el día, el día entendido en su plano literal y también en su plano simbólico, los desayunos se convirtieron en una experiencia vecinal de convivencia de personas muy diferentes. No digo que no hubiera conflictos, pero nunca llegaron a mayores, se quedaron en conatos, porque el sustrato ideológico de los desayunos estaba fuertemente asentado y yo lo hice valer cada vez que se avecinaba un estallido: no tenemos por qué entendernos, no tenemos por qué compartir lo que piensa la persona con la que me siento a la mesa, pero aquí no hay lugar para el rechazo a «el otro» por ser diferente, y quien no esté a gusto ya sabe dónde tiene la puerta. Así. Tajante.

Los desayunos se acabaron, porque todo ha de tener su fin, en diciembre de 2016, con una cena de Nochebuena en la que nos juntamos setenta personas de distintas confesiones y sin confesión alguna, en la que las mujeres marroquíes tuvieron que escuchar críticas por asistir, «porque vais a una celebración cristiana», en la que yo tuve que escuchar ese argumento tan sólido de «mete a los moros en tu casa»; pero palabrería que nos dio igual y festejamos por todo lo alto que somos seres sociales, que nos gusta celebrar cuando todo el mundo celebra y que preferimos no estar solas. Fuera misantropía, que tiene tanto de individualista.

“Cuando no hay compañero, suele ser mejor que no lo haya”

En octubre de 2018, con ese sustrato ideológico de los desayunos, e hija de aquella iniciativa, nació otra, las Meriendas-Cenas Solidarias del Oviedo Antiguo, que consisten, así, de modo muy resumido, en juntarnos cada quince días, los domingos, para merendar, un grupo de personas muy diferentes, de nuevo; con variedad de origen geográfico, étnica, lingüística, religiosa, económica, cultural, educativa…; que, de nuevo, no tenemos por qué entendernos, pero que, de nuevo, estamos a gusto juntas.

También echamos una mano a aquellas familias que en peor situación están, con repartos de alimentos no perecederos y de productos de higiene, fundamentalmente; pagamos recibos de suministros básicos e incluso alguna mensualidad de alquiler, lastres enormes (el precio de los suministros básicos y el de la vivienda) para las familias pobres o cercanas a la pobreza y con los que no hay quien pueda, incluso con bonos sociales y con vivienda pública; y ayudamos ocasionalmente cuando se nos piden ropa o enseres para las criaturas o cualquier otra petición, siempre que entre en nuestras posibilidades.

Las voluntarias y voluntarios de Las Meriendas

Este curso, retomamos las meriendas presenciales, ya que el curso pasado, por culpa de la pandemia de COVID-19, que ha sido nefasta para tantas personas, nefastísima para quienes están en situación administrativa irregular, con trabajos desregularizados, y, aun teniendo su situación administrativa en orden, con trabajos igualmente desregularizados, y, por todo ello, sin posibilidad de ayudas regularizadas y regulares, el curso pasado, como digo, no pudimos reunirnos en torno a una mesa y nos dedicamos a repartir quincenalmente alimentos y productos de higiene a aquellas familias con las que merendábamos y que en peor situación estaban, porque supimos que no las podíamos dejar tiradas.

Siempre me gusta hablar no solo de una mala situación material, sino también de malas situaciones sociales y personales, porque muchas veces se dan las tres a la vez o se enredan unas en la otras, hasta no saber cuál es la causa y cuál, el efecto. A la pobreza, se unen las discriminaciones por razón de etnia, de origen geográfico, de modo de vestir; desde luego, por la condición de mujer, es necesario decir que las cabezas de familia en nuestras meriendas son, sobre todo, mujeres o con ellas son con las que tenemos relación. Cuando no hay compañero, suele ser mejor que no lo haya. Muchas de nuestras amigas han sido víctimas de violencia machista infligida por sus compañeros, por los padres de sus criaturas: sufridoras de desprecios, de palizas, de violaciones…

Si les interesa lo que les cuento, pronto continuaré desde este mismo lugar.

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