En casi tres años de mandato más caracterizados por los gestos que por la gestión, una de las primeras decisiones que tomó Alfredo Canteli fue retirar los bancos arcoiris que el anterior gobierno de izquierdas había colocado en la Plaza de la Escandalera. No hay una relación causa-efecto entre la retirada de los bancos y la agresión homófoba a Kevin Rubio en la calle Mon. Es decir, con los bancos o sin ellos, la paliza podría haber tenido lugar. Tampoco existe una relación directa entre las opiniones ultraderechistas que cotidiamente vierte en sus redes el dueño del Metrópolis, y el linchamiento que se produjo el pasado sábado en su bar al grito de “¡Maricón de mierda!”. Forman parte, eso sí, de un mismo ambiente. Un ambiente social, político y cultural que se está enrareciendo, y cuya punta del iceberg son brutales palizas como la del otro día. Un ambiente que presenta al “varón, blanco, heterosexual” como la víctima de un “lobby gay” que “está por todas partes”, y de unas “feministas radicales” que conspiran para jodernos la vida desde sus “chiringuitos” regados con dinero público. Un ambiente que invita a volver al armario en el curro o de fiesta, a no salir a quien se lo esté pensando, a dejar para la intimidad las muestras de cariño entre gays y lesbianas o a desterrar la palabra sexo de la educación pública. En la concertada no digamos. Un ambiente al que contribuye decisívamente el silencio político de un alcalde tan locuaz cuando se trata de difundir la imagen apocalíptica de un Oviedo Antiguo asolado por las peleas y las bandas latinas, como lacónico cuando la cosa va de condenar una agresión homófoba que seguramente tenga acongojados a cientos de jóvenes ovetenses y asturianos, así como a sus padres y madres.
“Se palpa la sensación de que las conquistas que parecían irreversibles están amenazadas”
Frente a ese ambiente enrarecido que lo empieza a envolver todo, “Ni un paso atrás” fue el lema más coreado el lunes en la concentración de repulsa convocada en Oviedo/Uviéu. Se palpa la sensación de que las conquistas que parecían irreversibles están amenazadas, y Adrián Barbón, un político con grandes reflejos, no quiso faltar a la concentración contra la agresión homófoba. En las antípodas de Canteli, su presencia supuso un importante espaldarazo institucional a la defensa del respeto, la convivencia y las libertades sexuales. Ya de paso, el presidente asturiano, un maestro de la comunicación política, anunció una ley asturiana en defensa de los derechos de las personas LGTBI. Una noticia que contrasta con el escaso interés que ha mostrado hasta ahora por aprobar la Ley Asturiana Trans y acabar con la anomalía de que Asturies sea una de las pocas comunidades sin una ley autonómica para proteger a este colectivo. ¿Le dará ahora tiempo a Barbón a aprobar la ley que ayer anunció? Visto el precedente de la fallida Ley Trans, y con la legislatura a punto de entrar en su recta final la duda parece razonable. A menudo parece que el presidente ha decidido convertir este mandato en un permanente “trailer” de un segundo round para el que acaricia la mayoría absoluta.
Nación y regreso a las certezas de una masculinidad y una feminidad químicamente puras son dos de las promesas que las derechas del siglo XXI nos ofertan como compensación por un trabajo de mierda, unos servicios públicos de mierda y una sociedad crecientemente desigual. La tarea de las izquierdas sigue siendo convencer a las mayorías para levantar un proyecto común de bienestar e igualdad social. Un proyecto que también debería llevar pareja una idea plural, democrática y diversa sobre cómo vivir nuestras identidades nacionales y de género. En resumen, libertad, igualdad y fraternidad. También para este Oviedo rancio, clasista y desigual que nos está dejando como herencia Alfredo Canteli.