“Cuanto más te empeñas en buscar la felicidad en ti mismo, más te angustias”

Marino Pérez y José Carlos Sánchez desmontan el andamiaje pseudocientífico de los mercaderes del bienestar y ahondan en la trama política, económica y cultural que nos ha llevado a idolatrar a la felicidad como única meta vital

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Bernardo Álvarez
Bernardo Álvarez
Graduado en psicología y ahora periodista entre Asturias y Madrid. Ha publicado artículos en ABC, Atlántica XXII, FronteraD y El Ciervo.

Esta entrevista fue publicada originalmente en la web de la revista Atlántica XXII en diciembre de 2018. La recuperamos ahora como homenaje a Marino Pérez Álvarez, que esta mañana ha dado su última clase en la Facultad de Psicología de la Universidad de Oviedo tras cuatro décadas de docencia. Cerca de 200 alumnos, exalumnos y profesores se han concentrado en la Plaza Feijóo para ovacionar y despedir a Pérez Álvarez.

Hasta las novelas de fantasía dicen más verdades que los libros de autoayuda: “La cuestión es saber quién es el que manda”, nos recuerda Humpty Dumpty en “Alicia en el país de las maravillas”. Marino Pérez y José Carlos Sánchez, profesores de psicología en la Universidad de Oviedo, han escrito junto a Edgar Cabanas “La vida real en tiempos de felicidad. Crítica de la psicología (y de la ideología) positiva” (Alianza Editorial), una exhaustiva demolición de esa felicidad bobalicona que venden los que mandan. El libro desmonta el andamiaje pseudocientífico de los mercaderes del bienestar, y ahonda a la vez en la trama política, económica y cultural que nos ha llevado a idolatrar a la felicidad.

El Diccionario Oxford ha elegido “tóxico” como palabra de este 2018

Marino Pérez: Todo lo que no sea positivo se califica de tóxico, un término que se aplica a contextos y relaciones que no se avienen a lo agradable y lo dulcificado. En un contexto laboral, por ejemplo, sería “tóxico” quien criticase el funcionamiento de la empresa. Es un término que entra dentro de la ideología del “me gusta” como emblema de los tiempos y que reprime las actitudes que no encajan.

José Carlos Sánchez: En el fondo tóxico significa “el que no se aviene” pero, ¿respecto de qué criterios no se aviene? Es un término muy peligroso que es más político que técnico, pues tiene que ver con la conformidad con instituciones y valores que no son explícitamente declarados.

Dicen que la Psicología Positiva (PP) funciona como una ideología que oculta la realidad, ¿qué intenta encubrir este discurso de la felicidad?

JCS: Más que ocultar, promueve una forma de realidad. La PP es la ideología subjetiva del capitalismo neoliberal, es el modo de exigirnos ser sujetos en el capitalismo neoliberal. Lo que oculta es todo lo que está detrás de eso, por ejemplo, la posibilidad de transformar el mundo en lugar de dedicarse a la satisfacción del yo. La obsesión positiva tiene que ver con la autosumisión, pues te pide que hagas tuya la ideología y eso la diferencia de formas anteriores de alienación que no llegaban a invadir completamente la conciencia. Se trata de una tendencia ideológica que pretende conquistar la conciencia; pero también decimos que un sujeto no es alguien que traga con ideologías sin ningún límite. Hay una tensión dialéctica y existen otros enfoques y otras psicologías que discuten esta fuerza dominante.

MP: El título del libro apunta a eso: la vida real en tiempos de felicidad. La felicidad es nuestro referente vital, pero la vida real no la podemos definir precisamente como rebosante de felicidad. Tiene una función ideológica a escala política y también a nivel individual, donde funciona como un autoengaño para no asumir que la vida real tiene sufrimiento, malestar, angustia… El mayor problema de esta ideología es que totaliza a los individuos y genera un nuevo sujeto que incorpora esa servidumbre voluntaria.

¿Y cuánto tiene la PP de pensamiento mágico?

MP: La PP parte de la idea de que el pensamiento tiene el poder de dominar el mundo. En eso se basa la ley de la atracción, según la cual el pensamiento positivo atrae cosas positivas como si fuese un ritual o una acción mágica equivalente a esa expresión de tocar madera. Tal y como está planteado tiene una infalibilidad perversa, pues si tu vida sigue igual de miserable pese a tu actitud positiva la responsabilidad es tuya por no haber sido lo suficientemente positivo.

JC: El fallo del proceso nunca pone en duda la teoría: pase lo que pase, hay que seguir haciendo lo mismo. En España la autoayuda tiene un tono algo más pragmático, pero sí que hay tendencias que se dirigen a un sector creciente de la población al que no le importa romper con la racionalidad.

¿Qué le dirían a quienes anden detrás de técnicas y recetas para alcanzar la “felicidad auténtica”’?

JCS: Que cuanto más se empeñe en buscar la felicidad volviéndose sobre sí más se desgasta y más se angustia. Lo que le ofrecen no es una receta clara y fundada en un saber científico, sino que más bien lo conduce a formas de autosumisión en lo político y, en lo personal, a un individualismo penoso y amoral. Vive menos y está menos en el mundo, y eso no es camino de satisfacción o de sentido.

Marino Pérez y José Carlos Sánchez FOTO: Iván Martínez

A mucha gente le extrañará que relacionen tan estrechamente felicidad y política. Díganme, ¿qué tienen de política Mr. Wonderful o Paulo Coelho?

MP: Lo que transmiten es que el mundo está fenomenal y es un supermercado de oportunidades que los individuos, plenamente responsables de sí mismos, deben atraer con su pensamiento positivo.

JCS: Además hay conexiones económicas claras que materializan esta conexión política: el auge repentino de la PP no hubiese sido posible sin el apoyo económico de la Fundación Templeton. En España, Coca Cola montó el Instituto de la Felicidad en cuanto tuvo una oportunidad. ¿Y qué tiene esto de político? Pues decirte que no protestes, que no seas tóxico, que te autorresponsabilices de todo, que nunca mires al pasado, que no establezcas relaciones solidarias con otros, que el sentido de tu vida se realice a través de los proyectos de la empresa…Estas cosas alimentan a los profesionales que gestionan el mundo laboral y son la estructura ideológica de las relaciones laborales.

Dicen que las redes sociales generan malestar psíquico…

MP: A poco que analices cómo funcionan las redes sociales puedes ver que están diseñadas para fomentar el narcisismo, el cultivo de una imagen prefabricada de ti mismo que expones a los demás para captar su admiración por la vía del “me gusta”. Es inherente a las redes la comparación, la reflexividad constante acerca de si eres lo suficientemente feliz y el pensamiento de que los demás son siempre más felices que tú. Las redes sociales te meten en un circuito de falsificación de ti mismo y de envidia que te centrifuga y deriva en depresión, desánimo, ansiedad…Por no hablar de la soledad que generan, una especie de estar solos juntos; de masas solitarias como si fuesen átomos, mónadas; muchos juntos pero todos en su casilla. 

Buena parte de su libro está dedicada a las transformaciones que ha vivido el mundo laboral al calor del asentamiento del coaching, la autoayuda y la ética empresarial: ¿Es la PP una forma de legitimar o de hacer moralmente aceptable, incluso deseable, la precariedad laboral?

JCS: No es que de entrada lo hubiese querido, pero sus desarrollos en el ámbito del mundo laboral confluyen con esos intereses. Dicen que el riesgo es bueno, el compromiso absoluto es una experiencia intensa, la empresa es tu espacio de desarrollo personal, si la empresa te despide debes tomarlo como una oportunidad… El enfoque positivo es la correa de transmisión de una posición económica neoliberal.

La PP se presenta como una vía de emancipación individual sin embargo, dicen ustedes, cumple en realidad una función de homogeneización social que “produce individuos felices”, identidades prefabricadas.

MP: Hemos pasado del Superyo del debo de la época de Freud al Superyo del puedo; de una ley moral de contención a una ley moral que te dice que lo puedes todo si te lo propones. No sé muy bien cuál de los dos es peor…

JCS: Este nuevo Superyo parte de un presupuesto metafísico mientras que el freudiano partía de que hay límites. Hay un paso en el que desaparece el compromiso moral y se radicaliza ese ahondamiento en el yo profundo; se rompe con toda norma y la única norma es la que yo impongo. Eso parece muy profundo pero es de lo más superficial, puesto que en realidad no es más que una ideología que se impone de un modo genérico: ese yo íntimo y profundo es el mismo que el de todos los demás.

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