Cofiño contra Cofiño

Por primera vez el pasado viernes se aprobaron restricciones sin el correspondiente aval de la dirección general de Salud Pública.

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Víctor Guillot
Víctor Guillot
Víctor Guillot es periodista y adjunto a la dirección de Nortes. Ha trabajado en La Nueva España, Asturias 24, El Pueblo de Albacete y migijon.

La inesperada dimisión del director general de Salud Pública el pasado domingo sorprendió a todos los medios de comunicación. Su salida de la dirección fue anunciada dos días después de que el gobierno presidido transitoriamente por Juan Cofiño, aprobase el pasado viernes nuevas restricciones a la hostelería y el ocio nocturno para reducir la incidencia de contagios. Más allá de las gracias por los servicios prestados en un tuit este lunes, Barbón todavía no ha manifestado hasta la fecha ninguna opinión política que justifique las restricciones aprobadas por Juan Cofiño, restricciones de aforo y horario que llegan creando un precedente en la gestión de la pandemia a lo largo de estos casi dos años: llegan sin el aval técnico del director general de Salud Pública.

Juan Cofiño, vicepresidente asturiano. Foto: Iván G. Fernández.

Rafael Cofiño argumentó la noche del domingo su dimisión basándola en el cansancio, motivo que le empujó a apartarse de la dirección aunque vaya a continuar integrado en el mismo equipo que dirigió, desempeñando otras tareas. Algunos médicos han interpretado este gesto como una forma de expresar a los suyos que no abandona el barco, que sigue con ellos. Un rastreo de sus últimos comentarios en su cuenta de Twitter ponían de manifiesto que no creía conveniente la activación de nuevas restricciones, también aclaraban que no apoyaba el Pasaporte Covid (el mejor pasaporte covid es la ventilación) y, finalmente, también expresaban su rechazo al uso de la mascarilla en los espacios exteriores. De modo insistente, el epidemiólgo y exdirector de Salud Pública ha venido indicando que la presión sanitaria en hospitales y ucis durante esta sexta ola debía ser el indicador más relevante para tomar nuevas medidas frente al índice de incidencia de contagios. Hasta la fecha, esas medidas  habían estado orientadas hacia la ventilación de los locales y al control de los aforos ante la baja ocupación hospitalaria. Por eso, las restricciones aprobadas por el vicepresidente Juan Cofiño sólo pueden ser interpretadas en una dirección que, acertada o no, va en sentido contrario a  la línea de trabajo elaborada por la dirección general de Sanidad Pública.

Rafael Cofiño, director General de Salud Pública del Principáu d’Asturies, en su despacho. Foto: Iván G. Fernández

Desde hace una semana ya comienza a conocerse realmente los efectos epidemiológicos de la variante omicrón: contagia a vacunados y no vacunados, sólo se aprecian casos graves en población diana, con alguna enfermedad subyacente o inmunodeprimidos, hay más población contagiada de la que está controlada y hay más asintomáticos que enfermos con síntomas evidentes de covid. La escasez de rastreadores y de pruebas PCR ha hecho imposible prevenir la transmisión comunitaria. Por ese motivo, tal y como afirmaba Rafael Cofiño y otros epidemiólogos, el Pasaporte Covid no tiene sentido cuando el 85% de la población asturiana está vacunada y omicrón descontrolada. Sin embargo, la escasa letalidad de omicrón no dejaría de ser un buen síntoma de la evolución de la pandemia. Los estudios puestos en marcha confirman que la nueva variante ha seguido el camino predicho por los epidemiólogos: COVID-19 se convertirá en una enfermedad endémica en el mundo occidental. En consecuencia, las restricciones estarían creando una falsa sensación de pánico que está colapsando los servicios sanitarios de atención primaria y la web de acceso al pasaporte covid habilitada por el SESPA, por no hablar de las consecuencias económicas que está teniendo en el sector hostelero y el ocio nocturno.

El gobierno de Barbón nos tiene acostumbrados a justificar cada una de las medidas y recomendaciones que ha adoptado, compadeciéndose en los criterios técnicos sanitarios. Con las limitaciones aprobadas el pasado viernes, el vicepresidente Juan Cofiño y el consejero de Sanidad habrían creado un nuevo precedente: aprobar las restricciones sin el correspondiente aval de la dirección general de Salud Pública. Da la impresión de que las restricciones aprobadas se justifican en la acción adoptada por los gobiernos de otras comunidades autónomas, o sea, por mimesis. Por otra parte, fuentes de la Consejería de Sanidad afirman que Pablo Ignacio Fernández, consejero de Sanidad, estaría viviendo sus momentos más solitarios en el gobierno de Barbón y que su cese podría producirse en unos meses, debido al fracaso presupuestario que ha supuesto la ampliación del hospital de Cabueñes. En ese contexto de debilidad política dentro de la dirección de la consejería, las declaraciones de Rafael Cofiño en su cuenta de Twitter las semanas pasadas solo estarían anticipando una retirada que, efectivamente, puede estar motivada por el cansancio político y la falta de respaldo político a sus medidas técnico-sanitarias. Por otra parte, fuentes de la consejería de Sanidad afirman que la relación entre el consejero de Sanidad y el exdirector de Salud Pública habrían llegado a un punto de tensión razonable después de dos años de gestión de una pandemia en la que nunca se expresó una sola discordancia. Las mismas fuentes creen que si el COVID se convirtiera en un virus endémico sería muy triste que todo el trabajo desempeñado hasta ahora se fuera al traste por razones estrictamente políticas.

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1 COMENTARIO

  1. Esperaba un poco más de profesionalidad por parte de este medio. Más que en la sección de actualidad este artículo debería de estar en la sección de opinión. No veo ninguna diferencia entre una opinión que puedas escuchar en el bar y este artículo, ni siquiera diferencia la enfermedad del virus. Lo dicho menuda falta de profesionalidad.

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