Podría pensarse que Garzón le estaba pisando la manguera a Planas cuando expresó su opinión sobre las macrogranjas, pero las declaraciones del Ministro de Consumo a The Guardian fueron tan oportunas como lo fueron en su día las declaraciones de Nadia Calviño sobre la reforma laboral de Yolanda Díaz. ¿Acaso se ofendió en alguna ocasión la Ministra de Educación con las medidas que tomó el ministerio de Sanidad a lo largo de la pandemia? Obviamente, no. Entonces a nadie le pareció extravagante que la Ministra de Economía tuviera una posición política que distaba bastante de la de su compañera, la Ministra de Trabajo, ni escuchamos a un solo Consejero de Educación socialista cuestionar a la Ministra Carolina Darias. En política, no es nada inusual que los ministros de un gabinete hagan declaraciones sobre asuntos que son competencia de otros cuando un medio de comunicación les concede una entrevista. Parece bastante común, incluso previsible, cuando se pretende responder a cada pregunta que les formulan y lo hacen sin quebrar la coherencia política de la acción de gobierno.

En el caso de Garzón, la coherencia se verificaba al contrastar sus declaraciones con la posición política que ha mantenido Planas, Ministro de Agricultura, y el Gobierno de coalición con la ganadería extensiva y las macrogranjas. Nada de lo que dijo Garzón a The Guardian cuestionaba la política de Planas. La misma coherencia se volvió a verificar estos días cuando contrastamos las “controvertidas” palabras del coordinador de IU con las políticas socialistas del Gobierno aragonés y castellano-manchego. Garzón estaba reafirmando lo que el presidente Lambán y García Page han defendido con su gestión de Gobierno; y exactamente la misma sintonía se expresó nuevamente cuando se compararon las palabras del Ministro de Consumo con las medidas que han reclamado los sindicatos agrícolas de este país en el mismo asunto. Por lo tanto, si Garzón está perfectamente ecualizado con su Gobierno, los Gobiernos autonómicos y los sindicatos agrarios, nadie, a excepción de la derecha de nuestro país, debería haberse alarmado por haber manifestado que las macrogranjas contaminan, no crean empleo y producen una carne de peor calidad. Pero no ha sido así.
“Produce bastante desidia saber que la mejor manera para propagar un bulo es que tus compañeros lo compartan”
Llama poderosamente la atención la soledad con la que Garzón se aferra a su Ministerio. En realidad, produce bastante desidia saber que la mejor manera para propagar un bulo es que tus compañeros lo compartan. Aquí habría bastado simplemente un gesto de unidad respaldando al Ministro de Consumo para que la manipulación hubiera muerto el mismo día que apareció, pero ni un solo socialista ha tenido la generosidad de acompañar a su colega de gabinete, aun a sabiendas de que todo forma parte de una campaña organizada por el PP ante las próximas elecciones en Castilla y León. Garzón, en todo esto, es solo un beduino en el desierto.
No es la primera vez que uno observa cómo un dirigente político vende a sus colegas de Gobierno. Hace un año la Alcaldesa socialista de Gijón, Ana González, afirmaba en La Nueva España que su equipo componía poco menos que una banda de ineptos. Después se arrepintió. Algo así ha pasado con Garzón, cuyo Ministerio, también es cierto, parece estar diseñado para pisarle la manguera al resto de ministerios. Es la llamada transversalidad. En cualquier caso, lo que deja en evidencia esta estúpida polémica es la escasa unidad que hay en el Gobierno español, donde cada Ministro va a la suya, intentando no mancharse el culo con la mierda de los demás. El problema del Ministro comunista no es que le pise la manguera a Planas. El problema es que en ese Gobierno nadie se cree la unidad que representa. Es lamentable la poca lealtad y el escaso orgullo que han tenido para defender a un compañero de la jauría de perros. Solo les ha faltado desgüesarlo y salpimentarlo para que las hienas lo masticaran ahorrándoles el esfuerzo de morder y hasta la digestión. Ay.