Esta guerra la pagamos todos y en Ucrania con sus vidas

Los efectos de la temeridad de la UE lo pagamos ya toda la ciudadanía en forma de una fuerte crisis económica .

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Ángela Vallina y Ovidio Zapico
Ángela Vallina Ovidio Zapico
Son portavoz y coordinador de IU Asturies.

Los efectos económicos de esta guerra temeraria, imprudente, interesada e innecesaria la pagarán los pueblos, los trabajadores, la sociedad. En Ucrania, es peor: la pagan con sus vidas destrozadas, con muerte, con proyectos vitales truncados. Esta guerra jaleada por Occidente, pero sólo hasta el punto en el que no pueda afectarle militarmente, es una desgracia para Europa, que seguramente no volverá a ser la misma. Han decidido enviar armas a Ucrania, pero hasta cierto punto de forma testimonial, mandar aviones no, eso puede afectar militarmente a la OTAN; cerrar el espacio aéreo, tampoco, por iguales razones. Parece que envían las armas que caben en el tuit que las anuncian, porque el objetivo no es asegurar la defensa de nada ni de nadie, sino de construir un relato épico y romántica de fácil consumo. Ni siquiera hay un análisis serio para determinar si las armas europeas van a servir para otra cosa que acrecentar la masacre, o si, desde una perspectiva de estrategia militar defensiva, lo que se está haciendo tiene algún sentido sabiendo que se descuida todo lo demás.

“El futuro de Ucrania puede ser europeo si Europa deja de ser el ariete de Estados Unidos para la confrontación con Rusia”

Los efectos de la temeridad de la UE lo pagamos ya toda la ciudadanía en forma de una fuerte crisis económica en el momento en el que teníamos que estar planteando una estrategia de recuperación del impacto de la epidemia. La UE, por someterse a los intereses de los Estados Unidos, ha ignorado los propios y el proyecto de construcción europeo va a quedar profundamente debilitado. Otra oportunidad perdida de tener una voz fuerte en un mundo que camina hacia un nuevo equilibrio de poderes. El cinismo de un bien acomodado Borrell pidiendo no utilizar la calefacción a la gente mientras los precios de la energía benefician a Rusia y a las grandes empresas energéticas, por un modelo marginalista de fijación de precios, es insultante. Demuestra la incompetencia de una dirigencia europea que es la peor de la historia.

El pensamiento crítico sobre todo lo que está sucediendo tiene que organizarse, no puede languidecer o directamente desaparecer ante el embate de unas argumentaciones falsas que cuestan vidas diariamente. Es necesaria una respuesta política que le diga a la sociedad que otra respuesta a la inaceptable agresión rusa es posible. Es necesario decir que la defensa de la sociedad ucraniana no pasa por alentar el conflicto sino por detenerlo. Hay que exigir a nuestros gobiernos que hagan la política que Europa requiere para ser una unión política en defensa de los derechos humanos y no la que requieren las élites norteamericanas y europeas. 

Imagen de un bombardeo en Ucrania.

Es necesaria una izquierda, sindical y política, europea que argumente contra esta ola de pensamiento único que trata de convencer a la clase trabajadora de que los intereses bélicos y geopolíticos de las élites económicas son los suyos. Es mentira. La carestía de la vida y los productos básicos, las dificultades laborales y monetarias que padeceremos, como siempre, los trabajadores y las trabajadoras no son nunca el interés nacional, es el interés particular de quienes sacan rédito económico o político en las guerras. El principal interés de la mayoría social es una Europa en paz que proteja a Ucrania en la búsqueda de su propia paz estable y negociada. El futuro de Ucrania puede ser europeo si Europa deja de ser el ariete de Estados Unidos para la confrontación con Rusia. Es más, Rusia atendería mejor a una lógica europea autónoma. Con el papanatismo actual de sus dirigentes Europa es responsable, en gran medida, de las muertes en Ucrania y la izquierda no puede aceptarlo, incluso al coste del ataque mediático de las posiciones críticas con un conflicto que están convirtiendo en un deleznable espectáculo televisivo. 

La nuestra no es una propuesta de paz ingenua, es beligerante con el discurso dominante y exige otras actuaciones que son posibles y necesarias. Como decimos hay que hacerlo política y laboralmente: esta no es una guerra justa para los pueblos, principalmente el ucraniano. No es justa con quienes aún no han superado las crisis precedentes, con los que van a padecer la pobreza energética, los recortes en los servicios públicos, los que dependen del salario mínimo, los que dependemos de la educación y la sanidad pública, en definitiva, con aquellos para los que la vida diaria de sus familias será cada vez más difícil e incierta. Arcelor ha dado un primer aviso de por donde van a ir los tiempos de esta irresponsable situación, que afecta a nuestro sector agroganadero, pesquero o del transporte, porque las consecuencias son globales. 

Si nos conmueve la realidad de la sociedad ucraniana, reaccionemos con valentía ante una dirigencia política que no defiende realmente sus vidas sino los intereses militares atlantistas. Si nos preocupa nuestro futuro, reaccionemos desde el sindicalismo y la política por la paz y la justicia social, porque esta guerra la pagamos todos y en Ucrania con sus vidas

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