Feijóo y los impuestos

El gallego hace demagogia con la fiscalidad, mientras el PP asturiano defiende el dumping ayusiano y Unai Sordo detecta los ultrasonidos de Felipe González.

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Víctor Guillot
Víctor Guillot
Víctor Guillot es periodista y adjunto a la dirección de Nortes. Ha trabajado en La Nueva España, Asturias 24, El Pueblo de Albacete y migijon.

Ha dicho Feijóo esta semana que el gobierno de Pedro Sánchez se está forrando con los impuestos de la gasolina y de la luz. Por ahí camina la refundación de entre las ruinas. El PP, en la oposición, siempre sacude el saco de la economía con un croché directo al bazo. Cuando gobierna, es capaz de ponerle un impuesto a la luz del sol. Dicen los que le conocen que el gallego es un veleta. Hoy puede defender una cosa y mañana la contraria. Mientras tanto, contempla con extraña voluoptosidad cómo la inflación escupe a los miserables desde la boca del volcán, esperando a que se produzca la tormenta perfecta.

El presidente gallego ha renegado de las mayorías absolutas. Debe estar esperando a que Felipe González le estampe a Vox la vitola de partido institucional y los de Abascal vuelvan al redil como un partido conservador y tradicionalista para que se instale en España otra vez el bipartidismo. Las elecciones andaluzas son otro quebranto que más pronto que tarde tendrá que digerir para saber qué alianzas forjará si gana los próximos comicios. De momento, sabe que la aclamación de su presidencia en el PP no será el milagro de los leprosos y que tendrá que bregar con las rencillas personales, las guerras de familias, el huroneo, los dosieres y los comisionistas.

“Con Feijóo o sin Feijóo, el PP es un angustioso quejido”

Con Feijóo o sin Feijóo, el PP es un angustioso quejido. En Asturias, el partido es un balancín que tan pronto se deja llevar por el peso del populismo que vuelve al discurso centrista y liberal. Pablo González ha elevado una moción al parlamento asturiano contra la armonización fiscal que pretende Rivero desde el Ministerio de Hacienda. El otro día, en el sótano de Fruela, defendió la competencia fiscal entre comunidades. Quiere convertir el sistema fiscal en una subasta de bonificaciones a los herederos. Incluso Feijóo tiene más sentido del Estado que González y Mallada que juegan al ayusismo delante de una plaza de toros o a las puertas del parlamento, sin encontrar un discurso que encaje con los nuevos tiempos. Los presdientes autonómicos del PP dan gracias a Dios de no estar en Génova, pero los conservadores en la oposición se sienten tan mareados como una peonza.

Pablo González, diputado autonómico del PP. Foto: Twitter PP

En cualquier caso, se aproximan nuevos Pactos de la Moncloa como los del 77 y todos se han puesto a temblar. Lo sugirió Felipe González en el programa de Jordi Évole, que entre recuerdos de su padre y el almuerzo con sus hijos, dejó unos cuantos mensajes. Unai Sordo, secretario de las CCOO que maneja los sonidos de baja frecuencia, los leyó perfectamente y ya ha levantado unos cuantos blocaos de hierro para que los pactos no se sustancien con una bajada de salarios, sino todo lo contrario, con una reforma social de la economía energética que mire los bolsillos de los trabajadores.

En eso debería estar pensando ahora Feijóo. La próxima ola es otra reforma que pondrá a prueba si está dentro o fuera del sistema, después de que la reforma laboral terminara de enterrar la escasa dignidad institucional de sus diputados. Quien sabe, el Congreso del PP puede que acabe como El Padrino de Coppola, esperando a que alguien vuelque la cesta de las naranjas y alguien se cargue al nuevo Don. Estaremos atentos.

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