Una política educativa que margina a la clase trabajadora

Ventanielles y La Corredoria tienen en común ser dos barrios obreros de Oviedo con institutos infrafinanciados.

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Fran Rey
Fran Rey
Es profesor de química y miembro del Secretariado de SUATEA.

Hace unas semanas la comunidad educativa del IES Pérez de Ayala (profesores, alumnado y familias) se concentraba en el instituto para pedir una dotación de espacios y personal que lleva siendo necesaria desde hace años. Un centro pensado para 700 alumnos en el que ahora hay casi mil. No es una excepción. Poco antes, una multitud de vecinos de La Corredoria se manifestaban pidiendo un segundo instituto que el exconsejero (y expresidiario) Riopedre ya había prometido para 2015. Siete años después de la supuesta fecha de terminación de la obra, nadie ha puesto ni una sola piedra para su edificación. ¿Qué tienen en común Ventanielles y La Corredoria, además de una estructura educativa pública infrafinanciada? Que son barrios obreros a las afueras de Oviedo.

La educación pública tiene como objetivo que toda la ciudadanía, independientemente de su clase social, tenga acceso a la cultura y el saber recopilado por la humanidad. Unos conocimientos que, por un lado, sirven para formar personas cultas capaces de ejercer la ciudadanía democrática y, por otro, permiten al alumnado adquirir la formación necesaria para que su condición laboral futura no esté condicionada únicamente por su nacimiento, es decir, el famoso “ascensor social” que, como decía Nelson Mandela, permite que la hija de un campesino pueda convertirse en médica. Los hijos de la clase obrera sólo pueden adquirir esos conocimientos en la escuela pública. ¿Dónde si no en la escuela pública van a tener los hijos de la clase trabajadora acceso a la obra de Cervantes, Newton o Mozart? ¿Cómo, si no es con la escuela pública, va a adquirir el hijo de un picador los conocimientos y la titulación necesaria para ser ingeniero de minas? ¿Qué elemento, si no es la escuela pública, va a garantizar que los hijos de los obreros que desempeñan los trabajos más arduos no estén condenados de nacimiento a realizar el mismo trabajo que sus padres, sin tener escapatoria ni posibilidad de progresar? ¿No era eso lo que querían nuestros padres para nosotros? ¿No nos decían, precisamente, que estudiásemos para poder vivir mejor que ellos? Los míos, al menos, sí. Y puedo decir que vivo objetivamente mejor que ellos. No gracias a mis habilidades, ni mi “iniciativa emprendedora”, ni ninguno de esos sofismas modernos que nos quieren vender: gracias a la escuela pública. Sin la escuela pública, ¿de qué sirve ser Albert Einstein si naces en una familia pobre? Donde más falta hace la escuela pública es en los barrios obreros. Donde mejor financiada ha de estar la escuela pública es en los barrios obreros, porque es allí donde tiene que hacer un mayor esfuerzo por compensar las desigualdades sociales. Que las desigualdades sociales no solo no se atenúen, sino que se refuercen por la desigual distribución de los recursos educativos, siempre en perjuicio de los barrios obreros, es atroz, inmoral, antisocial, y un ataque a la filosofía redistributiva de los estados del bienestar. ¿Cómo un gobierno que se define como socialista puede permitir esto?

Manifestación de familias para la construcción del nuevo IES. Foto: Enrique Gallart

Un programa mínimamente socialdemócrata parte de la premisa de que, a través de un sistema fiscal progresivo (paga más el que más tiene), se sustentan unos servicios públicos eminentemente orientados hacia los trabajadores, con lo que el combate a la desigualdad de clase se realiza de forma doble: por un lado, se le aseguran a los trabajadores los servicios fundamentales (sanidad, educación, pensiones….) que, de otro modo, no podrían pagar, o de los que solo podrían pagar coberturas mínimas; por otro, se lleva a cabo una redistribución efectiva de la riqueza, al aportar más el que más tiene, pero recibir todos los mismos servicios. La política económica educativa (y no solo educativa: instalaciones deportivas deficientes, parques inexistentes o mal cuidados, centros de salud saturados, etc.) que se está llevando a cabo con los barrios obreros (¿cabría decir mejor «contra» los barrios obreros?) es la antítesis de todo esto: con los impuestos de los trabajadores, se financian todos los centros educativos, pero luego esa financiación no repercute en los centros de sus barrios, se aumenta en 4 millones de euros más el gasto en la escuela privada subvencionada, pero se desatienden las necesidades de los hijos de la clase trabajadora. Si Fernando de los Ríos levantara la cabeza…

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