Hay detalles, o deslices, que en su naturalidad o en su inocencia significan y explican más que todo un argumentario, una línea editorial o una doctrina jurídica. “Todos los avisos de este documento serán por escrito y se enviarán por mensajero durante la noche”, se detalla en el acuerdo de confidencialidad, revelado por NORTES, que suscribieron el vicepresidente asturiano Juan Cofiño y la multinacional Amazon para blindar las negociaciones con suelo público de cara a la instalación de un centro logístico de la empresa en Asturias.
El contrato se puso bajo el amparo legal de las leyes de Luxemburgo: “Cualquier demanda que surja de o en relación a este acuerdo será en el Tribunal de distrito de la ciudad de Luxemburgo”. Aunque la Unión Europea no lo considera oficialmente un paraíso fiscal, investigaciones periodísticas e informes de organismos internacionales señalan a Luxemburgo como una de las capitales europeas de la opacidad financiera y de las sociedades pantalla. Según datos de OXFAM, el 90% de las 140.000 empresas que hay en Luxemburgo pertenecen a extranjeros. Un país con una superficie que es un cuarto la de Asturias, con unos 400.000 habitantes menos que la comunidad, pero con más del doble de empresas en su registro mercantil.
“Luxemburgo ocupa actualmente el sexto lugar tanto en el Índice de Secreto Financiero 2020 como en el Índice de Paraísos Fiscales Corporativos 2019, lo que lo convierte en el sexto país del mundo que más facilita el secreto financiero y el abuso del impuesto de sociedades”, explicó a El Salto Javier García-Bernardo, investigador de Tax Justice Networks y doctor en economía política.
“Luxemburgo es el sexto país del mundo que más facilita el secreto financiero y el abuso del impuesto de sociedades”
En el año 2014 un consorcio de investigación periodística reveló los tax rulings, o acuerdos fiscales a la carta, y por supuesto secretos, que Luxemburgo firmó con empresas como Apple, Starbucks, Facebook, Google o la propia Amazon a cambio de su establecimiento en el país. En total, 343 multinacionales entre 2002 y 2010 le dictaron al gobierno luxemburgués el régimen fiscal que aplicaría a sus ganancias. En ningún caso superaba el 1% de los beneficios.
Así se entienden mejor las explicaciones de Cofiño, que en sede parlamentaria zanjó la cuestión queriendo dar a entender que todo es mucho más sencillo de lo que parece. Si el Principado suscribió con Amazon un acuerdo de confidencialidad regido por la legislación de Luxemburgo, es simplemente porque la empresa tiene su sede social allí.

El escritor Ricardo Menéndez Salmón, en una tribuna publicada en La Nueva España, corroboraba con amargura que “la política sabe mucho de ese juego que consiste en sustraer a los ciudadanos el hecho efectivo de que Luxemburgo sí existe, de que es un lugar en los mapas, en el tiempo y en el espacio, incluso en los documentos legales”.
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El libro del reportero Alec MacGillis fue comparado en la prensa americana con “las grandes novelas del siglo XIX”, tal vez las de Dickens o Balzac, por su forma de mostrar “una enfermedad social con una contundencia y minuciosidad implacable”. En Estados Unidos se publicó con el título “Fulfillment: Winning and Losing in One-Click America”, que vendría a ser algo así como “Cumplimiento: Ganar y perder en la América de todo a un clic”. La traducción española, editada por Península, ha querido darle un giro premonitorio a su título: “Estados Unidos de Amazon. La historia del futuro que nos espera”. Un diputado asturiano me dijo que había sentido un déjà vu al leer uno de los primeros capítulos.
El reportero nos conduce por la ciudad de Dayton, en el estado de Ohio, a pocos kilómetros de donde Amazon instala uno de sus gigantescos centros logísticos. Dayton fue una próspera ciudad industrial, con numerosas fábricas de coches e industrias asociadas, que entró en decadencia a partir de los 80. Por aquellos años la ciudad ya había perdido casi a la mitad de su población, y poco después inauguraría su primer centro de acogida para personas sintecho. La sangría no se detuvo: entre 2001 y 2008, el área metropolitana de Dayton perdió 32.000 empleos, el 7,5% de su fuerza de trabajo. En la última década, Dayton ha sido una de las poblaciones más golpeadas por la epidemia de adicción a los opiáceos que ha sacudido sobre todo a las zonas desindustrializadas y empobrecidas del interior de Estados Unidos.
Al instalarse en una zona deprimida, dramáticamente necesitada de actividad económica y puestos de trabajo, Amazon sabía que podía tensar la cuerda en sus negociaciones con las autoridades locales. La multinacional de Jeff Bezos jugó de farol desde el comienzo, maliciando que barajaba varias posibles ubicaciones para su nuevo almacén. Lo cierto, se supo más tarde, era que Amazon jamás había contemplado construir su almacén en otro lugar. Pero la multinacional había ido a Dayton a apostar sabiendo que jugaba con todos los comodines.
Tal y como narra minuciosamente MacGillis, el secretismo y la oscuridad guiaron todo el procedimiento. Aunque oficialmente Amazon estaba negociando con una agencia estatal para el desarrollo económico, “las decisiones de verdad se tomaban en la torre de oficinas de al lado, donde tenía su sede JobsOhio”. En esos encuentros se podían negociar “acuerdos sobre incentivos fiscales sin la molesta transparencia que se le exigía a una agencia gubernamental”. Aquellas reuniones, que nunca duraban más de media hora, eran “en teoría públicas, pero, a efectos prácticos, acababan siendo privadas”.
Amazon jugó de farol desde el comienzo, maliciando que barajaba varias posibles ubicaciones para su nuevo almacén
El guion era idéntico en todas las sesiones:
“La promesa de un número de puestos de trabajo X, que cada empresa iba a crear o a no destruir, seguida de la amenaza de que estaba valorando también la posibilidad de establecerse en los estados Y y Z, y de que necesitaba esas desgravaciones para seguir apostando por Ohio (…) El voto era casi siempre unánimemente a favor; hubo un periodo de cuatro años en los que la junta aprobó más de 700 subsidios sin un solo voto negativo”.
De este modo, Amazon logró una desgravación durante quince años por el valor de 17 millones de dólares. Uno de los funcionarios que gestionó las deducciones fiscales para Amazon fue recompensado a los pocos meses con un puesto de responsabilidad en la empresa. La partida resultó ser muy fácil. Un tiempo después, Amazon mostró interés en construir un nuevo almacén, esta vez más cerca de Dayton, y “volvió a representar el papel de presa reticente, más que el de cazador”.
Como sucedió en Asturias, Amazon “insistió en que se guardara el secreto más absoluto, para evitar que las negociaciones se vieran bajo el escrutinio público, hasta que se cerrara el trato”. Tanto fue el celo con el que Amazon cuidó de esta cuestión que incluso la funcionaria responsable del proyecto se disculpó ante la empresa por unas declaraciones que se le escaparon ante la televisión local; perjuró que seguía “sin responder a las llamadas y a los emails” de la prensa y prometió que iba a vestirse con “una camiseta de empleada de obras públicas y unos tejanos” para evitar que los reporteros la reconociesen.
En esta ocasión, el gigante del comercio obtuvo una desgravación de impuestos durante una década por el valor de 3,8 millones de dólares, además de quedar exento de pagar el impuesto de muebles inmuebles durante quince años. La presa reticente acaba convirtiéndose en el cazador, y no sucede por casualidad.
Amazon tiene un departamento entero dedicado a conseguir subvenciones para la empresa. Según cuenta el reportero, solo en 2017 en Estados Unidos recaudó más de cien millones de dólares de dinero público para abrir centros logísticos. Un estudio del sindicato internacional UNI Global Union cifra en 1000 millones de euros las ayudas públicas captadas por Amazon en trece países durante la última década
Asturias aparece en esa lista de presas que creen ser cazadores. Según el informe, Amazon recibió del Principado una subvención de 4,4 millones de euros para instalarse en el polígono industrial de Bobes. Juan Cofiño lo niega, y será difícil saber la verdad, porque todo esto sucedió en aquellos meses en los que el vicepresidente solo se comunicaba “por mensajero durante la noche”.