22 años sin que Los Planetas orbitaran alrededor de la ciudad de Oviedo. Se podría decir que es una buena metáfora política de la vida cultural capitalina, que con tres años de gestión municipal “ciudadana”, eclosionó este sábado con uno de los conciertos más esperados de los últimos tiempos, de esos que otorgan prestigio a un municipio y le dan ese marchamo de urbe conectada con las principales corrientes del pop.
No habían pasado 24 horas desde su ultimo concierto en el Tomavistas de Madrid cuando J, Eric y Floren aterrizaron sobre el escenario situado en la explanada de la vieja Fábrica de Armas de La Vega. 24 horas de descanso para 24 temazos, lo más selecto de su repertorio, el más influyente de la historia de la música indie española desde que publicaran su primer disco Super 8 en 1995.

No hay mejor apertura que el ritmo contundente de Eric, con Segundo Premio, para acelerar la fiebre planetaria del personal. Los seguidores de Juan Rodríguez, Jota, son auténticos feligreses. El orvallo no impidió que una riada de gijoneses tomara por asalto el recinto del Ministerio de Defensa donde se celebra la III edición del VESU que cierra sus puertas este domingo. Los Planetas son una buena excusa para firmar un armisticio entre Oviedo y Gijón. Incluso la lluvia sucumbió a la melancólica voz de Jota y esa extraña y adictiva tristeza en sus canciones, capaz de despertar al diablo que llevamos dentro. Su voz susurrante, ensimismada en sus propios acordes, acolchada por el coro de fieles, logró ese misterio en el que el público canta lo que a Jota no se le comprende.
Un set list para sibaritas que alternaba las sonoridades más densas y psicodélicas de canciones río como Islamabad o Santos que yo te pinté con otras más poperas como Un buen día, Espíritu Olímpico o Qué puedo hacer. Es una lástima que la voz de Jota sólo la escuche el cuello de su camisa. Y de alguna manera, esta anomalía espacial, paradójicamente, se ha convertido en el sello de autor de los conciertos de Los Planetas. Austeros, amables, telúricos, a veces, incluso, siniestros, y dispuestos a que sus temas sean mejor interpretados por el público que por su cantante. Jota es la voz en off de sus propias canciones, la sonrisa hueca de un apostol pintado por el Greco. ¿Demasiado pudor para mostrarla? Puede ser, o el sentimiento post punk, Ian Curtis dios te salve, porque tiene ese soplo del sur, ese duende misterioso que no renuncia al acento y es capaz de construir una melodía con un levísimo quejido.

Esta banda mantiene una poderosísima fuerza escénica, a pesar de que todo suene al milímetro y no haya nada improvisado. Quizá sea el peso de la leyenda, cierto misticismo musical que lo embarnece todo. Eric sigue arrollando con su batera, de la que no se aparta en los inviernos con Lagartija Nick y a la que sigue atacando en los veranos con Los Planetas. Floren mantiene el talento para dibujar paisajes sonoros con su guitarra, corrientes granainas crudas, experimentales y noise. Una banda perfectamente engrasada que sirvió de colofón a un VESU que merece consolidarse en próximas ediciones como una cita musical inexcusable
CODA: ¿Se imaginan que el PSOE hubiera impedido la celebración de este concierto? Pues no hace falta imaginarlo. Que no se entere Pedro Sánchez. Aunque ese es otro capítulo, esa este es otro capítulo que pasará a la historia de los errores políticos más clamorosos del socialismo ovetense. Cuando el PSOE votó contra Los Planetas. Mañana más.