Todo empezó en la Universidad, acabando la carrera, cuando unos amigos le dijeron de ir a escalar. “Es cierto que llegué un poco tarde, con 28 años, que parece que ya eres mayor. Pero entonces me hice fanática”. El gusanillo no sabe de edades, solo de aficiones, de voluntades. El caso es que desde entonces no se ha bajado de las presas y ha hecho de su afición su profesión hasta el punto de ser la única mujer titulada como monitora de escalada indoor en Asturies.
María Saro Baquero es madrileña, descendiente de asturianos de Sobrepiedra (Cangues d’Onís). Desde junio a septiembre se pasaba los veranos en la casa familiar, trepando a los árboles y disfrutando de vacas, cuchos y del cantar de los carros. “Venir a Asturias era libertad. Me sentía como Pocahontas”, afirma, a lo que su hermana Clara añade “tanto trepar… ya te venía por algo”. Verla escalar da gusto: parece que danza sobre la pared, su elegancia hace los pasos fáciles. “Es mucha práctica”, explica.

Al acabar sus estudios se fue a Inglaterra. Un poco lo típico para trabajarse el inglés y currar en lo que saliera. El poco idioma que hablaba no le echó para atrás a la hora de ponerse a buscar donde se podía formar en escalada. Y así, “echándole mucha cara”, se sacó su primera titulación y, al acabarla, ya la ofrecieron trabajar en el mismo sitio.
“Como está planteada allí la formación es como un árbol genealógico”, describe. Así se sacó el Climbing “Wall Leading Award (CWLA), el Development instructor (lo máximo que capacita para enseñar a abrir vías) y el Development coach, expedidos por la MTA (Mountain Training Association) y la BMC (British Mountanering Council). Cinco fructíferos años que acabaron cansando a su chico por el tiempo de estancia, a lo que se sumó el Brexit. Y así se volvieron a los Pirineos oscenses, de donde Pablo es natural. Allí trabajaron en las pistas de esquí de Formigal, mientras María mandada CV “a lo loco. Y el primer sitio del que me llamaron fue el Boulder Up (Xixón)”.





Una larga lesión de dedo la dejó mucho tiempo de baja, por la que no la renovaron. Después comenzó en el One Move, donde le afectó un ERTE durante la pandemia, para retomar la actividad con La Muyerada en el Boulder Moss. Aquí comenzó trabajando con grupos de mujeres, aunque en la actualidad ya los hay mixtos. “En Inglaterra ya impartía formación exclusiva a mujeres, en cambio aquí había sitios donde me decían que no era inclusivo. En el Boulder Up daba solo grupos de chicas que estuvieran en competición”, señala. Fue la propia María la que propuso a su jefa en el roko inglés impartir formación solo a mujeres: “les da corte escalar; nosotras normalmente nos acercamos por un novio, un hombre en resumidas cuentas. Y en las parejas, por ese exceso de confianza, se dan unas dinámicas muy feas, donde ella dice que no puede, él la insiste que sí, ella acaba llorando y él enfadado. Y entonces las chicas lo dejan”, es el análisis que realiza.

“Creamos el Women’s Club, donde las dinámicas entre chicas son diferentes, más cooperativas, mientras que los chicos meten más presión, hablamos de una escuela de la confianza más que del tú puedes. Sin presión, y eso lo han demostrado mis grupos de La Muyerada, mejoran mogollón, se crea un empoderamiento muy interesante. Al final da igual con quien escales, porque tienes la confianza. Aunque luego están los moscones que te vienen a decir lo que tienes que hacer: no quiero que me flashees los pasos o las vías, o que me pongas las cintas. Dan por supuesto que no somos capaces o que tenemos miedo. Y cuando te ven que tienes un nivel, incluso superior al de ellos, entonces ya se callan”.
María Saro combina las clases en el Boulder Moss con las del polideportivo de Arriondas. “Voy a entrenar allí y no tenían nada de formación. Hablé con Luz, la encargada, y empecé. Al principio eran solo dos grupos de 7 a 12 años y otro de de adultos, pero casi todos son de 13 a 16. La verdad es que hay mucha lista de espera, ahora tengo estos tres más cuatro en el Moss, en torno a 50 personas”.

Entre sonrisas reconoce los avances de su alumnado: “Con menos de 7 años es más complicado porque no entienden que la actividad conlleva ciertos riesgos. Ahora los que tengo ya van todos de 1º. Como en una escuela rural, todos aprenden de todos.
Pocas mujeres con formación
“Soy la única titulada con titulación inglesa en España que yo sepa. Solo puedo impartir en indoor, pero lo cierto es que en España no hay titulación para rocódromo. Incluso sin titulación se puede dar clase”, explica. Para ser equipadora nacional, otra consideración, se necesita un grado de escalada 8, pero antes hay que sacar la autonómica “y Asturias, con el lío que tienen en la Federación, lleva cuatro años sin sacarla. De todas maneras mi formación me permite participar del Campeonato de España, donde llevo acudiendo dos años” y afirma que le encanta esa parte de la tecnificación, el acompañamiento de los y las deportistas; “ves lo difícil que es competir, que hay que valer, acompañar en el proceso… Cuando llegué no había ni competiciones para niños, pero cada vez hay más afición y más rocódromos. Es un deporte en auge, aunque es una pena que en Asturias, con las posibilidades de roca que hay, no había ni equipo. También veo que influye mucho el trabajo de los padres, si son escaladores…”.

Aquí no hay muro de velocidad, una de las modalidades, aunque compiten sin haber entrenado. Tampoco hay un seguimiento ni entrenan en equipo, pero aún así la selección asturiana ha quedado novena de catorce participantes. “Fíjate, Extremadura, con las opciones que tiene, pues es uno de los punteros. Nos hace falta un centro de tecnificación. La Federación tendría que poner de su parte para seguir el ritmo de las competiciones nacionales y el resto de equipos”, reivindica.
La montaña sigue siendo un mundo bastante masculinizado, aunque la presencia femenina sigue en aumento. Aún así hay muy pocas guías e instructoras tituladas al máximo nivel. Existe una primera titulación, el TD1, que es la base para acceder al TD2, que cuenta con tres modalidades: media montaña, escalada y barrancos. “Estoy en la duda de por dónde tirar con mi formación. Si me meto en el TD1 sería un poco como retroceder, tendría que dedicarme un año a salir al monte y perdería nivel en escalada. También me tienen dicho que nadie me va a contratar aunque tenga un TD2 porque se me ve tan delgada, que quién va a confiar, quién va a querer ir con una mujer. En escalada se está demostrando que da igual el sexo, que las mujeres están escalando un 9b+, el grado más alto escalado hasta ahora. Es una cuestión de táctica, técnica y cabeza. Escalar es uno de los deportes más igualitarios, aparte de lo feminista que seas”.

Y enumera las mujeres que cuentan con la titulación de TD2 de escalada y guías de montaña: Sonia Casas (también y guía de alta montaña), Paula Fajardo, Maria D’ Antano y María Cabeza, AEGM – UIMLA (Asociación Española de Guías de Montaña). Hay otras profesionales que vienen de INEF o por ser escaladoras profesionales, como Eva López, 8c+ y de Ciencias del Deporte con una tesis que revolucionó la escalada porque “a nivel científico hay muy poco sobre mujeres, es todo sobre hombres”, Andrea Cartas, 8c+ y coach de la Federación Madrileña, e Inma Garrido, psicóloga deportiva, “así por nombrar a unas cuantas, que seguro que alguna se me escapa. Una de las escaladoras que ha marcado un hito en la dificultad femenina es Julia Chanourdie 9b”.

Afirma que, como mujer profesional, se siente excluida para trabajar, a pesar de ser “una mujer referente para mis niños y niñas de Arriondas. Estoy cansada de tener que demostrar mucho, aunque te digan que no tienes nada que demostrar, pero si no demuestras, no te respetan. Siempre te miran con lupa a ver si pasas la prueba”.
En comparación afirma que en el Boulder Moss no siente “para nada eso. También está La Muyerada detrás, siempre fomentando la formación y que yo colabore más. Igual en Arriondas. En La Muyerada tengo un grupo fijo ya de siete, hoy están aquí Aroa, Bea, Aída, Paula, María y Sandra. Yo tengo que saber a quién entreno. Sé que hay unas a las que les gustan más los quintos y los tercios que entrenar (dice entre risas, haciendo un juego de palabras con los diferentes niveles de escalada), pero ya no son principiantes, ya tienen un nivel intermedio y se desplazan por el desplome sin ninguna dificultad. Quedan para ir a escalar a otros sitios y son como inseparables, y eso que se conocieron aquí. Cada una quiere la escalada para algo diferente, y eso lo tengo que controlar”, comenta orgullosa por lo conseguido.

“Ahora me piden ayuda, pero ya no me necesitan. Son autónomas y eso lo hemos conseguido en La Muyerada. Muchas se apuntan a los cursos de roca que se organizan desde el club con esa idea de conseguir que seamos autónomas y autosuficientes en la montaña. Me gustaría que hubiera más fanáticas, pero a cada cual le entra de una manera”, concluye.
