Han ido casi seis meses de incertidumbre: “Es como nadar contracorriente. Me fundieron la economía, mis hijos perdieron un año escolar, han puesto a mi familia bajo mucha tensión. Hemos estado meses dando vueltas, achantando, esperando a ver qué iba a pasar”. Quien habla es Axel Rudin, el ciudadano sueco que lleva desde el 30 de septiembre retenido en España y con su pasaporte confiscado a resultas de la macrorredada del pasado mes de septiembre contra lo que los medios y la policía llamaron “la secta de la ayahuasca”.
Finalmente, la semana pasada el Juzgado de Instrucción nº3 de Langreo archivó la causa al no encontrar “indicios racionales de la comisión del delito contra la salud pública” ni de banda criminal organizada, como se les acusaba en un principio. Rudin fuma un grueso puro en el jardín de la finca de Tuilla en la que tuvo lugar la redada, al fin libre de la angustia de los últimos meses, y suspira ante la idea de recobrar pronto su pasaporte para viajar a Suecia a visitar a sus padres y volver a su casa en Venezuela, su país de residencia habitual.

“Después del trato recibido, las ganas de Europa se han pasado por una temporada”, lamenta, “si no llego a tener amigos aquí, habría tenido que pasar estos meses debajo de un puente: sin teléfono, sin tarjeta de crédito, ni dinero ni pasaporte. Nunca había tenido problemas con policías en ningún país del mundo después de 8 años trabajando con medicina”. Lo que Rudin llama “medicina” es ayahuasca, yopo y otras sustancias psicoactivas amazónicas que el sueco utiliza en sus sesiones de “sanación espiritual”.
Aquel día se habían reunido en la finca de Tuilla unas 15 personas, llegadas desde distintos puntos de España e incluso del extranjero, para participar en una de estas “ceremonias”. Hacia las 20:30 horas de la tarde, un despliegue de en torno a 50 agentes, dirigido desde la Unidad Central de Estupefacientes de la Policía Nacional, irrumpió en la casa para efectuar un registro que se alargó hasta la madrugada.
“Entraron dando gritos, de forma muy agresiva al principio”, narra Axel, “ni siquiera los guerrilleros son así, yo se lo dije: en la guerrilla me trataron mejor. A mí me tuvieron varias horas esposado, y con las esposas muy apretadas, tanto que me salieron llagas en las muñecas”.

En el registro los agentes incautaron yopo y ayahuasca-sustancias no fiscalizables en España-, menos de 5 gramos de cannabis y los teléfonos y tarjetas de crédito de los cuatro detenidos. La Policía Nacional llegó a solicitar el embargo de sus cuentas bancarias, pero el juez desestimó la petición.
“¡Menuda película que se montaron!”, cuenta otra de las detenidas, que prefiere que no aparezca su nombre. “Fue todo muy chapucero”, continúa, “la investigación se hizo en solo cinco días, y así salió todo. El día 25 de septiembre recibieron la denuncia por correo electrónico de un pastor evangélico, que avisaba de que iba a haber esta ceremonia, y el día 30 fue la operación. No tuvieron tiempo a preparar nada”. Cuenta esta persona que Óscar Palet Santandreu, el abogado que se ocupó de su defensa, les tranquilizó desde el comienzo, asegurándoles que la causa no iría a ninguna parte.
La operación, dirigida desde Madrid, no sentó nada bien en la Policía Nacional de Langreo, que no fue informada del operativo
Ello no fue óbice para que se organizara un ingente dispositivo policial, con casi medio centenar de agentes traídos de Madrid e incluso un helicóptero preparado para aterrizar cerca de la finca, que finalmente no llegó a utilizarse. Como más tarde pudieron saber los implicados, la operación no sentó bien en la Policía Nacional de Langreo, que no fue informada sobre la misma y que, en privado, considera absurdo y desproporcionado el despliegue ordenado desde Madrid: “Aquí la policía sabe que no somos una secta. Seremos hippies, pero no damos para tanto”.
Pese a todo, los detenidos cuentan que en todo momento se sintieron arropados y apoyados por los vecinos del concejo: “Recibimos mucha solidaridad, porque esto es Langreo y es Asturias. La gente aquí es precaria, pero muy abierta. Esto nos llega a pasar en otro sitio y nos mandan para la hoguera”.