En 1933, Luis Buñuel viajó a Las Hurdes, una región aislada y empobrecida del centro de España, para realizar el histórico documental Tierra sin pan. 85 años después, el hispanista y biógrafo Ian Gibson hizo el mismo viaje para completar el trabajo de una vida. Donde acaba la memoria recorre Las Hurdes y la Residencia de Estudiantes de la mano del director Pablo Romero-Fresco con la colaboración de Mike Dibb, Carlos Saura y Román Gubern para construir el retrato de Ian Gibson, “detective literario” según el realizador gallego, que ha dedicado su vida a recuperar la memoria reciente de España a través de las biografías de tres de sus genios más reconocidos: Buñuel, Dalí y Lorca. Pablo Romero Fresco presentará este domingo en el Centro Niemeyer su último documental, estrenado en el mes de octubre.
Donde acaba la memoria recupera como hilo argumental el casi iniciático viaje de Buñuel a Las Hurdes. Como ha evolucionado la mirada del aragonés noventa años después.
Lo que más me llama la atención es que la huella siga viva. Es difícil encontrar un lugar donde una sola obra audiovisual haya marcado tanto un lugar. La importancia de ese documental radica en que hoy es historia del cine y cuando vas a a Las Hurdes es todavía mucho más. Su huella es tal que, incluso, noventa años después, hay gente que vive allí, que no lo ha visto todavía pero que ha oído hablar tanto de él que tiene una opinión perfectamente formada. Eso pone de manifiesto el impacto que ha tenido. Y ese impacto tiene que ver con la vieja controversia sobre hasta qué punto fue bueno o malo, qué intención había en Buñuel, si pretendía reírse, si pretendía denunciar, si su actitud positiva pretendía contar otras realidades y transformarlas. Ese debate sigue vivo.

Se refería antes a a huella que deja una película en un territorio. Creo que siempre merece una reflexión sobre la marca de un director en un territorio. Pienso John Ford e Innesfree, retomado después por José Luis Guerín. La huella de la cámara en un territorio siempre otorga al espacio una naturaleza feérica, mágica, espectral.
Creo que sí, que sitúa al territorio en un lugar mítico en el que ya no es tan fácil saber lo que pasó y lo que no. La realidad y la leyenda se confunden. Eso es lo que hace a Buñuel interesante. Si te acercas, observas que Ian Gibson trata de poner negro sobre blanco lo que pasó. La historia comienza cuando termina la memoria de la última generación. Es la última generación viva la que te está contando lo que sucedió pero no sabes si es lo que pasó, lo que recuerdan que pasó, lo que oyeron o lo que han visto. Por eso, Ian Gibson incorpora todos los testimonios subjetivos de la historia con h minúscula dentro de la Historia con H. Pasar de lo subjetivo a lo objetivo. Dónde empieza y termina la memoria colectiva y dónde se integra en la individual de Ian y del espectador, cuando comienza a ser narrado todo. Por eso, su tarea supone un trabajo incansable e interminable. ¿Cuántas pistas más voy a seguir recogiendo hasta que no pueda seguir indagando más? Sobre Buñuel o Lorca. O sobre todo lo demás. Yo quería que esta película no fuera solo un retrato de Buñuel. Quería que fuera también un retrato de Ian Gibson. Sucede que no puedes hablar de Ian sin acercarte a Dalí y sobre todo a Lorca. Todos los caminos conducen a Lorca a través de él.
Y de tres modos diferentes convergen tres artistas malditos donde la verdad y la mentira forman parte del argumento de cada una de sus vidas.
Algunos de ellos, sobre todo Dalí, crean una ficción sobres sí mismos. Dalí era mucho Dalí, todo un personaje pero también Buñuel escribió una autobiografía preciosa que enfada a Ian Gibson, porque Ian se dedica a contrastar hechos. Lo que Buñuel cuenta no encaja nunca con los hechos, ninguna fecha de su vida.
Las memorias de Buñuel no son un documento histórico sino un artefacto literario y personal.
Ian es un detective literario. Se mata por rencontrar los hechos y se da de bruces con lo que se encuentra. El documental cuenta la verdad, si, pero Las Hurdes tiraron una cabra desde un precipicio para Buñuel. Filmaron como si eso hubiera pasado siempre, y sin quererlo estaban haciendo docu-ficción, esa mezcla entre realidad y ficción que forman una segunda piel en Buñuel y Dalí y que a Ian le cuesta mucho desprender.
Leídas las memorias de Dalí, absolutamente prodigiosas, uno se da cuenta de que son verborreicas, genialoides y visionarias de un mundo que no le corresponde.
Efectivamente, por eso es con quien mas dificultades tuvo Ian. Y eso que Ian sí entrevistó a Dalí. El misterio forma parte de la soberanía de Lorca del que lamenta no haber podido escuchar su voz, más allá de encontrar sus restos. En cambio, sí pudo conocer a Dalí, en un castillo.
Dalí era más Warhol que el propio Warhol.
[Risas] La verdad es que debió ser bastante complicado sacar todo lo que hay en ese envoltorio.
Buñuel, Dalí y Lorca. Sin duda, conforman una liga demoníaca. Buñuel tiene una mirada masculina, machista y marxista. Dalí es su correlato capitalista y Lorca es el espectro que lo envuelve todo,
Me parece una definición muy precisa de como son vistos, pero no de como eran en la Residencia de Estudiantes donde se formaron como artistas. Lo interesante es ver cómo se interrelacionaban e influyeron. Cómo ese Perro andaluz era la resistencia de Buñuel y Dalí a Lorca, un ataque despiadado a Lorca. De algun modo, Buñuel esta afirmando que corta esa luna con un cuchilla de afeitar. Y lo cierto es que Buñuel tardó tiempo en encontrar su arte. Creo que Un perro andaluz explica como cada uno alumbra un arte que nace de ese choque entre los tres.
No es cierto que en Mi último suspiro, las memorias de Buñuel, no cuadre nada su relato con los hechos. Hay confusión en alguna fecha, dudas en algún dato, errores en algún nombre y como el propio Buñuel advierte puede haber incluso algún falso recuerdo. Las memorias no son tanto una crónica de hechos -nada más falso que un relato de hechos sin tener en cuenta el alma de los mismos, decía Onetti- como la crónica de una manera de pensar, actuar y sentir a lo largo de una vida y del ejercicio de un oficio.
Lo de que Gibson se atiene solamente a los hechos es falso en el caso de Buñuel. Su libro está lleno de suposiciones -alguna ridícula- de prati pris e incluso hay algún escamoteo de documentos como la referencia a la entrevista con Buñuel de Cineastes de notre temp.