La Ciudad de Vacaciones de Perlora ha vuelto a estar de actualidad tras el rechazo que distintos sectores del concejo de Carreño muestran por el Plan Especial de Reforma Interior que, entre otras cosas, duplica la edificabilidad y propone el derribo de chalés y la construcción de bloques de tres plantas. Es el enésimo intento por llevar a cabo un proyecto que revitalice el lugar tras su cierre hace dieciséis años. En aquel momento se preveía una solución que contaba con el concurso de varias empresas y que nunca se llevó a cabo. Los primeros en darse cuenta del final de esta ciudad vacacional fueron sus propios trabajadores. Fueron ellos los que empezaron a encontrarse con los primeros síntomas del fin de una era y los que casi en soledad lucharon contra su cierre.
En los años noventa la plantilla contaba con unas 100 personas. Una cifra que se incrementaba hasta los 115 durante los meses de verano. En esa década el esplendor de la Ciudad de Vacaciones de Perlora había pasado ya. Fue la época en la que las empresas empezaron a abandonar la titularidad de las casas que habían tenido desde los años cincuenta y sesenta, y el Principado iniciaba el planteamiento de otras soluciones para el lugar.

“La primera vez que nos plantearon algo, siendo yo presidente del comité de empresa con CCOO, fue durante el gobierno de Rodriguez Vigil”, cuenta José Manuel Pintos. “En ese momento nos plantearon una iniciativa que pretendía descentralizar la gestión, así lo llamaban, para, según ellos, volver la gestión más ágil”. Aquella fue la primera vez que el Principado proponía cambiar las cosas en Perlora que ya no contaba con los visitantes de los años sesenta y setenta, “pero que en modo alguno estaba acabada”, reivindica Pintos. “Todavía llegaban miles de personas.”
Este primer intento de cambio que relata José Manuel Pintos se estancó tras el escándalo del Petromocho, en un caso en el que el gobierno asturiano fue estafado para la construcción de una petroquímica en Gijón, y por el cual tuvieron que dimitir el Presidente del Principado y el Consejero de Industria Víctor Zapico. A partir de ese momento la actividad de la Ciudad de Vacaciones se fue aminorando paulatinamente y el Principado dejó poco a poco de invertir dinero en el mantenimiento. Tal es así que durante esa década, al menos 30 casas fueron derribadas. “El Principado se despreocupó en esos años”, lamenta César Quintanilla que fue trabajador en Perlora entre 1974 y 2007. “Entonces no sabíamos las razones, pero observábamos como poco a poco todo se iba degradando y no se hacía nada.”
American University of Asturias
Esta falta de atención denunciada por los trabajadores no impidió que a finales de los años noventa Perlora fuese protagonista de un proyecto que duraría dos años y que terminaría en un escándalo no del todo aclarado hasta el día de hoy. Se trataba de la American University of Asturias, un proyecto según el cual universitarios de otros lugares del mundo llegaban a Asturias para cursar estudios de posgrado. Supuestamente, la American University of Saint George, con sede en Delaware, estaba abriendo campus universitarios en distintos continentes y uno de ellos se decidió ubicarlo en la Ciudad de Vacaciones. “Recuerdo que los primeros en llegar fueron unos chinos de Shangái. Pronto empezamos a ver que algo iba raro”, recuerda José Manuel Pintos que relata cómo “venían unos cuantos y a los pocos días se iban hasta que venían otros.”
“Se demostró que un supuesto informático chino que supuestamente venía a dar clases, en realidad no era informático, sino jardinero”
Este trasiego de estudiantes chinos y el comportamiento irregular de algunos de ellos hizo saltar las alarmas de los trabajadores quienes en colaboración con el entonces periodista de El Comercio Armando Rodríguez comenzaron a investigar el asunto. “El gerente de este proyecto nos llegó a amenazar por carta con una querella por lo que preguntábamos e íbamos deduciendo”, dice Pinto antes de desvelar el final: “Resultó que era una mafia. Muchos trabajadores tuvimos que pasar por comisaría a declarar lo que habíamos visto”. La investigación, según este ex trabajador y ex militante de CCOO, “venía de la Interpol”, algo que confirma Armando Rodríguez, el cual asegura que “al final se descubrió que aquella universidad no era una universidad.” César Quintanilla, quien también tuvo que ir a declarar a la Policía Nacional de Gijón hasta en tres ocasiones, como otros tantos trabajadores, afirma que “lo de la Universidad y lo que la rodeaba era falso”. Y añade con cierta sonrisa al recordar: “Se demostró que un supuesto informático chino que supuestamente venía a dar clases, en realidad no era informático, sino jardinero.”
El asunto no quedó nunca aclarado, ni por qué aquellos estudiantes “tenían que tener una cuenta corriente de dos millones de pesetas como mínimo.” Se llegó a hablar de que todo aquel proyecto podría haber sido una tapadera para la emigración china, pero nadie fue a la cárcel, si bien acabaron cesando a los responsables de aquel proyecto de la American University of Asturias.

Llega el final
Llegado el nuevo siglo los trabajadores no tenían dudas de que venían “nubes negras”. Pintos cuenta que desde el Principado “empezaron a plantear que el futuro de Perlora estaba asegurado, que iba a haber una gestión diferente, que iba a haber un concurso con una serie de empresas. Decían que se iban a crear 200 puestos de trabajo y que eso era bueno para la gente joven de Candás”. Esto último es una de las razones que, según él, hizo que la gente no se movilizara contra el cierre de Perlora. “Convencieron a mucha gente de que lo que venía convenía más.” Asegura que se quedaron solos: “Estuvieron mareándonos mucho tiempo. Me fui de CCOO en 2001. En una conversación que tuve con un dirigente me dijo que tratáramos de sacar lo que pudiéramos de ese conflicto porque estaba ya decidido que Perlora se iba a privatizar. Se me cayó todo y me marché de este sindicato para CSI.” En el proyecto que años más tarde se trataría de poner en marcha a través de la gestión de empresas, y que fue definitivamente abandonado en 2010 sin haberlo llegado a iniciar, había una cláusula donde se estipulaba que el 10% de los puestos de trabajo estarían reservados para afiliados de CCOO y UGT.

César Quintanilla dice que fueron momentos duros para todos los trabajadores. “Nosotros no peleábamos por nuestro puesto de trabajo”, algo que también subraya José Manuel Pintos. “La mayoría éramos funcionarios o empleados laborales, teníamos un puesto de trabajo asegurado, como luego así ocurrió”. Los dos inciden en que lo que les movió a movilizarse contra el cierre fue porque estaban convencidos de que “aquello era un bien cultural en sí mismo que había que preservar, que no se podía echar a perder. Además, la propia Ciudad de Vacaciones generaba riqueza en el concejo, más allá de las instalaciones, tanto en hostelería, como en hotelería, pasando por las gasolineras o talleres.” En opinión de Quintanilla, la plantilla levantó recelos entre la gente de la zona “desde siempre”. En cualquier caso, “sea cual sea la causa, lo cierto es que no hubo ánimo entre la gente de la zona de unirse contra el cierre”, y aunque hubo personas del lugar que sí se les unieron al final afirma “que fueron pocas y en algún momento nos sentimos solos en esta pelea.”
A finales del 2005 los trabajadores llegaron a protagonizar un encierro que duró algo más de un día en el edificio “Jacobo Campuzano”. Esto fue la antesala del cierre que se produciría unos meses más tarde. Perlora se cerró y los trabajadores fueron destinados a otros lugares de Asturias. La solución para la Ciudad de Vacaciones de Perlora aún sigue pendiente.
Por su parte, Quintanilla asegura que gran parte de la plantilla de entonces ha seguido en contacto, realizando una reunión cada año, “aunque el Covid ha frenado un poco toda esta unión”. Él está convencido de que pronto habrá una nueva comida para recordar. Desde hace años además tienen un grupo de Facebook donde comparten fotos de entonces y noticias sobre el presente de Perlora. “Sobre todo es para recordar, la gente mayor necesitamos recordar lo que hicimos, modernizar el recuerdo, y la Ciudad de Perlora es muy importante para nosotros aunque ya no vivamos allí.” Tanto Pintos como Quintanilla confían en una solución para Perlora, pero no se atreven a ser optimistas de momento.