La muerte por suicidio ya no es tabú en la prensa como lo fue durante años. Hubo un tiempo en que incluso la propia palabra “suicidio” estaba vetada en las redacciones de los periódicos. En general se evitaba hablar en prensa de este tipo de casos por el efecto contagio que, se decía, podía tener en la población. Noticias como la muerte de la hermana de la actual reina de España o la de Verónica Forqué han sido casos que desde las redacciones se han afrontado de una forma que tan solo unos años antes no habría sido posible. Recientemente, la noticia sobre una chica de Gijón que murió por suicidio, antes de denunciar en una carta que lo hacía por bullying; y el caso, aún inconcluso, de las dos niñas mellizas en Oviedo son dos ejemplos de cómo ha cambiado la forma de afrontar este tipo de muerte, pero también plantea preguntas sobre el adecuado tratamiento que, desde el periodismo y la sociedad en general, se hace sobre estos hechos.
“Hablar del suicidio en la prensa no tiene la mayor influencia”, afirma Juan José Martínez Jambrina, director de salud mental del área sanitaria de Avilés. “En cambio, tapar las cosas sí puede tener consecuencias”. Para este médico psiquiatra “los tabúes acarrean muchos estigmas”. “No digo que haya que normalizar el suicidio, pero hay que hablar de ello como hay que hablar de la muerte en general”. El problema es cómo hablar de ello. “Hay determinados detalles que la prensa no debería dar”.
“venimos de una tradición judeocristiana donde el suicidio siempre ha sido considerado algo inmoral, prohibido, un tabú”
La psicóloga Esther Blanco está de acuerdo en que el suicidio ha sido históricamente un tema tabú, “incluso entre los profesionales de la salud mental”. Para Blanco, directora de la clínica Persum en Oviedo, “venimos de una tradición judeocristiana donde el suicidio siempre ha sido considerado algo inmoral, prohibido, un tabú”, incluso más allá del periodismo, ya que incluso “antes había profesionales de la salud mental que evitaban hablar de ello y se llegaba a decir cómo evitar este tema en las consultas.” Cree que haber empezado a dar noticias sobre el suicidio “es un paso adelante”, pero también resulta más explícita que Martínez Jambrina en sus críticas a cómo el periodismo ha afrontado algunos casos en los últimos meses donde “además había menores involucrados.” Afirma tajante que “seguimos leyendo ‘método suicida’, ‘la ventana desde la cual’, ‘las causas del suicidio’ y nada de eso es adecuado. Es cierto que los niños no leen la prensa, pero escuchan las conversaciones, por no hablar de las redes sociales que se hacen eco de todo esto e influyen mucho.”

En 2020 el Ministerio de Sanidad creó de un grupo multidisciplinar para elaborar distintos materiales para los profesionales con el fin de informar sobre conductas suicidas. Entre ellos sobresale un manual de apoyo con recomendaciones para que los periodistas huyan del sensacionalismo e informen con responsabilidad. Algunas recomendaciones que los medios no han seguido en los últimos tiempos está la de “no ofrecer detalles del método empleado, ni de las notas de suicidio” o no utilizar expresiones como “epidemia de suicidios”, “intento de suicidio exitoso/frustrado”, “cometer suicidio (asociado al crimen)”, “persona propensa al suicidio”, “salida”, “opción” o “solución”.
Este manual informa de que no es cierto que todas las personas que mueren por suicidio, o que lo intentan, sufren un trastorno mental, aunque pueda ser un factor de riesgo. Puntualiza que la mayor parte de las personas que se quitan la vida no quieren morir sino liberarse del sufrimiento que les resulta insoportable en un determinado momento. Otra cosa que dice, de entre de las numerosas recomendaciones que expone, es que “no es cierto que hablar de suicidio de manera razonada incite a hacerlo”.
“hay que informar con prudencia, no hay que establecer causalidades en el suicidio de forma simple”
Esther Blanco critica que “a la vista de lo que hemos estado leyendo, en muchas ocasiones estos manuales no se están siguiendo.” Jambrina añade que “hay que informar con prudencia, no hay que establecer causalidades en el suicidio de forma simple. Veo que muchas veces se acelera la consideración social, como lo de las dos niñas de Oviedo. Todo el mundo daba por hecho que era un suicidio. Sin embargo, todavía a fecha de hoy no está claro lo que pasó. Es secreto sumarial, hay que hacer muchas pruebas. Lo cierto es que es a partir de los 12 años cuando empieza a establecerse de verdad la conciencia de muerte. Si lo hicieron, posiblemente no tenían conciencia de que lo que iban a hacer comportaba la muerte y la desaparición total. Suicidio es cuando alguien se quita la vida de forma deliberada y con claro deseo de morir o de dejar de sufrir. ”
La influencia de las redes sociales
En 2015 Martínez Jambrina formó parte de un equipo que hizo uno estudio sobre el tratamiento del suicidio en prensa. En él se concluye que la mayoría de las noticias recogidas no tienen en cuenta las directrices de la Organización Mundial de la Salud y “se dan detalles sobre el método; no se tienen en cuenta los antecedentes en salud mental; no se informa sobre ayudas y recursos comunitarios; se informa acerca del suicidio como algo inexplicable o simplista.”

Juan José Martínez Jambrina insiste en que “con los datos que obtuvimos vimos que la influencia de la prensa escrita en el número de suicidios no existe”. De hecho, “sobre los asesinatos se informa y no generan imitación.” Sin embargo, este profesional de la salud mental recuerda que hay estudios que demuestran que las redes sociales sí tienen efecto sobre los adolescentes: “El tratamiento de las noticias en las redes sociales es lo que hace aumentar las tentativas.” Más allá de las redes sociales, Internet en general puede suponer un marco de influencia. Según un estudio de 2021, “News Media and Suicide: Using Big Data techniques to assess the long-term impact”, donde se analizaron los comentarios de diarios digitales españoles a través 37.263 artículos temáticamente relacionados con el suicidio, se concluyó que la cobertura de noticias “tiene un impacto en las tasas de suicidio”. De nuevo, las causas que denunciaba estaban en “la mala adherencia a los manuales” e insistía en que “es vital promover el cumplimiento de las pautas de informar y crear conciencia sobre el suicidio en la población en general para disminuir el número de muertes.”
“Está demostrado que hay una correlación entre lo que sucede en las redes sociales cuando se habla de suicidio y el aumento del número de tentativas de suicidios y de suicidios consumados en adolescentes”
Esther Blanco explicita aún más las críticas: “No atribuyo mala fe a nadie. Entiendo que los periodistas queréis que los periódicos se lean, pero creo que no se llega a comprender el impacto que puede llegar a tener una mala praxis en estos temas, como la publicación de una carta o la foto de una ventana por donde se supone que se ha tirado alguien. El método para suicidarse no se debe contar en la prensa. Es que luego están las redes sociales, ahí va todo. El caso de la chica y la carta sobre el bullying podría haberse aprovechado para hablar del bullying, de cómo afrontarlo, de cómo corregirlo, de cómo cambiar cosas, pero al final el sensacionalismo de la prensa hace que eso corra por las redes sociales y se digan barbaridades.”

Martínez Jambrina también pone el acento en las redes sociales. “En los medios de comunicación puedo ver noticias que me llaman más o menos la atención, que me gustan más o menos cómo las cuentan, pero no generan los efectos llamada o contagio que sí generan las redes sociales donde hay líderes, donde hay auténticos psicópatas que alimentan determinados debates. Está demostrado que hay una correlación entre lo que sucede en las redes sociales cuando se habla de suicidio y el aumento del número de tentativas de suicidios y de suicidios consumados en adolescentes.” Y añade: “El anonimato debería estar prohibido. Supongo que hay intereses económicos para permitirlo, pero el anonimato solo favorece este tipo de cosas.
¿La gente se suicida más ahora?
Según la Fundación para la Prevención del Suicidio, en España mueren por esta causa 11 personas al día. Los datos que proporciona el Instituto Nacional de Estadística (INE) muestran que en el cómputo general del Estado la mayor proporción de suicidios ocurre entre los adultos de 40 años a 59 años. También que es la primera causa de muerte no natural entre los jóvenes que tienen entre 14 y 29 años. En relación al número de suicidios hablan de 4003 fallecimientos por esta causa en 2021, lo que supone un incremento del 1,6% con respecto al año anterior. Es la primera causa de muerte externa, es decir dentro del conjunto de fallecimientos que no fueron por edad o enfermedad.

Esther Blanco es categórica: “No hay más suicidios ahora. Es uno de los mitos que están corriendo como la pólvora. Los años noventa fueron los de mayor suicidio en Asturias. La situación de ahora es la que mejor hemos tenido nunca. Puede haber de repente casos muy llamativos, como el caso de la carta del bullying o el de las niñas de Oviedo; puede haber ligeros picos algunos años; pero en el registro histórico que muestra el INE se ve claramente que no hay una tendencia ascendente como se está diciendo en muchos sitios.”
Martínez Jambrina también niega que haya una tendencia al alza que invite a hablar de alarma social. “La gente no se suicida ahora más. Las cifras desde hace cien años son bastante estables. Aunque es cierto que últimamente hay una cierta intensificación de las tentativas. Eso yo lo achaco a la influencia de las redes sociales. Es cierto también que en los últimos años ha habido un pequeño incremento en el número de muertes por suicidio, pero es mínimo, y más allá de que el suicidio es algo muy triste, no podemos hablar de alarma social ni de tendencia al alza”.

Por otra parte, este psiquiatra reflexiona sobre el suicidio en nuestra sociedad: “El suicidio ha estado siempre en nuestra cultura occidental. Tenemos a Werther, del libro de Goethe “Las penas del joven Werther”, que se suicida por amor; tenemos a Anna Karenina que se tira de un tren. Por no hablar de Romeo y Julieta que son idolatrados como grandes héroes del amor en la literatura y que son dos suicidas.”
¿Por qué se suicidan más lo hombres que las mujeres?
Esther Blanco también cree que se acaban visibilizando algunos casos de suicidio, pero no otros. Afirma que, “pese a lo que se está diciendo, la gente joven en Asturias no se suicida más”. Por el contrario, denuncia que el problema está en los hombres mayores de cincuenta, de sesenta, de setenta años. Los hombres de estas edades se llevan la palma en las cifras, pero eso no suele salir en prensa a no ser que haya un caso muy llamativo o un caso de homicidio de por medio. No digo que haya que olvidarse de la gente joven, pero hay un perfil, el del varón de edades avanzadas donde el suicidio se está dando más, y no se está hablando de ello.”
Las estadísticas son claras. Los hombres se suicidan más que las mujeres en cualquier rango de edad. Ambos profesionales de la salud mental coinciden en que la principal razón es una cuestión cultural. “Dentro de los estereotipos de funcionamiento social al hombre le ha costado siempre pedir ayuda”, explica Martínez Jambrina, “la mujer siempre ha tenido más capacidad para pedir ayuda y para mantener mejores relaciones sociales, algo que es fundamental.” Al mismo tiempo, este psiquiatra argumenta que la diferencia se está recortando: “Siempre ha habido alrededor de un 70% de hombres y un 30% de mujeres del total de suicidios. Sin embargo, ahora en Asturias está en un 63% para hombres y un 37% para mujeres. Durante mucho tiempo van a seguir suicidándose más hombres que mujeres, pero, como ya digo, con tendencia a reducir distancia.”
Blanco incide en que “la mayoría de las consultas psicológicas son solicitadas por mujeres. El perfil de la media es una mujer de 30 a 40 años. Son ellas las que piden ayuda para ellas mismas, pero también para sus hijos y sus parejas. Habría que llegar a esos varones, pero, sinceramente, parece que la prensa y las redes no se interesan por varones mayores que, por cuestiones culturales y de carácter, son más cerrados, menos accesibles, con menos aptitudes para la expresión emocional.”
Asturias cuenta con una población especialmente envejecida. Esta es una de las razones que, en opinión de Martínez Jambrina, explica que también que haya una tasa de suicidios más alta aquí que en otros lugares. Según el INE, mientras que la tasa nacional está en 8,6 y en comunidades como Madrid baja hasta el 5,1, en Asturias se sitúa en 12,8 personas por cada 100.000 habitantes. Todo esto en un país que cuenta con las tasas más bajas de Europa. “Además del envejecimiento también puede haber otros factores como son que en esta región hay una de las tasas de consumo de alcohol más altas; el clima; o la existencia de poblaciones que se mezclan menos que en otra partes. De hecho donde más suicidios hay en Asturias es en la zona que va de Pravia a los Oscos, en el interior de la región.” En cualquier caso, este psiquiatra opina que “hay que hablar de diferentes factores sin apuntar a uno en concreto”, y añade que “en términos numéricos la diferencia es cada vez más pequeña”, por lo que no cree que se pueda hablar de una alarma social en este aspecto.
Tanto Esther Blanco como Juan José Martínez Jambrina están de acuerdo en que, más allá de las críticas vertidas sobre las prácticas de la prensa, hay que poner en valor la función positiva que esta puede desempeñar en visibilizar un problema que ha sido estigmatizado por la sociedad a lo largo de los años. Una de las recomendaciones que subrayan los manuales realizados por el Ministerio de Sanidad, y con el que están de acuerdo estos dos profesionales de salud mental, es que las informaciones sobre suicidios deben ofrecer información de ayuda. Esta es una buena forma para terminar este reportaje. En caso de emergencia, riesgo inminente o intento consumado hay que llamar al teléfono 112. Ante señales de alarma hay que buscar ayuda en el entorno más cercano o en el centro de salud. Y, por supuesto, “las razones para vivir ayudan a superar momentos difíciles. Recuérdalas.”