Las promesas son la gasolina de una campaña electoral. He visto cómo ardía en los ojos de los candidatos mientras las pronunciaban con la fruición de un pirómano. También he visto cómo se apagaban tras la noche electoral después de que los resultados les arrojaran un jarro de agua fría. Aquellos hombres y mujeres que habían sido ejemplares ante millones de personas, se habían arrancado los ojos tras contemplar su fracaso ante el espejo, mostrando un rostro gris con las cuencas vacías. Se habían vuelto insoportables para ellos mismos. Lo ves en los candidatos de Ciudadanos. Debería estar prohibido que los fósiles hicieran campaña. Sería un craso error confundir unas elecciones locales con unas generales. Desde el lunes, en España vuelve a oler a napalm, pero sería insoportable tener que aguantar otra vez el peso de la estupidez nacida de un ensueño que no conduce a nada. Alguien podría terminar ciego ante ese espejismo si cree realmente que el resultado de las locales puede anticipar el resultado del 23 J.

El PP ha tomado un escaso 3% de distancia del PSOE, en una carrera de bólidos donde tan importante es el desgaste como los segundos que se pierden o se ganan en cada curva. Bildu, Mojacar y el estilo Ayuso. Esta es la gasolina del PP. Demasiado octanaje para tan poco rendimiento: sólo han permitido adelantarse al PSOE de Pedro Sánchez con un 31,1% de los votos. En la curva de Melilla, Núñez Feijóo y Ayuso tuvieron la tentación de cuestionar la limpieza del sistema democrático. Para entonces, ya habían desenterrado a ETA y a sus víctimas. El PSOE ha conservado el 28,1% de los votos. Sólo ha perdido 400.000 en toda España. Pere Aragonés y ERC, en cambio, han perdido 300.000 en toda Cataluña. Pedro Sánchez sabe que el fracaso puede ser el clímax de un drama, incluso cuando el fracaso se presenta sin paliativos. También sabe que un cadáver se enfría enseguida si ofreces algo que se pueda quemar mejor y más tarde ante los ojos impávidos de los votantes: por ejemplo, a tu peor adversario político. Las promesas son la gasolina de una campaña electoral y en España huele a napalm.
El 23J será la segunda vuelta de estas locales. El Frente Único de la Derecha, (PP con motor VOX) sólo suma, sobre la proyección de estas elecciones, un 38% del electorado, material insuficiente para alcanzar la mayoría absoluta. Necesitarán, para acariciarla, algo más que una enmienda al sanchismo y una ley que ilegalice a Bildu en su programa. El periodista Enric Juliana alertaba hace una semana de la agenda oculta del PP que pasa por la ilegalización de Bildu. Cuando parecía que esa calabaza había sido cerrada, Feijóo ofrece los votos de su partido allí donde sean útiles para que Bildu no gobierne. ¿Alguien cree que todos los votantes de estas elecciones sometieron a Pedro Sánchez bajo su escrutinio? ¿Quién puede pensar que en Chiclana votaron contra Otegi? Seguro que algunos, bastantes, simplemente, decidieron sobre la gestión de su alcalde o su presidente y es más que probable, viendo el elevado índice de abstención en algunos barrios de clase obrera, que muchos no fueran, ni siquiera, a votar. Véase el caso de Gijón.

De Magariños, la izquierda a la izquierda del PSOE salió debilitada. Del 28 M Podemos salió prácticamente muerta. Esta mañana, Yolanda Díaz registraba en el Ministerio del Interior un nuevo partido, Movimiento Sumar, al que le faltaba rock and roll el pasado 2 de abril y al que hoy le sobra una duda que pesa tanto como una lápida arrastrada en el cementerio. Todavía no sabemos si Podemos concurrirá bajo su marca junto a IU, Más País, Compromís y los comunes. El espacio a la izquierda de Pedro Sánchez se estrecha y Ione Belarra sigue sin comprender que tendrá que negociar su papel con todos y cada uno de los miembros de esa gran coalición para llegar a las 150 diputados. Las promesas son la gasolina de una campaña electoral. ¿Qué promete Ione Belarra? De momento, a ocho días de que finalice el plazo para registrar las candidaturas, no promete nada. Conviene respetar a Podemos, pero a medida que pasan los días, el partido que fundó Pablo Iglesias cojea tanto como el motor de un coche viejo. En Canal Red, a Yolanda ya se la compara con una culebra, citando a Pepe Mujica, pero bajo la melena rubia de la ministra de Trabajo lo que se oculta es una Medusa capaz de convertir en piedra a cualquier bandarra que le mire a la cara. Me lo dijo un veterano político, curtido en campañas: cuando entras en declive, montas una tele y esperas a que alguien te masturbe el rostro a besos, sonrisas y palmadas.