Manuel Menéndez ya es historia en Unicaja. El asturiano, llegado de Liberbank tras un proceso de fusión en el que extrañamente se cambiaron las tornas para que la minoritaria (Liberbank) acabase dominando sobre la mayoritaria (Unicaja), no cayó de pie en Málaga, y desde entonces se mantuvo en un equilibrio cada vez más precario que ha acabado por tumbarlo.
No congenió con los trabajadores, en guardia por su pasado al frente de Liberbank y de uñas ante el ERE que acometió nada más llegar; ni entre los políticos, alarmados al entrever la perspectiva de una Unicaja desmalagueñizada; ni en la sociedad, donde se constituyó una plataforma dispuesta a dar la batalla en los medios y en los tribunales frente a lo que interpretaban como un secuestro de la entidad por parte de Menéndez y Braulio Medel, su aliado andaluz ya caído.
CCOO pide poner fin a la “liberbankarización” de las relaciones laborales y una vuelta a un modelo que evite “formas de hacer autoritarias y unilaterales”
La noticia de su cese como CEO, confirmada este jueves, aboca a Unicaja, la quinta entidad financiera de España, a culminar una transición que empezó con la salida de Medel como presidente de Fundación Unicaja (máximo accionista del banco) el pasado septiembre. El cese será efectivo cuando se designe sucesor, un procedimiento que empezará “de inmediato”, según aclaró la entidad. Unicaja espera ahora “avanzar en la definición” de un “nuevo modelo de gobernanza” tras el periodo transitorio que siguió a la fusión con Liberbank.

Tras confirmarse, CCOO emitió un comunicado en el que pide poner fin a la “liberbankarización” de las relaciones laborales y una vuelta a un modelo que evite “formas de hacer autoritarias y unilaterales”.
La Junta de Accionistas que lo cambió todo
Se pone fin así a un periodo turbulento, iniciado cuando el 30 de julio de 2021 con la fusión entre Unicaja y Liberbank. Aquel acuerdo rubricaba una extraña estructura de poder, en la que Menéndez, CEO de Liberbank (el 40,5% de las acciones del nuevo banco), se convertía en el máximo ejecutivo de la entidad resultante. Ese desequilibrado reparto en favor de la minoritaria, sumado a una conflictividad laboral desconocida en la entidad malagueña, y a la posibilidad de que el banco acabase trasladando su sede y su peso social fuera de la provincia, generaron un notable descontento entre trabajadores, políticos y la sociedad malagueña, hasta mostrar la puerta de salida al directivo asturiano.

El cese se ha confirmado este jueves, pero la suerte de Menéndez estaba echada desde el 30 de marzo, cuando se certificó lo que ya se intuía: no solo no tenía el apoyo político o social, sino que había perdido también el de la mayoría accionarial de Unicaja Banco. Hasta entonces, contaba con los votos de la Fundación Unicaja (30,2%), pero la salida de la Fundación de su aliado Medel, acorralado por las sospechas en torno a su gestión, cambió las tornas.
Aquel 30 de marzo, Menéndez se tuvo que tragar un sapo: el representante de la Fundación pidió mantener el “legado” de la antigua Unicaja, basado en el apoyo financiero a familias y pequeñas empresas, el desarrollo de los territorios y el “adecuado clima laboral basado en el respeto de los derechos de los trabajadores”. Una frase que envuelve en terciopelo un mandoble a lo que estaba haciendo Menéndez. Además, tuvo que escuchar de un buen puñado de trabajadores que su modelo de gestión es malo para el negocio y para los empleados. No hubo diferencias entre el discurso de quienes proceden de la antigua caja asturiana y el de quienes estaban vinculados a la antigua Unicaja.
Aquel día, los accionistas rechazaron ratificar el nombramiento de los dos consejeros que él había propuesto, y aprobaron los cuatro provenientes de la Fundación, ya en manos del sector malagueño. Pero en realidad, eso era lo de menos: el discurso del representante de la Fundación, suave en las formas y duro en el fondo, era una enmienda a la totalidad que en la práctica lo inhabilitaba como CEO.
Desde entonces, la mayoría para su reelección era dudosa, y su propia continuidad quedaba en el aire, pendiente de que cualquier soplo le hiciera caer. Así ha sido finalmente, aunque todavía se desconocen los términos de su cese y qué cantidades percibirá como finiquito.
Ni políticos, ni sociedad, ni trabajadores
Menéndez, que se había traído consigo el modelo de Liberbank, no contaba con el apoyo político que tan bien viene para mantenerse en la cima de este tipo de empresas. En su día, Francisco de la Torre (alcalde de Málaga) o Juanma Moreno (presidente de la Junta de Andalucía) ya empujaron a salir a Medel. Envueltos en la bandera malagueña o andaluza, a conveniencia, advirtieron contra la tentación de trasladar la sede de Unicaja a Madrid o de reducir el peso de su actividad en la provincia. Una manera de decir, al fin y al cabo, que todo tenía mucho que ver con quién mandaba en la entidad, de dónde venía y, sobre todo, adonde iba.

Salvemos Unicaja también fue determinante. Con el liderazgo de Pedro Moreno Brenes, profesor y letrado del Tribunal Supremo, la plataforma denunció los tejemanejes de Medel hasta provocar la intervención del Ministerio de Economía.
Tanto los políticos como Salvemos Unicaja alertaban del riesgo de desmalagueñización, pero nadie puso tanto en cuestión su modelo empresarial como los propios trabajadores, que primero se enfrentaron a un ERE (saldado con 1.513 trabajadores menos y el cierre de 391 oficinas) y después a un cambio radical que afectaba a la implantación territorial, el servicio a clientes o las tareas. De un día para otro, les cambiaron de oficinas y hasta de métodos de atención al público. Las bajas por causas psico-sociales aumentaron. Los sindicatos advertían de que clientes de toda la vida no entendían qué estaba pasando, y los propios trabajadores tampoco.
La cultura corporativa importada por Menéndez y sus directivos (el 70%, según los sindicatos) chocaba con lo que Unicaja siempre fue: un banco con fuerte implantación en la sociedad malagueña y, particularmente, en zonas rurales, con una gran obra social y escasa conflictividad laboral. Probablemente, nada resuma tan bien esa desconexión como el plante de decenas de mayores ante la sede de Unicaja de la Avenida de Andalucía, para decir que, si les quitaban la oficina del pueblo, se llevarían su pensión a otro sitio. Semanas antes, la entidad les había dicho cuál era su nueva sucursal, a veces a kilómetros de distancia.
El cierre de decenas de oficinas no se revirtió, pero la marcha del CEO abre la posibilidad de un tiempo nuevo en el banco, que sigue estando saneado y tuvo 260 millones de euros de beneficio en 2022 (un 89% más). Menéndez ya dijo en marzo que había ejecutado el 85% de su “plan de sinergias”. La Unicaja que deja es diferente a la que se encontró, pero podrá evolucionar con unos criterios a los que en este tiempo ha impuesto contra el parecer de casi todos en Málaga.