Es domingo en Oviedo/Uviéu. Una pareja comparte lecho y mientras hacen el preceptivo control meteorológico confirman lo que por evidente no deja de ser poco habitual: hace sol. Este es un diálogo plausible entre amantes ociosas. “Oye, cari, ¿hace una playita?”, le dice una a la otra. Al otro lado del esquema comunicativo suena un “Puff” como respuesta, pero no olvidemos que el astro rey está ofreciendo hoy uno de sus rarísimos obsequios a Asturies. “Es que me da mucha pereza pillar el coche… ir a Xixón…”, porque esta persona es más ovetense que la tortilla de la Belmontina. “¡No, ho! Quita, decía de ir a la de aquí“. La pareja entonces se levanta, coge protector solar —”pilla crema, que siempre se te olvida”, diría una antes de salir—, unos bañadores y se suben en la línea G del TUA dirección Las Caldas, donde las aguas del Nalón susurran, incesantes, “báñate, báñate, báñate”.
Esto es un sueño pero ¿y si pudiera hacerse realidad? Está claro que no somos los primeros en imaginar una playa en Oviedo. Antes que este que os escribe lo hizo otro: Gabino de Lorenzo. Previo al tema que nos ocupa, repasaremos la historia de uno de los proyectos más emblemáticos del gabinismo. A mediados de los 90, el concejo se despertó con el felicísimo anuncio de una playa en el centro de la ciudad, más concretamente en el Parque de Invierno, aprovechando la ribera del Gafo —para lectores despistados: aunque no lo creáis, eso que separa el parque de calistenia de la Casona de la Montaña no es una trinchera de la guerra, tenemos un río, bueno, río—.

Como ya os podréis imaginar, la cosa no salió bien. Gabino no triunfó, pero eso no le detuvo y ante el mensaje de try again introdujo otra moneda en la máquina para que los tambores girasen una vez más. “Que Oviedo no tenga playa no es óbice para que no pueda tener un club náutico“. Se movilizaron algunos millones para que dichas instalaciones pudieran ser disfrutadas por los proyectados vecinos de La Manxoya —o quienes acuden a las zonas boscosas a tener encuentros en la tercera fase—.

Como ya os podréis imaginar, esto tampoco salió bien.
Cerramos paréntesis y volvemos a nuestra ensoñación bañista con perspectiva de clase. Pese a los fracasos precedentes, ¿es posible que Oviedo tenga playa? Lo cierto es que de manera informal, no son pocas las personas que se acercan al entorno de Las Caldas y Caces para darse un chapuzón en las aguas del Nalón. No obstante, para ello hay que introducirse por complicados y hasta peligrosos vericuetos o incluso transgredir la propiedad privada. Una vez allí, la yincana sigue, porque el empedrado tampoco hace idóneas la entrada o la salida. Y otro aspecto, el más relevante: ¿cuál es el estado de las aguas? ¿Nos podemos bañar sin riesgo de desarrollar una tercera pierna o coger fiebre tifoidea?
El Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico (MITECO) mantiene un censo de zonas de baño en España. Son espacios naturales en los que la Administración certifica, entre otras cosas, que no existe un riesgo objetivo para las personas. Actualmente existen 2274 aguas de baño censadas en todo el país, incluidas las playas costeras. El Principado acumula 72 de ellas. No obstante, solo 290 son interiores —fluviales, lagos…— y ahí a nuestra pequeña autonomía no le toca ninguno. Esto no quiere decir que no haya lugares donde las personas se bañen habitualmente o incluso piscinas fluviales propiamente dichas, como la de la Presa del Molín en Cangas del Narcea.
No solo somos una comunidad ribereña, sino que la mayor parte del territorio está muy cerca del mar. Otros lugares no comparten esta condición, por no tener mar o por ser extensas o estar mal comunicadas por su orografía. En esos lugares más alejados del inmenso azul es donde más presión ha habido para convertir masas de agua dulce en zonas de baño. La alta afluencia de bañistas obliga a las autoridades a intervenir, ya sea para proscribir el remojo o para garantizar que este se da en condiciones óptimas, es decir: control de la calidad del agua y adecuación del espacio.
Castilla y León —la Bolivia de España, a la que se le negó salida al mar una vez Cantabria fue extirpada de sus dominios— o Extremadura cuentan con multitud de playas fluviales. Ejemplos pueden ser la famosa Playa de Valladolid, con entrada de arena, o el Lago en Jaraíz de la Vera. Si nos vamos al extranjero encontramos la experiencia playística en Austria, uno de los 44 Estados sin litoral que existen en el mundo —suponen aproximadamente una quinta parte de todos los Estados, the more you know—. Viena cuenta con una playa fluvial de acceso de pago.

Para Asturies, Cantabria y Euskadi, el órgano competente en la gestión de las aguas es la Confederación Hidrográfica del Cantábrico. Son quienes controlan la calidad de las aguas. El Nalón es un río complicado, recorre muchas poblaciones con importantes núcleos de población, varios antes de llegar a Oviedo, por lo que la presión ejercida sobre él es intensa. No obstante, lleva mucho caudal y por tanto es capaz de diluir muchos elementos contaminantes.
A la hora de establecer una playa fluvial, debe buscarse y analizar el punto justo en el que se quiere hacer, prestando atención a lo que ocurre aguas arriba y aguas abajo: no se debería promover el baño bajo un punto de vertido o inmediatamente antes de zona de captado de aguas.
La Confederación edita un informe del Programa para determinar la calidad de las masas de agua. De acuerdo con los últimos datos disponibles, publicados en 2021, el paso ovetense del Nalón “no alcanza un buen estado e incumple los requisitos para las aguas de consumo” por la presencia de macroinvertebrados —insectos y otros organismos— que no deberían estar en esa masa de agua, pesticidas e hidrocarburos.
Los datos que devuelve el análisis que se realiza en la estación del Palomar no aclaran la procedencia de estos males, aunque todo apunta a la presión ejercida por la ganadería extensiva. Correlación no implica causalidad, pero algunas organizaciones ecologistas han denunciado el uso de algunos pesticidas con cipermetrina en explotaciones ganaderas. Este biocida fue aprobado por la Unión Europea en 2018, aunque, actualmente, la Comisión Europea trabaja un cambio de rumbo por el que se prohibiría el uso de esta sustancia junto a otras tras recibir un dictamen negativo de la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA).
Hay que tener en cuenta que las llamadas “aguas de baño” no son un mero indicador turístico, sino una categoría protegida que se somete a rigurosos controles y análisis específicos que el informe de la Confederación no realiza si la masa de agua en concreto no se considera “de baño”.
Sí, igual que el doctor Martin Luther King Jr. y que Gabino de Lorenzo, yo también tengo un sueño. Sueño con el día en que mis hijos puedan caminar de la mano por la vera del Nalón, en bañador y fanequeras, dispuestos a darse un chapuzón para luego tumbarse a la bartola con un daiquiri de fresa. No obstante, para que eso ocurra es necesario poner medios para analizar la calidad del agua y el impacto que puede producir la mano humana —y los pies y los culos— en el cauce del río.