No está aún claro que Alberto Núñez Feijóo vaya a estar presente en la mani de Madrid ni mucho menos en la de Barcelona. Las armas contra las amnistías las carga el diablo. En estos momentos, es el PP, ni siquiera Vox, el partido dispuesto a defender una España que interesa rota, o mejor dicho, las viejas dos Españas, todo muy siglo XX, la España la nacional-capitalista por un lado y la que se agiorna de social-felipismo por otro, desde que han echado a Nico Redondo Terreros del PSOE. Feijóo, como José María Aznar, como Isabel Díaz Ayuso, están abonados a la contrabarrera nacional, alimentando una nostalgia bipartidista, muy siglo XX, ya digo, que los mantenga vivos hasta la falsa investidura.
Lo cierto es que la derecha del PP vive un dualismo trágico y helénico: el dualismo Feijóo-Ayuso se escenificará vivamente después del fracaso del Presidente del PP en el Congreso. Que Feijóo va por un lado y Ayuso por otro, que tenemos un PP bifronte, con dos caras, como Jano, ya lo sabíamos. Cuando una mira hacia la investidura, la otra apunta hacia Génova, con un estilo caprichoso, cursi y enfangado en un delirio de Madrid. Cuando Feijóo mete gol y logra ganar las elecciones, Ayuso se viste de rojo para levantarle la victoria desde el balcón del partido. Cuando Ayuso dice que irá a la manifestación de Barcelona el 8 de octubre, Feijóo resta importancia a la convocatoria y ya nadie sabe quién cojones convoca ni tampoco para qué otra manifestación en Madrid el próximo día 23. O sea, que a lo mejor tenemos a Cánovas y a Sagasta, en versión Abbot y Costello, funcionando y no nos habíamos enterado. Escucharles hablar es como pensar en dos maquiavelos de café.

A mi, este protagonismo relámpago entre Feijóo y Ayuso me aburre, empeñados en ser el español o la española del año. En cambio, el de Aznar sigue siendo un protagonismo terrorífico, con un rumor de tanques y un redoble de fusiles que mete miedo a cualquiera. Ha intervenido esta semana anunciando el apocalipsis, como un heraldo negro, ha convocado una mani en Barcelona, ha puesto patas arriba su partido. Su discurso golpista, amenazante y áspero, ha conseguido apelmazar las últimas declaraciones de Felipe González o Alfonso Guerra. El rey de la derechona sigue siendo el príncipe feo de todas las derechas. Por donde habla, nunca más vuelve a crecer la hierba.
Mentras tanto, Pedro El Guapo se enseñorea delante del presidente de la CEOE, Garamendi, y proclama que la única investidura de verdad verdadera será la suya, allá por octubre. Al Ibex, allí presente, se le han caído las bragas este viernes cuando el Presidente se ha dirigido a todos ellos con una determinación que cortaba el aire. Seducidos por Sánchez y hartos de tanto dualismo, los capitalistas de Antonio Garamendi no tienen otra que fiar sus euros al devenir próspero de Nadia Calviño.

A la par, Ortuzar (PNV) y Puigdemont se han reunido en Waterloo para hacer ejercicios espirituales. El pasado domingo, el Secretario del PNV advirtió al PSOE de que las cosas no saldrán si Sánchez no alcanza el acuerdo con PNV y Junts. Adelantó que la legislatura sería “distinta”. Y hubo una omisión importante: ni Bildu ni ERC parecen importar demasiado al nacionalismo de la burguesía. “Tiene que haber una cierta concertación, un cierto entendimiento de cómo ordenar esto entre Sánchez, Euskadi y Cataluña”. Ortuzar habla e ignora con una claridad desconcertante. Toda la burguesía vasca lo hace.