* [Este texto fue elaborado originalmente como pregón de las Fiestas del Cristo de la Paz]
Buenas tardes, ilustrísimas autoridades del Ayuntamiento de Mieres, señor alcalde y por encima de todo amigo, concejalas, concejales de los que tanto he aprendido, vecinas y vecinos a los que tanto os debo.
Es para mí un inmenso honor pero también un reto y una mayúscula responsabilidad poder dar el pregón en las Fiestas del Cristo de la Paz, en el lugar que me vio crecer, donde se forjó mi personalidad o carácter- lo que los griegos llamaban ethos-. Porque si “la verdadera patria del hombre es la infancia”, como consideraba el poeta Rilke, esta es mi patria, Turón. Y si cada uno es responsable de su destino, de su daimón, de esa especie de voz interior a la que todo el mundo escucha y obedece, segúnel mito de Er con el que finaliza Platón su República, esa voz que escucho y yo obedezco surge de los forestados pliegues cubiertos de hayas, robles y castaños y merodea por los restos de un pasado de hulla, familias trabajadoras y dignidad que conforman la orografía e historia de este nuestro valle de Turón.

Un pasado que -como intentaré explicar en mi breve discurso- ha de ser savia y motor de nuestro presente y futuro. Sólo si arrimamos el hombro y ponemos el cuerpo, si dejamos aparcadas cualquier tipo de diferencias superfluas (de siglas o banderías), si peleamos colectivamente para que todas las instituciones, desde la primera a la última, desde la más remota, sita en Bruselas, a las más cercana, en la Plaza Constitución, pongan todo su empeño para que el Valle de Turón despliegue sus inmensas potencialidades (industriales, memorialistas, gastronómicas, senderísticas).
Pero, atención, reparemos en algo absolutamente crucial: el futuro también es un estado de ánimo, un sentimiento: hay que creérselo. Hay que saber que Turón no es cualquier lugar, no es cualquier pueblo. El documento más antiguo de Turón tiene 1166 años de edad y corresponde al testamento del rey Ordoño I, por el cual, entre otras disposiciones, dona a la Basílica del Salvador “las iglesias de San Martino de Turón, de San Andrés y de los santos Justo y Pastor en Polio”- como estudió Manuel Jesús Lopez “Lito”-. Y de manera destacada, Turón fue “el eje geográfico y geológico del fenómeno industrial que mayor repercusión habría de tener en la conformación de la moderna historia de Asturias y por ende de España”, en certera reflexión de Ángel Ortega.
Vayan, por cierto, mis palabras de agradecimiento a todas aquellas ilustres personalidades del valle que se han dedicado a la encomiable y necesaria tarea de trazar su historia, nuestra historia. Estoy pensando ahora también, entre otros, en Juan Carlos Vega, siempre dispuesto y amable, sin darse importancia alguna al tiempo que capta fotográficamente hechos y ceremonias únicas. Porque la historia es magistra vitae, maestra de la vida, como enseñaba Cicerón.
De ahí que Turón sea cuna del movimiento obrero, de un conjunto de hombres y mujeres (estas últimas, desgraciadamente, siempre olvidadas) que empuñaron los valores de la igualdad, de la solidaridad, de la libertad; que trabajaron por un futuro para sus hijos, para su gente, conscientes de que nadie es más que nadie. Que lucharon por su reconocimiento (colectivo e individual- pero nunca individualista-), por la emancipación de la parte que quienes nunca tienen parte.
Lo mostró el filósofo Hegel, maestro de otros tantos, en el siglo XIX y, por cierto, así lo trasladaba humildemente yo en mis años de profesor particular en Turón; primero casa por casa, desde Cabojal hasta la Rebaldana- tiempos en lo que viví de primera mano la hospitalidad y el cariño con el que siempre me habéis tratado los turoneses-, y posteriormente aquí al lado, en la academia de María Amor, Mari, quien con su bondad infinita y su generosidad inquebrantable (algo que le viene de familia) me permitió que impartiera clases con ella.

Decía que lo explicó Hegel: los amos viven de la fuerza de trabajo (del esfuerzo, de la energía que absorben como vampiros) de aquellos que someten como esclavos, pero su esencia está en lo inverso de lo que quieren ser, porque dependen entonces de aquellos a quienes dominan. Es por eso que los dominados siempre tienen posibilidades para rebelarse, demostrar la arbitrariedad de su servidumbre, romper su cadenas y ser dueños del destino -que no existe-, de ese daimon al que hace poco me referí y que de seguro todavía recorre las sendas, caminos y caseríos de Turón.
Y esta es una lección esencial que está inscrita en las entrañas de Turón y también en las nuestras: nunca, nunca, debemos resignarnos. Podemos ser dueños de nuestro destino justamente porque el destino no está escrito. La historia la escriben los pueblos, en el discurrir de la vida cotidiana (de lo que Unamuno llamó “intrahistoria”) y en la irrupción de los acontecimientos más revolucionarios.
Nunca participemos, por tanto, de las tres erres infernales del rencor, la resignación y el resentimiento. “Sedulo curavi, humanas actiones non ridere, non lugere, neque detestari, sed intelligere”, decía uno de mis filósofos favoritos (junto a Platón y a Marx), el judío Baruch de Spinoza: “Procuré a menudo no reírme de las acciones humanas, ni lamentarlas, ni detestarlas, sino entenderlas”.
Y no se entienden estas fiestas ni el pulso por mantener viva la llama de Turón, esa luz de las lámparas de minería (como las más de 300 que otro altruista turonés, José Luis Gómez Vegas, por mediación de la Asociación Cultural y Minera Santa Bárbara, donó al Ayuntamiento de Mieres en 2017) sin el denodado esfuerzo del tejido asociativo del valle: Mejoras del Valle, Club Deportivo Turón, Club de Gimnasia Rítmica, Escudería Turón Arráss, todas las asociaciones vecinales y hosteleras … sin olvidar, por supuesto, la importancia sociológica de la Plataforma Juvenil (qué urgente es que adquiera nuevamente vigor) o del Coro Minero de Turón, donde tantos seres queridos tengo, como Ginio, padre a su vez de uno de mis mejores amigos, pero sobre todo y lo que es mucho más importante, uno de los mejores escritores que existen en la actualidad en lengua castellana y llingua asturiana: el cantante y poeta Alfredo González. En síntesis, quiero mostrar mi admiración más sincera por la infatigable labor de todos los colectivos sociales que hacen que Turón sea algo más que óxido y memoria.
Pero hoy, ahora, deseo detenerme un momento para dejar patente mi emocionada y sincera gratitud a una sociedad de festejos y a un grupo humano que si no existiera habría que inventarlo: a SOTUFE. Gracias por organizar unas fiestas tan estupendas como las que hoy, en una nueva edición, arrancan. Unas fiestas en las que acertáis, a mi juicio, a conjugar lo popular con la calidad, lo lúdico con el rigor; donde maridais música en la calle, micrófono abierto en ristre, rutas guiadas, gastronomía, folclore…en suma, donde concebís la cultura popular como eje vertebrador. Y en eso, por supuesto, no puedo más que felicitaros.
Gracias Gema, gracias Mario, gracias Ana María, gracias Pablo, gracias Juan Carlos, gracias Iván, gracias Luis…gracias a todos los socios por vuestra empresa titánica. Gracias Manolo, Mariñas, por tu camaradería, por apoyarme siempre, en las duras y en las maduras. Gracias Juanjo, porque pocas personas hay tan volcadas con su pueblo como tú. Quiero que sepas que el recuerdo de Faustina, tu abuela, viaja conmigo a cada lugar al que voy, porque de ella aprendí el tesón, eso que ahora llaman resiliencia y el compartir a cambio de nada. Creo humildemente que Turón le debe todavía un homenaje.
Y gracias a Sara y a Violeta porque sois literalmente el futuro. Un futuro con asociaciones lideradas por mujeres empoderadas, valientes, que erradiquen lo que Kate Millet reconceptualizó como patriarcado– el hecho innegable de que donde se acumula poder, orden o mando, casi siempre hay un hombre-. ¡Se acabó! Vuestros aciertos serán los aciertos de este valle.
Sinceramente, no sé si me merezco ser pregonero de un pueblo con una historia tan notable, un paisaje tan sublime y un paisanaje tan magnánimo como Turón. De aquí son algunas de mis amistades más preciadas, de aquí son algunas de las personas a las que querré toda mi vida. Lo que he podido ofrecer a este valle se circunscribe fundamentalmente a ocho años en el Ayuntamiento de Mieres como concejal de cultura, festejos, empleo, turismo, participación ciudadana…y todo lo que fuera proponiendo Aníbal (nunca supe decir que no, y menos a él).
Pero lo que sí es que, con errores y aciertos, di la cara por este pueblo, en todos mis proyectos puse el corazón, mis alegrías y también mis lágrimas. “Serán muchas las hojas, pero raíz hay una sola”, decía el poeta irlandés Yeats. Y la mía es Turón. Sentí rabia e impotencia al comprobar cómo determinadas instituciones o entes, tanto públicos como privados como mixtos (a buen entendedor, pocas palabras bastan), anteponían criterios económicos a la prosperidad de Turón. Viví en mis propias carnes el agravio comparativo de que los fondos mineros y otros recursos siempre acabaran aterrizando en otros territorios limítrofes a nuestro concejo. Nunca en Turón. Tengo para mí que, cuando, con cierta perspectiva, se escriban las últimas décadas del valle de Turón, la historia será implacable con algunas instituciones y autoridades.
En este punto, haré mi particular balance de la situación. Quien me conoce, sabe que no tengo pelos en la lengua porque no me debo a nadie. Desde el respeto, me resulta imperativo expresar mi parecer.
A nadie se le escapa que Asturias -y Turón consecuentemente – sufrió un proceso de desindustrialización que generó un nivel de desempleo atroz, repercutiendo gravísimamente en la forma de vida de nuestros territorios. Pero esto no fue lo peor. Lo calamitoso es que no fructificó ninguna alternativa de reconversión industrial. Buena parte de los fondos mineros nunca llegaron a nuestra comunidad y otra parte no se supo materializar en proyectos solventes que reflotasen nuestra industria, generando valor añadido y empleo de calidad.
Lo que se logró, eso sí -en esto fuimos campeones-, es que determinadas empresas cazasubvenciones -de cuyos nombres no me quiero acordar- fueran beneficiarias de fondos europeos sin ninguna cláusula social de mantenimiento en el territorio, ¡de tal manera que estas pillaron el dinero y se largaron! Toma el dinero y corre, como reza el título de la divertida ópera prima del cineasta Woody Allen. Lo que ocurre es que, en nuestro caso, no fue un motivo de diversión, sino más bien una farsa y también una tragedia.
De saldo, nos quedan polígonos vacíos en manos de un montón de bancos que, quizás me equivoqué, creo están más preocupados por aumentar su capital y patrimonio que por el futuro del valle.
De resultas, en fin, se produjo una situación de declive, malestar social y desmoralización- con una economía terciarizada, con altas tasas de temporalidad y fragmentada- de la que todavía nos estamos sacudiendo o recuperando (parece que el “nos estamos recuperando” y el “ahora es el momento” son eternos).
Pero no hay que enquistarse en el pesimismo. Turón se merece un verdadero proceso de reindustrialización. Podemos recuperar la musculatura industrial que haga que nuestro pueblo vuelva a ser un referente no solo económico, sino también social, moral y cultural. Sabemos dar ejemplo.
Algunos dicen- desde un cierto Aristóteles hasta Winston Churchill, pasando por Otto von Bismarck– que la política es el arte de gestionar lo posible. Por contra, yo considero que la política consiste en la capacidad de hacer posible aquello que nos dicen que es imposible.

En este sentido, propongo, entre otras y por mor de la brevedad, algunas medidas que acaso pudieran revitalizar el valle: en primer lugar, continuar con la rehabilitación del PZSB, primer pozo minero declarado Bien de Interés Cultural (BIC) en España, para que se consolide como un centro dinámico de experiencias pionero en el país, a través de la realización de intervenciones artísticas en la sala de compresores, con figuras de prestigio internacional (como Anthony McCall, Herminio o Regine Schumann, que ya han pasado por aquí). En segundo lugar, recuperar una subplanta del pozo y aplicar en ella realidad aumentada y virtual. Por último, pero no menos importante, hacer un lifting en las salas de extracción y rehabilitar el economato- el único que se conserva con la singularidad de su tipología en toda Asturias- para convertirlo en un espacio de innovación e investigación culinaria y en el sector de los videojuegos, la principal fuente de ocio de la juventud en la actualidad. Las gastroveladas celebradas en nuestro entorno minero, destacadamente en el Pozu Espinos, que entonces denominamos Bocamina- gracias especialmente a la inteligencia y brillantez de Marcos Cienfuegos-, pueden alumbrarnos el camino, si es que se mantiene el interés. Y todo esto, renovando nuestra red de senderos, convirtiendo Turón en otra cabecera turística del concejo, aprovechando el transporte público y atrayendo proyectos de producción de bienes de equipo.
Si todos los agentes reman en la misma dirección (partidos, sindicatos, asociaciones, el campo empresarial, etc.) podemos lograrlo. Insisto: sin ser ilusos, pero hay que creérselo. Conociendo nuestra historia, sobran motivos para la esperanza. Pero no hay tiempo que perder. Necesitamos reconciliar la razón de los sentimientos y los sentimientos en las razones. “Mi sentimiento es ceniza de mi imaginación y yo dejo caer la ceniza en el cenicero de la razón”, poetizaba Fernando Pessoa.
Por eso debemos huir de la melancolía, porque idealiza el pasado, nos paraliza y no nos permite pensar en perspectiva de presente y futuro. Las iniciativas colectivas han de ser concebidas desde una dimensión opuesta: no como una reverberación de lo que existió, sino que, partiendo del orgullo de lo que fuimos, de nuestra tradición, deben pergeñarse alternativas novedosas, irruptivas. De lo que se trata no es de resistir, yendo a la zaga, conformándose con migajas, sino de re-existir- que diría Rita Segato- de hacer posible- reitero- lo que nos dicen que es imposible.
Si me lo permiten, quisiera evocar, en los últimos compases de mi intervención, la figura de la persona que para mí ha sido un ejemplo a lo largo de toda mi vida: mi abuelo Antonio Ponte Freire. Un gallego, hijo de madre trabajadora en una fábrica de huevos y quesos, que tuvo que salir de Vilagarcía de Arousa y buscarse la vida cuando su padre murió. Aquí se hizo minero y conoció a la que luego sería su mujer, mi abuela Maruja, campesina de Cabojal, en una pensión. En Cabojal, por cierto, descubrí yo eso de la felicidad y de la libertad. Por eso no puedo suscribir los versos de Félix Grande, según los cuales “Donde fuiste feliz alguna vez / no debieras volver jamás”, porque a Cabojal- donde vive la parte más importante de mi familia y a la que más quiero, mis tíos y mis primos-, vuelvo y volveré.
Y en Cabojal (él matizaría que en el Barrio Chino) también conocí a una de las personas más especiales en mi vida y uno de los mejores amigos, Daniel Vital, con el que siempre repetiré los versos de Miguel Hernández: “A las aladas almas de las rosas del almendro de la nata te requiero, que tenemos que hablar de muchas cosas, compañero del alma, compañero”. De Cabojal también quisiera destacar la importancia que tuvieron para mí mi tío abuelo Gerardo y mi tía abuela Gelinos, que tanto me cuidaron y protegieron. De ella, de Gelinos, recogí la pasión por los libros. De él, quizás, la picaresca, siempre tan española.
Pero no me quiero olvidar de mi parte paterna. Desciendo igualmente de un abuelo minero, Secundino, quien dejó de serlo durante seis años para trabajar como escribiente en la Guardia Civil, y más tarde trabajaría en la lampistería del Pozu Santo Tomás, en Hulleras de Turón. Desgraciadamente, no lo pude conocer, pero de él todo el mundo dice que era una magnífica persona. Su mujer, mi abuela Betsabé, fue maestra en el Riquixu, Villapendi y La Veguina y era también una mujer lectora. A ella le atribuyo mi vocación docente.
Quiero en último término dar las gracias a mis padres, Juan y Mari, por aguantarme y hacerme llegar hasta aquí. Por animarme finalmente a estudiar Filosofía (lo cierto es que al principio debían de pensar que estaba loco, pero cuando vieron que todo el día, insistentemente, estaba leyendo a Platón, a Aristóteles o a Kant, al final lo entendieron- lo que no sé es si siguen pensando que estoy loco-). También gracias a ellos pude estudiar música (no en vano mi padre, maestro y componente de los Master Soul, sigue ensayando con sus amigos todos los miércoles en les escuelines del parque, donde por cierto yo fui a parvulitos. Llegados a este punto, me gustaría tener un recuerdo para nuestro querido Juan Lusi Varela, fallecido hace tres años, pero cuyo recuerdo conservamos indeleble en nuestra memoria).
Pero, sobre todo, gracias por recordarme siempre mis raíces, de dónde vengo, y por hacerme sentir orgulloso de ser de Turón, de su historia, de su gente. Hasta el último día de mi vida lo llevaré a gala y lucharé en la medida de mis posibilidades por nuestro futuro, un futuro en común.
“Raíces, pero que las alas arraiguen y las raíces vuelen”, como escribía Juan Ramón Jiménez.
Y ahora, a disfrutar de las fiestas.
¡Puxa Asturies!
¡Puxa Turón!