Arqueólogos, detectoristas, youtubers y expoliadores: “Tienen una concepción muy egoísta del patrimonio”

El uso de detectores de metales para buscar objetos arqueológicos es una práctica al alza en Asturias que preocupa a las administraciones y a los profesionales de la disciplina

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Bernardo Álvarez
Bernardo Álvarez
Graduado en psicología y ahora periodista entre Asturias y Madrid. Ha publicado artículos en ABC, Atlántica XXII, FronteraD y El Ciervo.

En el argot del mundillo arqueológico los “detectoristas”, “piteros” en un sentido más despectivo, son los aficionados que salen al campo con detector de metales en busca de objetos históricos enterrados. Los más benévolos entre los profesionales de la arqueología hacen distinciones, y conceden que los hay que se dedican a ello por afición y con cierto desconocimiento de las consecuencias de sus actos, mientras que otros se dedican conscientemente a expoliar yacimientos arqueológicos para vender sus hallazgos en el mercado negro.

El asturiano Virgilio García tal vez sea el detectorista más conocido de España. Su canal de YouTube, Detección Metálica, tiene más de 4 millones de suscriptores y sus vídeos alcanzan habitualmente los cientos de miles de reproducciones. García, que no ha respondido a los mensajes de este periódico, es objeto de numerosas críticas por parte de arqueólogos profesionales e investigadores académicos. Estos acusan al youtuber de popularizar un hobby que, según cómo se practique, puede rozar la ilegalidad, y de no fomentar buenas prácticas entre los aficionados.

La última polémica ha tenido lugar esta última semana a raíz de un vídeo de García prospectando en una antigua hacienda esclavista en Uruguay. “Ha arrasado el yacimiento arqueológico (…) No respetan nada”, le afeaba en redes sociales el arqueólogo Alfredo González Ruibal. Otros profesionales de la arqueología que trabajan para el Principado de Asturias, y que prefieren permanecer en el anonimato, también han manifestado su malestar con el modus operandi de este detectorista.

García también se defiende y contrataca, y el verano de 2022 subió a su canal un vídeo en el que exponía los motivos por los cuales había presentado una denuncia contra la consejería de Cultura del Principado. El youtuber acusaba a la consejería de Cultura, a los arqueólogos y técnicos de los yacimientos y a las empresas encargadas de los trabajos de supuestos delitos contra el patrimonio histórico y apropiación indebida de piezas arqueológicas.

Por esas mismas fechas-junio de 2022-la diputada autónomica de Izquierda Unida, Ángela Vallina, le preguntaba en sede parlamentaria a Berta Piñán por este asunto. En su respuesta, la Consejería de Cultura reconocía carecer de algún informe que cuantificase el impacto de los detectoristas en la región, pero sí detallaba que en los tres años anteriores se habían incoado nueve expedientes sancionadores por esta cuestión. Ya en 2016, los datos de la Guardia Civil apuntaban a Asturias como una de las comunidades autónomas que más sufren el expolio arqueológico, junto a Andalucía, Galicia, Murcia y Castilla y León.

“En Andalucía o Extremadura es un problema urgente desde hace décadas”, explica Patricia Suárez, presidenta de la Asociación Profesional de Arqueólogos de Asturias (APIAA), “y en Asturias es algo cada vez más preocupante. Quizás se debería haber empezado a trabajar antes, y no ahora cuando ya lo tenemos encima y nos pilla un poco de repente, quizás por la repercusión que tienen las cosas de este chico”. Este chico, por supuesto, es Virgilio García.

“El problema que hay con los detectores”, resume Suárez, “es el desconocimiento de la gente sobre lo que es nuestra profesión. Es esa percepción del buscador de tesoros que nada tiene que ver con la realidad”. Para una arqueóloga, continúa, lo importante no es la pieza en sí misma, sino el contexto en el que se encuentra, que es lo que suele ser destrozado por los aficionados con detector de metales: “Lo relevante es analizar lo que hay alrededor de un objeto para poder explicarlo e interpretar esos restos. Alrededor de un objeto metálico puede haber otros materiales tanto o más importantes, como cerámicas, telas, cuero o restos biológicos. Una extracción inadecuada destruye una parte de esa información. Las piezas por sí mismas ya son bien conocidas, y no aportan una gran información”.

APIAA dedica buena parte de sus esfuerzos a la divulgación del conocimiento arqueológico con la esperanza de que, de esa forma, se vaya atenuando el problema del detectorismo. “Damos muchas charlas en colegios y, cuando explico este tema, pongo el ejemplo de que es como un libro al que le faltan páginas o le han arrancado una parte y no eres capaz de entender el mensaje completo”.

Museo Arqueológico de Asturies.

Suárez lamenta que “mucha gente entiende estas actividades como algo inocuo e inofensivo”, y piensa que parte de la culpa es de la prensa: “Cuando se dan esas noticias sobre espectaculares hallazgos no se dice que son fruto del expolio arqueológico y de una mala praxis. No es un hallazgo, porque se va buscando algo activamente, y eso es lo que hay que intentar atajar”. En resumen, concluye Suárez, “falta mucho trabajo por hacer para concienciar de que no es una actividad inocua”.

El historiador y arqueólogo Fon Sánchez es la persona detrás de Astures.es, una web de divulgación sobre la historia de nuestra comunidad. Sánchez tiene muy claro que “los detectoristas provocan un perjuicio. Por lo menos los malos detectoristas, que intervienen en sitios ya catalogados o protegidos. Eso no deja de ser un expoliador. Otra cosa es el detectorista que tiene la afición y va a la playa a buscar lo que sea. Creo que se deberían distinguir esas dos figuras, porque hay gente que incluso ya tiene vendidas las piezas antes de sacarlas, y eso es delincuencia pura y dura. Tienen una concepción muy egoísta del patrimonio”.

Y es que cuando un equipo de arqueólogos interviene un yacimiento “no lo hace en beneficio propio, sino de toda la comunidad, porque es conocimiento científico. Lo contrario nos priva de una parte de nuestra historia, que nos pertenece a todos. Hay un argumento que usan mucho los que defienden a los detectoristas, y es que para que tal pieza esté en una caja de un museo, mejor se la quedan. Pero si tú entregas esa pieza a un museo cualquier investigador puede acceder a ellas. Es un argumento que es consecuencia del desconocimiento de la gestión del patrimonio”.

Bajo su punto de vista “no habría que demonizar tanto, sino educar. Hacer más hincapié en enseñar a la gente qué tiene que hacer si encuentra un resto arqueológico con un detector, que es algo que está muy definido en la Ley de Patrimonio. Puede ser que no se tenga mala intención, pero aun así provocar un perjuicio. En Astures.es, de hecho, una de las primeras cosas que hice fue publicar un artículo explicando qué hacer si encuentras algo”.

La concienciación es prácticamente el único camino posible, pues “es imposible tener vigilados todos los yacimientos que, en el caso de los castros, suelen ser recónditos y estar alejados de vías de comunicación”. En otras comunidades, explica, existen mapas de acceso público donde se especifican todos los yacimientos protegidos de la zona y su nivel de protección. De ese modo, los detectoristas pueden saber a qué lugares no deben ir a prospectar: “En Asturias no tenemos nada parecido. Aunque eso también puede ser problemático, porque puede ser un mapa para los expropiadores”.

Para Sánchez “las administraciones deben tener un poco de visión en cuanto a no demonizar a la gente que entrega materiales, porque los hallazgos casuales existen. Otra cosa es al que roba: a ese, sin tregua”.

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