La Curtidora: un ejemplo de recuperación del patrimonio industrial en Avilés

La rehabilitación de esta vieja fábrica ha permitido unir el éxito económico a la preservación de la memoria e identidad industrial.

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Ismael Juárez Pérez
Ismael Juárez Pérez
Graduado en Periodismo. Ha escrito en La Voz de Avilés, Atlántica XXII, El Norte de Castilla y El Salto. Fue coeditor y redactor en la revista de cortometrajes Cortosfera.

El derribo de las chimeneas de las baterías de cok de ENSIDESA tiene mucho de emocional para los habitantes de Avilés. Con su desaparición, se va el perfil de una ciudad que los avilesinos han conocido durante siete décadas. Incluso entre los que están a favor de su derribo, casi nadie niega cierta tristeza por la decisión de haber abandonado la opción de la rehabilitación para nuevos usos.

Economía y empleo frente a identidad y memoria parecen haber sido los dos lados del debate. Como si no hubiera forma de reconciliarlos de forma satisfactoria. Sin embargo, Avilés sí cuenta con un ejemplo emblemático que en su momento consiguió aunar ambas sensibilidades en un proyecto de rehabilitación industrial que ha resultado ser exitoso y motivo de orgullo en la ciudad: La Curtidora.

Ubicada en los límites del barrio residencial de Versalles, esta construcción se erigió en 1902 como la fábrica de curtidos Maribona sobre otra anterior que había sido construida en 1820. Perteneció a una poderosa familia indiana de la época que le dio nombre y que, excepcionalmente entre aquellos retornados de Cuba, llegó también a crear una naviera y un banco y a jalonar con diversas mansiones de estilo indiano las afueras de la ciudad, algunas de ellas ya desaparecidas o en estado ruinoso. Un pequeño imperio avilesino y asturiano que a lo largo de las siguientes décadas del siglo XX entraría en declive.

“La Curtidora olvidaba la austeridad típica de los edificios industriales que se hacían en Asturias en aquel momento, de forma que La Curtidora destacaba por sus colores y por un eclecticismo que combinaba elementos y formas de diferentes épocas.”

No se sabe con certeza quién fue el autor de la fábrica de curtidos Maribona. Hay historiadores que atribuyen el diseño a un ingeniero. Otros afirman que en realidad los planos fueron realizados por el arquitecto municipal Tomás Acha, bilbaíno de nacimiento y vecino de Salinas.

También hay quienes, sin aportar un nombre concreto, creen que fue obra de algún arquitecto catalán. Esta atribución es debida a las novedades que introdujo en su momento este edificio industrial y que eran más propias de Cataluña y de otros lugares del continente europeo a principios del siglo XX.

En primer lugar, su planta se diseñó en forma de hache en donde se encontraban tres pabellones: dos laterales, de una sola planta y 105 metros de largo, y un pabellón central, más alto y más ancho, de solo 70 metros. Este se unía a los otros dos por dos corredores de hierro y vidrio.

En segundo lugar, el diseño de La Curtidora olvidaba la austeridad típica de los edificios industriales que se hacían en Asturias en aquel momento, de forma que La Curtidora destacaba por sus colores y por un eclecticismo que combinaba elementos y formas de diferentes épocas, como el románico o el modernismo.

La rehabilitación de La Curtidora combinó formas originales con elementos contemporáneos. Foto: Tania González.

Recuperación de La Curtidora

Cuando el edificio se convierte en octogenario su estado dista mucho de la estética novedosa del principio. En los ochenta, tras años de inactividad el edificio fue adquirido por el Ayuntamiento de Avilés el cual encargó a un equipo de arquitectos un proyecto de recuperación. Nieves Ruiz, Fernando Nanclares, Jesús Menéndez y Juan González Moriyón empezaron a plantear un proyecto a finales de los años ochenta que tuvo que ser modificado debido a un incendio que en 1990 sufrió el edificio. El pabellón central se vino prácticamente abajo y al poco tiempo, debido al viento, uno de los pabellones laterales también.

El camino para lograr rehabilitar la antigua fábrica de curtidos estaba siendo pedregoso. Cuando en 1988 el Ayuntamiento había decidido apostar por el acondicionamiento y no el derribo, hubo toda una campaña desde la oposición que llevó la operación de compra por parte del consistorio a los juzgados acusando al alcalde socialista de aquel entonces, Santiago Rodríguez Vera, de diversos delitos. Los jueces dijeron que todo se había hecho correctamente.

“Pese al acoso judicial, al fuego y a los elementos, el proyecto de rehabilitación y acondicionamiento continuó.”

Así que, pese al acoso judicial, al fuego y a los elementos, el proyecto de rehabilitación y acondicionamiento continuó, gracias también a fondos europeos, con la idea de conservar gran parte de la forma original, pero donde también se acabaron dando entrada a elementos contemporáneos. Finalmente, el edificio pudo ser inaugurado en mayo de 1995 como un centro de empresas. Antes de esta apertura ya había conseguido el Premio de Asturias de Arquitectura en 1994 y el Premio Julio Galán el mismo año.

Actualmente La Curtidora cuenta con 96 oficinas y por ella han pasado alrededor de 500 empresas, de nueva creación o de nueva ubicación desde fuera de la comarca, en estos casi treinta años. La memoria industrial y la creación de empresas y empleo se unieron en este proyecto que es un ejemplo de recuperación del patrimonio industrial. Toda una oportunidad para una nueva vida de este edificio de Avilés que no han llegado a tener las chimeneas de baterías de cok de ENSIDESA. Que en paz descansen.

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