Daniel Bernabé ya había visto todo esto en las películas, “pero jamás imaginé ser parte de ello”. Aún hay días que se despierta en su casa de Madrid y no acaba de creerse que esté sucediendo de verdad. Entre que lo encaja y no Bernabé sigue de guardia en sus columnas en Público y RT, en los micrófonos de la SER y también en Twitter. Piensa que “lo inmediato es evitar que el gobierno caiga en manos ultraderechistas” y que el futuro está abierto, tal vez más abierto de lo que convendría: “No sabemos lo que va a pasar, y habrá que ver hacia dónde se dirige la rabia”.
¿No le da la sensación de que está crisis está haciendo emerger todas las desigualdades y carencias de nuestra sociedad de una forma muy cruda?
Desde luego. Estoy escribiendo un libro que se va a llamar “La distancia del presente” (Akal) en el que hablo de la última década de la política en España, desde la crisis económica hasta el pacto de gobierno de 2020. Estos diez años son los más importantes en las últimas décadas en cuanto a conflicto social. La crisis fue un bofetón que nos despertó a todos de forma súbita del sueño del ladrillazo. Una cosa de la que me he dado cuenta es que hay una secuencia perfecta: primero llega el bofetón, la estupefacción; luego la indignación de pensar “lo que nos decíais no era verdad”, y luego la rabia de “sois unos hijos de puta”. Ahora estamos en un contexto mucho más volátil. Nadie se ha enfrentado a esto; no hay ni siquiera textos políticos en los últimos cien años que hablen de esto. No sabemos lo que va a pasar, y habrá que ver hacia dónde va dirigida esa rabia.
¿Cómo de factible ve que se repita un escenario como el de 2008?
Esto es un enfrentamiento de fuerzas a todos los niveles: a nivel social de cada país, pero también estamos hablando del cambio de contexto internacional. Estados Unidos se va a enfrentar a una quiebra social muy importante. Una quiebra social que, viendo sus características, solamente puede ser resuelta de dos formas: una transformación hacia un régimen autoritario o una guerra exterior. Aquí en Europa los factores son diferentes porque hay más tejido social, pero también es una incógnita. Hacer predicciones es muy difícil ahora mismo.
¿Piensa que esta crisis va a suponer el final de algo, como se dice tanto estos días, o todo seguirá más o menos igual después, tal vez un poco peor?
Antes de esta crisis ya estábamos en el final de algo. El accidente expresa la necesidad. Ya estábamos en el principio del fin del dominio estadounidense. Estados Unidos se estaba mostrando incapaz de que su geoestrategia funcionara. Ya teníamos a una China cada vez más pujante, Rusia había recuperado su papel global y la Unión Europea se debatía en todos los frentes para situarse en este contexto. En la quiebra social tenemos cosas esperanzadoras y cosas que lo son menos. No podemos esperar que los aplausos resuelvan treinta años de hegemonía neoliberal. Claro que la gente no es imbécil. Pero el problema es que todo es parcial, y es muy difícil hacerse una composición general de situación. Desde mi punto de vista, en estas semanas que llevamos de crisis, la izquierda no está teniendo precisamente un papel brillante.
Ha dicho que nunca había visto en Twitter tanto enconamiento y agresividad por parte de la extrema derecha como en estas semanas.
Ahora mismo hay dos líneas de oposición al gobierno. Una de parte de la derecha inteligente, que no quiere decir civilizada, que pretende un gobierno de concentración. Para ellos que Unidas Podemos esté en el gobierno es una anomalía. Es el trabajador del campo que se ha metido a casa del señorito, se ha sentado en su sofá y está bebiendo su brandy. Así lo perciben ellos: no pueden estar ahí, y punto. La otra posición es la de la ultraderecha, y no solo de Vox. Lo que está aplicando son tácticas golpistas, que no es una cuestión de bulos en redes sociales. No son bulos, es una campaña coordinada de intoxicación para meter en la cabeza a la gente que esto es un caos y que el gobierno tiene que caer. También tenemos que tener en cuenta que convocan una cacelorada y no sale nadie. Es muy diferente ponerte bravucón en Twitter que hacer algo en el mundo real. Son incapaces de sacar una cacerola y dicen que tienen que dar un golpe de Estado.
“Son incapaces de sacar una cacerola y dicen que tienen que dar un golpe de Estado”
Uno de los grandes debates que ha surgido estas semanas confronta la supuesta mayor eficacia de un gobierno autoritario como el de China con la también supuesta desorganizaciónde las democracias liberales ante un problema de estas dimensiones. ¿Cuál es tu postura al respecto?
Creo que se enfoca mal. La cuestión fundamental no es que China sea un gobierno autoritario, ni que porque nosotros tengamos más libertades, y muy entre comillas esas libertades, la cosa nos esté saliendo peor. Es fundamentalmente una cuestión económica. Cualquier medida de confinamiento es contraria a cualquier economía, porque si paras la producción tu economía sufre. Pero cuando tú puedes parar una zona como Wuhan y a su alrededor tienes un confinamiento más suave para ayudar a Wuhan, puedes de una u otra forma manejar tu economía. China, aunque el sector privado represente una gran parte de su actividad económica, sigue siendo una economía dirigida. Nada ocurre al margen del gobierno, y ese es el factor significativo. Sin embargo, Boris Johnson y Donald Trump nos explicaron a las claras porqué no se tomaban medidas de confinamiento: la economía iba a sufrir y eran asumibles pérdidas humanas. Y claro que tenemos que quedarnos en casa, pero lo cierto es que no podemos aguantar mucho más. Nuestro país no está preparado, ni ningún otro. La otra cosa sería ir a un escenario de economía de guerra en la que el gobierno intervenga todo. Las intervenciones económicas, aunque las asociamos con el socialismo, se han producido a lo largo del siglo XX en multitud de gobiernos que no eran socialistas.
¿Está la Unión Europea ante la última oportunidad de salvar los muebles?
Totalmente. La UE fue capaz de imponer una serie de recortes y políticas neoliberales a los países del Sur en la anterior crisis. Ahora ha sido incapaz de que no se rompieran las cadenas de suministro sanitarias dentro de la UE. Si vivimos en una unión que es solamente para imponernos políticas monetarias y fiscales, pero en una situación como esta son incapaces… Pero debemos ser inteligentes. La salida de la UE hoy por hoy no es viable. Por desgracia, el sistema de financiación de deuda es el que es, y nos van a crujir mucho más si estamos fuera de la UE que si estamos dentro. Ahora tenemos que jugar un papel de fuerza, porque la UE no puede permitirse que Italia y España la abandonen y debemos jugar nuestras cartas. Y Pedro Sánchez ha hecho algo que es inédito en nuestro país: se enfrentó a la Unión Europea. Ni siquiera Zapatero llegó a hacerlo.
¿Cómo valora la gestión del gobierno?
Los que estamos más allá de la izquierda razonable nos vemos casi con la bufanda del PSOE. Porque ves que tu país lo necesita y que el gobierno está sometido a unas presiones gigantescas. En la izquierda se comete el error de ser totalitaristas en las críticas, y cuidado. Hay que saber jugar las bazas. Desde fuera, creo que lo inmediato es evitar que el gobierno caiga en manos ultraderechistas. Objetivamente, el gobierno español es el que antes ha reaccionado y el que ha tomado medidas más duras de todos los gobiernos occidentales. Lo que estamos sufriendo son dos cosas: la ruptura de las cadenas de comercio internacionales y el debilitamiento brutal al que el Estado se había sometido en los últimos treinta años. El gobierno está teniendo un papel positivo a pesar de haber cometido errores. Las medidas sociales son inéditas. Claro que todas son mejorables, claro que todas tienen errores, pero bueno.
“El gobierno está teniendo un papel positivo a pesar de haber cometido errores. Las medidas sociales son inéditas”
¿Qué imagen le ha impresionado más estos días, de estas de decir “en mi vida pensé que vería algo así”?
El día que empezó todo esto, el domingo 15, recuerdo levantarme, ya tarde, salir a la ventana y ver un cielo nublado. Un cielo de esas tormentas raras, de nubes muy patentes, con unos relámpagos enormes. Mi calle, que es de bastante tránsito, absolutamente vacía y un jeep de la UME con megafonía anunciando que por favor se quedase todo el mundo en su casa. De algún modo, la ficción anticipa nuestras esperanzas y nuestros miedos, y ya nos había anunciado que esto sería así. Yo esta escena ya la había visto en las películas, pero nunca imaginé ser parte de ella. Pero estamos asumiendo que nos está pasando de verdad, que esto no es una película. Y la verdad es que hay días que cuesta.
¿Cómo recordaremos estos días dentro de cinco años?
Me temo que al final las fuerzas hegemónicas hacen que las cosas se recuerden de una u otra manera. Lo recordaremos en función de quién gane los conflictos por venir. Y esto nos va a cambiar no solamente en las cuestiones personales, sino que va a cambiar el mundo, es indudable. El fútbol probablemente no vaya a ser lo que ha sido, los bares, los conciertos… ¿Y cómo va a ser si tenemos un próximo brote en octubre? ¿Nos vamos a tener que acostumbrar a vivir con situaciones de confinamiento? No lo sé…