A Lucía Asué Mbomío Rubio (Madrid, 1981) le gusta nombrarse con sus dos nombres y dos apellidos: los españoles y los guineanos. O a la inversa. Una reivindicación identitaria que la ha llevado a la búsqueda de referentes. Porque lo que no se nombra no existe, se invisibiliza. Y lo sabe como mujer y como mestiza, como persona racializada que sufre el racismo cotidiano del que habló en el Local Cambalache de Oviedo antes del confinamiento, donde también presentó su documental ‘Estás en tu casa’.
– ¿Cómo son esos racismos cotidianos?
– ‘Racismos cotidianos’ surge porque no tenemos muchos referentes: mezclo anécdotas del día a día con porqués que lo conectan con lo sistémico. En el día a día vemos los tentáculos que te acarician, pero esto sucede porque detrás hay algo mucho más grande, una cabeza de pulpo que no vemos, y que es lo que motiva que todas esas cosas ocurran: desde ese cole en el que no estudias nunca nada protagonizado por personas negras o te hacen bullying y te llaman negra de mierda, hasta que te impidan el acceso a los locales de ocio, pasando por la hipersexualización de las mujeres y de los hombres o la dificultad de imaginarte en ciertos espacios porque no es que no haya personas negras, sino que no hay una visibilización de esa presencia: si no se espera, tú acabas por no esperarte. Y la posibilidad de imaginarte y soñarte en ciertos lugares es más complicado. Pasando por el tema de la extranjería, que es transversal: da igual que tú hayas nacido aquí si tus padres no porque no tienes la nacionalidad y tienes que hacer un examen de españolidad aunque hayas ido toda tu vida a un cole público pero, sin embargo, gente que nace en otras partes sí la tienen porque sus padres o abuelos eran españoles aunque no tengan ni idea de lo que sucede aquí. También hablamos de la dificultad del acceso al alquiler. Lo importante es que ahora hay estudios para hablar de estas cosas, y grabaciones: antes era un acto de fe, producto de la mala suerte, la casualidad, no le ha pasado nunca a nadie esto que cuentas… Pero ahora está demostrado que nos piden más los papeles a las personas negras, especialmente a las racializadas pero especialmente a los chicos. Ahora que hay estudios ya podemos decir que es verdad. Hablo también de ello en este artículo de Pikara.
– ¿Por qué nos cuesta reconocer a la persona racista que llevamos dentro?
– Creo que tiene que ver con el antirracismo moral, cómo desde pequeñas nos dicen que todas las personas somos iguales… pero luego todos los comportamientos que vemos en el día a día son otros: hay una parte del planeta de la que nunca se habla, hay una serie de personas que nunca tienen espacio en los medios de comunicación salvo de una manera muy concreta. Es el caso de las personas negras que llegan en una situación de vulnerabilidad máxima en patera, pero nunca como una persona que llega para aportar, que construye ni que suma, sino que siempre recibe ayudas… Nos enseñan a ser racistas desde pequeñas, o endorracistas en el caso de las personas racializadas, o nos enseñan a ser machistas con un machismo interiorizado. Te van depositando sedimentos a lo largo de tu vida hasta que al final tienes una pared muy difícil de romper. Y de ahí esos racismos cotidianos consecuencia de eso más grande y que no son un anecdotario.
– Hablas de racialización: el lenguaje construye realidades.
– Totalmente. Eso se ve mucho en las noticias: oleada, avalancha… cuando llegan en patera y generan alarma. Pero el lenguaje no es sólo oral, hay un lenguaje visual que nos muestra siempre de la misma manera desde hace muchísimo tiempo. Por ejemplo la imagen de 2019 de Cruz Roja, que muestra a una mujer blanca que parece la Piedad de Miguel Ángel que sostiene a un hombre negro. No es esa imagen aislada, es un conjunto de imágenes desde hace un montón de tiempo. Pero es la asimetría en cuanto a la representación de las personas negras: siempre son ayudadas, pero nunca ayudan. Eso se traduce en que nos vean como personas recién llegadas. Yo tengo 40 años y mi padre lleva aquí 56, pero da igual.
– Y surge la polémica con el nombramiento de Rita Bosaho.
– Fue la leche porque se nombra a una mujer lesbiana como directora de temas LGTBI y la directora del Instituto de la Mujer es una mujer desde 1983, pero para hablar de diversidad étnico-racial se nombra a una mujer blanca. En todos los temas lo experiencial cuenta pero en éste parece ser que no, en un país donde el tema de la raza no está presente. Lo tremendo no tiene que ver con Alba González, sino que no se nombrara a una persona racializada, y que cuando Alba dimitió, un gesto que le honra, hubo periódicos que decían cosas como que se ha tenido que ir por ser blanca en un ejercicio de racismo inverso que, obviamente, no existe. No se trata únicamente de una cuestión de piel, sino que la piel comporta una serie de vivencias que provocan unas experiencias vitales muy diferentes aunque nuestros escenarios sean los mismos. En el momento en el que tomas conciencia de que eres negra o tienes un color diferente al resto, cómo o dónde te posiciona respecto al resto en una sociedad, a eso le sigue un montón de lecturas necesarias para entenderte, hay una formación.
– El término racializada fue motivo de chanza.
– Cuánto se rieron entendiendo que era un sinónimo de negra cuando no lo es. Es importante hablar de raza, que es muy bonito decir que todas somos iguales, pero cuando salimos a la calle nuestras realidades son diferentes. Negarlo no sirve para que esas diferencias desaparezcan, sino para invisibilizarlas y no transformar la sociedad. Racializadas es un término al que han llegado varios colectivos tras lecturas y consensos. En EE.UU. hay colectivos que se autodenominan BIPOC (blacks, indigenous and people of color – negros, pobladores originarios y personas de color). Esa autodesignación surge de un análisis que se actualiza con el tiempo y hay un consenso con la prensa para que adopte el término que las comunidades han decidido usar para autodesignarse. Que no se respete el derecho de autodesignación aquí y que sea motivo de chanza y se genere un debate en el que no invitan a ninguna persona racializada y cuando les quieres explicar te dicen “ya, ya sé a lo que te refieres”… me parece una falta de respeto. No sólo es que no lo sepas, sino que te da igual no saberlo, haces gala de no saberlo y te ríes de otras personas. En Inglaterra la BBC tiene un código para la nomenclaturización consensuada con los diferentes colectivos. Aquí no sé si lo hay.
– ¿Cómo se construyen y transmiten esos imaginarios?
– Cuando hablo de racismos cotidianos hablo de publicidad, de series, de medios de comunicación… Hablo desde mi conocimiento, mi formación. Ahora tenemos el clásico pon una negra en tu mesa: hay mucha prisa por la interseccionalidad. No se puede pretender que las personas negras sepamos hablar de todo y que, si no sabemos resolver ciertas dudas, ya nos invalide. Mi discurso parte de los medios de comunicación porque me he formado como periodista y llevo 15 años trabajando como periodista y es desde ahí desde donde puedo hablar. Y porque me he molestado en analizar de forma específica con esa perspectiva de raza mezclada con la de género porque ni me puedo quitar el género y ni me puedo arrancar la piel.
– Firmas el libro como Lucía Asué Mbomío Rubio, una reivindicación de identidades.
– Y porque cuando empecé en televisión era Lucía sólo porque la gente no iba a poder pronunciar el Mbomío, que es mi apellido. Lucía Asué es un nombre compuesto. Pero luego dije “Ah, no, pues que aprendan”. No tengo por qué poner las cosas fáciles y me parece muy guay poder mostrar un apellido claramente foráneo, o no, porque ya está aquí. Es muy importante que salga el de mi padre porque es el africano, difícil de pronunciar y el que no se espera. Y el Rubio no es sólo para mostrar mi identidad española, sino porque ahí también está mi madre y sin ella yo no estaría aquí. Y sí me parece importante que aparezcan los segundos apellidos. En cualquier caso tienen que estar los dos por lo que suponen cada uno de ellos. Si no es también una negación perpetua de la mujer.

– Hablas de mujeres que desafiaron a una sociedad estableciendo relaciones con hombres negros como recoges en tu primer libro, ‘Las que se atrevieron’.
– Sueles irte a esa parte de tu identidad en la que te sientes más atacada, y yo en ese sentido siempre he sido negra guineana. Pero parte de esa construcción identitaria no sólo ha dependido de mi padre, sino también de una madre que ha insistido en que ser guineana y ser negra está bien. Y muchas veces negándose a sí misma para que yo me sintiera fuerte. Cuando piensas en estas mujeres que estuvieron con hombres negros… es que fue un movidón. No sólo porque se tratara de un atrevimiento estar con hombres negros, que por el hecho de ser negros son menos… sino porque en esa época las mujeres para abrir una cuenta bancaria necesitaban el permiso paterno, y ellas se salieron totalmente de la norma. Eso supuso que las echaran de casa, que las familias las dejaran de hablar en algunos casos hasta el día de hoy, que las castigaran durante meses sin salir… Fue un atrevimiento por lo que supuso entonces. Y si el imaginario es el que es, imagínate entonces… Aunque la mayoría de los hombres negros que venían eran de Guinea Ecuatorial a estudiar. Había cierta marcianización pero no había una construcción tan sumamente xenófoba como la que hay ahora, yo creo, más por ignorancia quizá. Y es racismo también… y condescendencia, pero no había una xenofobia tan grande como ahora. Estamos hablando de los 60, los 70 e incluso en los 80, cuando el fenómeno de la inmigración todavía no existía, España era país emisor, no receptor.
– Claro, Guinea era una colonia española o recién dejó de serlo y la gente no venía en pateras, sino ya formada o a formarse.
– Era así. Casi todo el mundo venía aquí a formarse. Era más masculina, porque quienes estudiaban en su mayoría eran hombres, pero también había mujeres que venían a estudiar, había bastantes enfermeras, en un número inferior al que vino a partir de los 90. Eran curiosidades. Y de hecho muchos de esos guineanos han sido después funcionarios.
– ¿Y cómo se construye esa identidad en un país de blancos?
– La sensación que tengo es que se vive mucho la soledad en el proceso de toma de conciencia en las ciudades más pequeñas, con una menor presencia de personas negras, pero también es verdad que eres el negro, ya te han visto y ya te conocen. En las ciudades grandes constantemente estás entrando en espacios donde eres desconocido y arrastras todas las connotaciones que conlleva ser negro. Y para las personas negras en aquel entonces tampoco era tan fácil tener amistades negras porque no éramos tantas. Hay diferentes procesos y la toma de conciencia es dura. Hay gente que se queda en el camino: una toma de conciencia implica que revises todas tus relaciones con la gente que te rodea. Puedes tener una novia negra y tener comportamientos racistas o incluso ser un fetichista. Estamos construidas como estamos y puedes considerar que el negro que tú conoces es guay pero el resto…, y volvemos a tener la misma construcción racista.
– La falacia del mestizaje: como nos mezclamos, ya no hay racismo.
– Eso son cosas que se nos trasladan. Yo tengo un canal de Youtube, ‘Nadie nos ha dado vela en este entierro’, y lo que hago es preguntar sobre identidad: de dónde eres, de dónde te dicen que eres, de dónde sientes que eres, y a partir de ahí salen un montón de cosas, como el endorracismo. No es cuestión de ir juntos al colegio para que seamos no racistas. Es importante cómo se comparten esos espacios y qué acceso al conocimiento tienes en esos espacios. O si son cosas de niños… Hay casos que después de ponerlos sobre la mesa alguien se reconoce en ellos, cuando siempre pensó que sólo le había pasado a ella, y te dicen qué importante hubiera sido hablar con esta gente que lo padeció porque yo llegué a culparme. Y callas para que no te llamen tiquismiquis.
– Tu segundo libro ‘Hija del camino’ no es autobiográfico pero sí compartís espacios. Señalas que estás más interesada en la búsqueda identitaria que en el racismo.
– Pero esa búsqueda identitaria viene motivada por el racismo. Esa extranjerización perpetua conlleva que te busques en otros sitios. Y no sólo no soy yo aunque compartamos escenarios y algunas anécdotas son mías, sobre todo porque la gente que aparece no existe en la mayoría de los casos, pero son excusas para poder hablar de según qué temas.
– En ocasiones haces referencia a la desafección nacional.
– Es que es una consecuencia directa. Si al final ser de un sitio significa tener que defender que eres de ese sitio, gritar que eres de ese sitio para que te crean, pues vale, no soy de ese sitio, relax. Somos producto de la casualidad, tampoco hay que emperrarse en defender cosas que podían haber sido aquí o en cualquier otro. Mi padre ha cantado el cara al sol en el colegio igual que mi madre porque Guinea llegó a ser hasta provincia española.
“Estás en tu casa”
Fruto de la búsqueda de referentes, Lucía Asué Mbomío Rubio se fue hasta Palenque de San Basilio (Colombia) para grabar ‘Estás en tu casa’ del que dice tiene un trasfondo político: “Grabé con el móvil en 48 horas: no tendrá las mejores calidades, pero no dejemos de contar historias por falta de medios ni de tiempo, no pueden ser un obstáculo. Quizás desde un punto de vista formal no es ultratransformador o súper potente, pero sí que es potente contar la historia del primer pueblo libre de América creado por personas esclavizadas que se escaparon y que, por el aislamiento vivido, mantienen una lengua propia criolla que mezcla diferentes idiomas del continente africano con portugués y español, que eran normalmente los tratantes de personas esclavizadas, y que mantiene ritos fúnebres, medicina tradicional, música, cosmogonía… Tantísimo tiempo después del comienzo de la trata en el siglo XVI y de su fin en el XIX, que perdure esta ligazón con el continente africano es algo enorme. Y para hablar de ello me fui con un amigo de Guinea Ecuatorial que vive en España, Gorsi Edú, que es el hilo conductor que ratifica hasta qué punto existe una fuerte africanidad en un espacio tan distante a nivel geográfico y temporal”.
El documental habla de “personas periféricas, a lo que me lleva la falta de referentes. Hay muchas historias interesantes que han permanecido sepultadas bajo otras temáticas, con las que es difícil dar. Pero hoy en día contamos con otros recursos y poder contar nuestras propias historias es un ejercicio de revancha positiva, porque no deja de suponer una suma a lo que ya existe”.
Asegura haberse inspirado en Nollywood, la segunda industria cinematográfica más importante en cuanto a producción de cine después de Bollywood (ésta india, aquélla nigeriana), donde los vendedores de dvds, para conseguir más clientela, ofrecían productos grabados por ellos mismos, contando sus propias historias, partiendo de su propia cosmogonía, utilizando su propio idioma, hablando de su realidad con sus espacios y sus escenarios. “Me parece un referentazo”, destaca.