Pienso en esto, desde mi confinamiento perimetral, mientras leo los datos del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias. Me sorprende descubrir que ha habido más contagios en mataderos, que en bares y restaurantes. ¿Significa eso que es más responsable ir a tomar el vermut que comprar un solomillo en Mercadona? Ya no sabe una cómo ser una buena ciudadana.
Sigo leyendo. Me llama la atención que hablemos tan poco el número de contagios entre temporeros, que triplica, de hecho, al producido en pubs y discotecas. Porque bailar está mal visto pero explotar, entiéndeme, yo ahí no me meto. Voy a lo que me interesa, “actividades deportivas”. Sí, nunca creí que diría esto, pero ahora mismo me preocupa más que me cierren el gimnasio que los bares. Qué le hago. Hay gente a la que le da por matar y a mi (esta vez) me ha dado por las extraescolares. Casos acumulados: 280. Todo bien. Estamos salvadas. Me llega un whatsapp “Nos han anulado yoga, dicen que por responsabilidad social”. Vaya. Voy a Instagram “Se aplaza la ruta de montaña por los cierres perimetrales”. Bueno. Abro mi mail “Hemos decidido anular el concierto de esta noche, por coherencia con el aumento de casos”. Vuelvo a mirar el informe. Voy directa al epígrafe de “actividades culturales”. Tres brotes y veintinueve contagios. Desde que finalizó la desescalada se han detectado, en todo el país, veintinueve personas contagiadas en una actividad cultural. “La cultura es segura”, no es sólo una campaña de marketing, es además una afirmación estadística incuestionable. Entonces ¿Por qué se está anulando todo? ¿Incluso lo que se puede hacer? “Para quien tiene miedo, todo son ruidos”, que decía Sófocles. Hablo con un amigo que vive fuera y viaja mucho, me dice que a él le parece que en Asturies estamos mucho más “pandémicos” que en otros sitios, incluso teniendo mejores cifras. Curioso.
¿Por qué se está anulando todo? ¿Incluso lo que se puede hacer?
Vuelvo a los datos, los contagios se están produciendo principalmente en reuniones familiares y de amigos. Según el propio informe “Los brotes familiares que afectan a miembros de la misma familia que viven en diferentes domicilios (interacciones típicas familiares) constituyen el 20,7% de los brotes”. Abandonemos, llegadas a este punto, la juventufobia. Todo el mundo se ha juntado en algún momento con familiares y amigos o amigas o amigues. Me viene a la mente la intervención de Isa Calderón en Carne Cruda “Sólo quiero estar fit, comer muy bien, quedar con los 6 amigos que me permite el Estado y beber como si nos fuéramos a morir”. Pues normal. Y más viviendo en Madrid, reina. Pienso en que como me anulen una actividad más, esta noche hay fiesta de gin tonics en mi casa, eso sí, con cinco amigues, que no quiero que me acusen de matar a nadie. Y, entonces, me pregunto a cuánta gente le estará pasando lo mismo y qué sentido tiene. Parémonos a pensar por un momento.
El discurso del miedo, el llamamiento generalizado a encerrarnos en casa y no volver a salir nunca más, no está teniendo en cuenta dos factores que creo que son extremadamente importantes para afrontar la situación correctamente. El primero es que somos seres humanos. Y el segundo es que esto no se va a resolver en dos semanas. Vayamos al primero. Somos seres humanos. Repitámoslo en voz alta con convicción “Soy un ser humano”. Si tiene usted un pijama de dinosaurio por favor, enfúndeselo antes de gritar la frase para rebajar el nivel de drama. Si no lo tiene aún, hágase con uno. Somos seres humanos y necesitamos no volvernos locos. No importa si vives sola, con pareja, con dos hijes, con tres perros, en una comunidad anarquista o en una azotea con terraza. Por mucho que estés viviendo esto desde el privilegio, a estas alturas, lo normal es que estés al borde del diazepán. Como seres humanos necesitamos socializar con otros seres humanos, y desconectar del hecho de que estamos viviendo una pandemia mundial que nos tiene en unos niveles de incertidumbre difícilmente sostenibles a largo plazo. Y esto nos lleva al segundo punto: esto no va a resolverse en dos semanas. Llevamos ocho meses aguantando. Y es evidente que van a pasar unos cuantos más, hasta que las cosas empiecen a mejorar.

Necesitamos elaborar estrategias que vayan más allá del miedo paralizante. Necesitamos gobernantes (y medios de comunicación) que nos ofrezcan calma y alternativas, que asuman que la responsabilidad de esto también es política. Que no va de pedirle a la gente que se encierre en casa y no salga nunca más, sino de buscar estrategias para vencer al virus manteniendo nuestra salud mental (la mucha o poca que tuviéramos antes de esto). Necesitamos empezar a pensar de manera creativa. Empezar a enfocarnos en lo que sí podemos hacer, en lo que sí nos ayuda. Tenemos que pedirle a las Administraciones Públicas que potencien las actividades que nos alejan precisamente de los lugares o situaciones en las que sí se están produciendo los contagios. ¿Por qué no hay más alternativas de ocio seguras? Teniendo en cuenta que prácticamente no hay contagios en actividades culturales ¿Por qué no se están duplicando el número de obras de teatro, de espectáculos de danza, de conciertos o de exposiciones? ¿Por qué no paramos de oir discursos centrados en el miedo y la culpabilización?. Vivimos tiempos difíciles y es evidente que no es fácil saber cuál es la mejor manera de afrontar una emergencia sanitaria del tamaño de esta pero… ¿Y si nos empezamos a centrar en lo que sí se puede hacer y descubrimos que es la mejor estrategia? ¿Y si eso nos salvara la vida?.