No fue en marzo, como la Comuna o la primera revolución rusa. No fue en abril, como la Revolución de los Claveles. Fue en Mayo, como en el 68. No fue ni en París ni en Moscú ni en Lisboa ni en La Habana, sino en Madrid, en el centro de este país de todos los demonios. El epicentro fue Madrid, las réplicas alcanzaron toda España y muchos otros lugares. No fue en el XIX sino en el XXI, no fue en los sesenta sino en el 2011.
Todo comenzó el 15 de mayo de 2011 con una manifestación convocada por Democracia Real Ya (una plataforma de internet) y apoyada por Juventud sin Futuro, bajo el lema: No somos mercancía en manos de políticos y banqueros. La manifestación fue multitudinaria y acabó en la plaza del Sol, en el centro de Madrid.
Movimiento 15 M, mayo 2011. FOTO: Iván G. Fernández
Y después de la manifestación, en la plaza, un gesto: quedarse a dormir. Un gesto y todo se desborda y se precipita. Un gesto e irrumpe lo extraordinario, lo excepcional, lo imposible, lo que hacía falta y nadie esperaba. Quedarse a dormir en la plaza; un gesto, y del caos emerge una Zona Temporalmente Autónoma.
Y con el gesto, un estado de ánimo, un “subidón”. No sé cómo explicarlo. Era como si todos estuviésemos enamorados.
“Era como si todos estuviésemos enamorados”
El 15M, me estoy refiriendo a las acampadas, fue un acontecimiento colectivo reactivo (con un marcado carácter emocional y expresivo) y extra-institucional que emergió y se desarrolló espontáneamente. El 15M fue un acontecimiento, algo puntual, sin continuidad en el tiempo, algo extraordinario y pasajero. Podemos comparar el 15M con la erupción de un volcán. Durante mucho tiempo venían sucediendo cosas bajo tierra (las movilizaciones de V de Vivienda; las movilizaciones contra el plan Bolonia, el germen de Juventud Sin Futuro, sobre todo durante el curso 2008-2009; las movilizaciones contra la “Ley Sinde”, de donde surge No les votes; la Revolución de los Pingüinos en Chile en 2006 y su continuación en 2011, paralela al 15M; el escándalo Wikileaks; la crisis de 2008 y su gestión neoliberal, con sus recortes y planes de ajuste; las revueltas griegas de 2008; la Revolución Islandesa de 2009; el “pensionazo” y la huelga general en España en 2010; la “Primavera Árabe” unos meses antes, que nos mostró que la movilización social podía derribar gobiernos; las movilizaciones en Portugal de Generación Precaria en marzo del 2011 y las movilizaciones de Estado del Malestar y, sobre todo, de Juventud Sin Futuro en abril del 2011), hasta que se produce la gran erupción, el gran estallido (las acampadas en todo el país tras la represión policial a las personas que dormían en la plaza del Sol, el día 17), la gota que colmó el vaso, la llama que encendió la mecha, el acontecimiento que provocó todo lo que vino después. Tras la erupción inicial, como siempre, la lava expulsada se va enfriando, y la espontaneidad propia de los acontecimientos colectivos va cediendo a la estructura y a la organización, así como la expresión de emociones va dando paso a la conducta instrumental y a la intencionalidad política propia de los Movimientos Sociales.

Dormíamos porque podíamos dormir. Dormíamos porque no queríamos despertar. Pero despertamos, y salimos a la calle, y nos juntamos con otros, y era primavera, y de la nada empezamos a construir un campamento, y lo habitamos, del asfalto brotó vida y el ruido dejó paso a las palabras. Y recordamos que este mundo extraño también podía ser bonito. Y seguimos organizándonos, y el campamento siguió creciendo. Estábamos construyendo algo de todos y entre todos. Lo estábamos haciendo juntos y lo estábamos haciendo bien, tratándonos con respeto, confianza y afecto.
“Dormíamos porque no queríamos despertar. Pero despertamos, y salimos a la calle, y nos juntamos con otros”
El 15M fue un acontecimiento colectivo caracterizado por la indignación contra los políticos, que ya no nos representaban, en los que ya no confiábamos, alejados de la ciudadanía y desacreditados ante tanta corrupción. La indignación fue un comienzo, una manera de despertar, levantarse y ponerse en marcha. Tras el desahogo inicial, la indignación pronto dio paso a la fe. Unos empezaron a creer en la victoria, en el “sí se puede”, otros nos volcamos en el campamento.
Campamento es la palabra que mejor define el 15M. Un campamento es siempre algo puntual, extraordinario, breve, un paréntesis soleado en medio de la monotonía del curso escolar; algo, además, propio de niños y jóvenes que están más a gusto en el campamento que en sus casas y ciudades. La juventud es, de hecho, un gran campamento. Eso fue para mí el 15M: un campamento que me hizo volver a tener veinte años, que me hizo volver a creer, brevemente, en la política.
Durante un mes las plazas dejaron de ser de los turistas y consumidores y volvieron a ser de los ciudadanos, durante un mes el nosotros democrático sustituyó al yo consumista, durante un mes las plazas se convirtieron en ágoras, espacios de discusión pública entre sujetos libres. El 15M reivindicó la democracia de la manera más pura: ejerciéndola. El 15M predicó con el ejemplo. En las plazas se habló de política; pero, además, se hizo política. Esa fue la apuesta del 15M: contra los políticos, política. Y durante un mes hubo democracia, una democracia real, directa.
Democracia es una asamblea de ciudadanos libres y autónomos que se organizan y gobiernan a sí mismos en la que todos los individuos tienen los mismos derechos (por ejemplo, el derecho a hablar). La democracia es la asamblea, el acontecimiento por excelencia de ese acontecimiento colectivo que fue el 15M. Durante un mes las plazas no fueron pasillos de supermercados, esos lugares donde, como en todos los mercados, unas personas tratan de obtener beneficio de otras, cuando no directamente de engañarlas; durante un mes las plazas fueron campamentos autoorganizados y autogestionados donde hablamos, escuchamos, dialogamos, debatimos, buscamos acuerdos, levantamos proyectos, insultamos al mundo, imaginamos uno nuevo.
La propuesta más radical del 15M no se encuentra recogida en ningún acta o documento, sino que se ejerció en las plazas: campamento, asamblea, democracia directa, autogestión, autonomía. El medio es el fin, el medio es el mensaje, el proceso es el producto, luego los diversos campamentos eran ya la alternativa política, esa nueva manera de hacer las cosas: estructura horizontal, en red, descentralizada, con nodos autónomos, autoorganización democrática, funcionamiento asambleario, ausencia de liderazgo. Lo importante es tener claro el medio y la manera de caminar juntos. Después, ya veremos hasta donde llegamos. Vamos despacio porque hacemos las cosas bien. Justo lo contrario de lo que nos propone el capitalismo.
“Campamento es la palabra que mejor define el 15M. Un campamento es siempre algo puntual, extraordinario”
En la plaza volvimos a ser jóvenes de nuevo, y todo volvió a parecernos posible: cambiar el mundo, construir algo entre todos, vivir cerca unos de otros. Fuimos muy felices en las plazas, espacios liberados de capitalismo y temporalmente autónomos. Fui feliz en la plaza trabajando, ayudando, aprendiendo, compartiendo, conociendo a otros, participando de una hermosa obra de arte colectiva, formando parte de algo más grande que yo. Fui muy feliz en el hospital de campaña; pero había que volver a la guerra. Siempre hay que volver a la guerra.
Casi un mes después de su comienzo, el domingo 12 de junio, tras miles de consensos, cierra Acampada Sol. Un barracón de unos cien metros cuadrados construido con palés y tablones, que servirá de punto de información, una carpa de lonas cubierta con pancartas, una veintena de pequeñas tiendas de campaña y media docena de personas que duermen directamente en el suelo tapados con mantas es lo que queda en la Puerta del Sol la mañana del lunes 13 de junio.

En las plazas recordamos algo que se nos había olvidado, algo que se nos olvida demasiado a menudo: lo emocionante, hermoso y divertido que es hacer cosas juntos. Es mejor estar juntos que solos. Juntos somos más fuertes y más felices que por separado. Y de hacer cosas juntos no somos pocos los que hemos pasado a vivir juntos, ayudándonos, cuidándonos, creando comunidades autónomas, desarrollando proyectos colectivos, compartiendo compromisos y construyendo vínculos sociales sólidos.
El mundo es como es porque nosotros somos como somos, vivimos como vivimos y nos relacionamos como nos relacionamos (mal), luego sólo cambiando nuestra manera de ser, estar, vivir y relacionarnos el mundo cambiará y será cada vez menos malo hasta que llegue a ser bueno o, como mínimo, aceptable. De eso se trata, de relacionarnos bien: tratando a los otros como lo que son: personas como nosotros. Eso hicimos en las plazas.
El 15M pasó, como pasa todo en esta vida; pero sigue habiendo asambleas. Nunca dejó de haberlas, nunca dejará de haberlas. Hemos perdido las plazas; pero podemos seguir juntándonos, agrupándonos, creando espacios, redes y movimientos que nacerán, morirán y se mantendrán en nuestra memoria gracias a nuestros relatos. Porque no basta hacer cosas; es necesario, además, contarlas. Para que sigan vivas de alguna manera, para que no se pierdan del todo, para que inspiren a otros. Así funciona este mundo extraño: donde el tiempo pone olvido y muerte, nosotros ponemos relatos:
Alegría de escribir,
Poder de eternizar,
Venganza de una mano mortal.
(Wislawa Szymborska)