En la esquina de la plaza Cimadevilla y la calle Altamirano de Oviedo un pedazo de historia cuelga de ambas fachadas en recuerdo del alzamiento del 9 de mayo de 1808 contra las tropas Napoleón. Una lista de apellidos de patriotas masculinos y dos nombres de mujeres destacados: Joaquina Bobela (Oviedo, 1759-1844) y Marica Andallón (Oviedo, 1764-1848), heroínas, que cuentan con sendas calles en la ciudad.
Foto: Iván G. Fernández.
No es habitual encontrar nombres de mujeres homenajeadas entre hombres. Incluso como en este caso destacando entre ellos. El promotor de esta placa del primer centenario fue Fermín Canella y Secades, cronista de Asturias y Oviedo, quien recuperó los episodios del alzamiento en su libro Memorias asturianas del año ocho (1908). En él dedica un capítulo a estas dos heroínas, y rinde homenaje a otras mujeres anónimas, patriotas de toda la provincia de las que Canella lamenta la falta de recuerdo que “por caminos diversos impulsaron a guerra sin cuartel a sus padres y esposos, a sus hijos y hermanos, a sus amantes, hasta arrojar a los enemigos extranjeros más allá de los aledaños nacionales”.
Tal fue el papel destacado de ambas mujeres que merecieron la concesión de una pensión por parte del rey Fernando VII, aunque a Joaquina Bobela le resultó más fácil de conseguir, apoyada por certificados firmados por figuras tales como el Marqués de Santa Cruz, capitán general de los Ejércitos. Tuvo que esperar hasta 1814 para que viera recompensado un desempeño “que parece increíble para su sexo”, destacada como “una de las mujeres más varoniles”. La pensión era de cuatro reales diarios, mientras que Marica Andallón tuvo que dar más vueltas hasta que en 1845 le pagaron los atrasos reconocidos por su pensión de tres reales diarios como pensionista de guerra por servicios hechos a la patria en 1808, 1809 y 1810.
“Tal fue el papel destacado de ambas mujeres que merecieron la concesión de una pensión”
No fueron las únicas mujeres destacadas. Mismamente José Mor de Fuentes refiere de otra mujer el mismo 2 de mayo en Madrid que aparece por la Puerta del Sol después de iniciarse el levantamiento gritando “¡Armas, armas!”. Veinte años después esta heroína será Mariana Pineda, ejecutada en la Década Ominosa y recordada por bordar una bandera, un rol femenino, aunque era “una mujer muy resuelta que ayudó a muchos presos, les ocultó y les ayudó a huir. En el caso de las asturianas, la que resulta más revolucionaria, la que se escapa de ese rol de mujer es Juaca Bobela, que es la que recibe una pensión del Gobierno de Fernando VII de manera más fácil, pero a Marica le cuesta muchísimo más”, explica la historiadora Arantxa Margolles.
El 2 de Mayo de 1808 en Madrid visto por Goya.
La historia recogida por Canella, con más de crónica que de trabajo historiográfico como hoy en día se entiende, nos habla de una Juaca Bobela líder, que encabezó el alzamiento, que se plantó frente a Correos y entró en la Audiencia acompañada de Gregorio Jove, y que arrancó “aún quitándose las uñas” el bando de Murat distribuido y pegado por las fachadas de Oviedo. Juaca Bobela, al decir del cronista y de los protagonistas del levantamiento, tuvo una “actitud varonil” que dejó incluso en evidencia a otros hombres tenidos por valientes. Tal fue el protagonismo de Bobela que se llegó a pedir su lengua y fue perseguida por “su patriotismo”.
“Juaca desempeña un papel mucho más militante que el de Marica Andallón, con un papel más asociado a lo que se considera de la mujer: monta una asociación de caridad para los heridos, oculta a vecinos… Aunque ahí también tenemos que considerar que hay más un papel de clase que de género. En el siglo XIX es importante hablar de clase”, destaca la historiadora, que tira de manual para recordar que, como recoge el historiador hispanista francés Pierre Vilar, cuando surge el conflicto en 1808 en España combaten en el mismo bando contra los franceses dos ideologías totalmente diferentes: “por un lado los partidarios de los Borbones, de Fernando VII, y también gente que quería un cambio de régimen en el país, que son los progresistas como los definiríamos ahora. Como nos cuenta Fermín Canella, Juaca está más asociada con el bando conservador, o aparentemente, a esa clase un poco más acomodada, y Marica Andallón es una mujer de procedencia muy humilde, peor considerada por la burguesía y que fue violada por un hombre de buena posición y madre soltera. Ese discurso de clase hace a Marica ser la heroína más reconocida en el siglo XX, cuando frente a Juaca Bobela era la segundona de la guerra de la Independencia”, aclara Margolles.
La historiadora Arantxa Margolles.
De todas maneras la historiadora señala que “todo esto hay que ponerlo un poco en entredicho pues la fuente principal es Fermín Canella, indisociable de la historia de Asturias del siglo XIX, ese gran cronista, pero hay que considerar que los métodos historiográficos del XIX no son los que tenemos ahora. Se podían basar mucho en el decir del pueblo, las leyendas populares… que quizás también exageren un poco esas vivencias para dar más heroicidad. Documentalmente sabemos muy poco de estas dos mujeres, pero sí sabemos lo que nos cuenta en base a testimonios orales Fermín Canella”.
Travestismo militante
La historia, como tantas otras cosas, no se puede entender como un compartimento estanco, sino que todo está interrelacionado. Podríamos definir el contexto social del siglo XIX como machista, pero es cierto que es éste un siglo interesante, donde aparecen figuras femeninas relevantes del calado, por ejemplo, de Concepción Arenal o Emilia Pardo Bazán.
Llama la atención que el relato que se hace de Marica Andallón de su vestimenta nos presenta una mujer de presencia más masculinizada: gastaba montera del país, chaqueta al estilo de Morcín y bastón, aunque “no dejaban de destacar que por debajo se le veía la pica la saya, es decir, que usaba falda, que era mujer”. Aún así se referían a ella como Perico o Pedro Andallón, que era su abuelo.
Un grabado del XIX dedicado a ambas luchadoras.
En el siglo XIX se valora el concepto de la mujer como ángel del hogar, una figura constante a la hora de analizar cualquier tipo de relato de mujer: “el ideal para la burguesía era la que no salía de casa, pálida, casi tuberculosa, que hacía muy buenas obras, muy intelectual porque leía mucho, pero lo hacía dentro de casa. Y este papel lo representó Andallón: rol femenino de cuidados, enfermera, oculta a los vecinos porque está en casa mientras los hombres luchan fuera, libra a las hospicianas de los violadores franceses… También hay ahí un papel varonil, porque las está defendiendo y ése es el mismo papel que luego desempeñaría Mariana Pineda”.
Frente a ella “Bobela llama mucho más la atención porque encabeza una manifestación el 9 de mayo cuando llega el bando de Murat, dicen que ella iba al frente y que va a casa de Dorado-Riaño frente a Correos. Y que ella incluso va a entrar en la Audiencia junto a Gregorio Jove para deshacerse de esos impresos, y además la ponen siempre como la que lidera los gritos ¡Arriba el Rey y mueran los franceses! Asume un rol mucho más masculino para la época asociado a los varones y que Marica no va a tener. Esa pensión que le dieron es posible que fuera también para premiar ese valor de haber luchado contra los franceses superponiéndose a su sexo o a lo que se supone que tenía que hacer por su sexo. Mientras que la otra hizo muy bien, muy buena patriota, pero dentro de lo que era lo suyo cuando igual hizo hasta más, pero en el siglo XIX impera mucho ese relato posteriormente construido que lo que fueron esas mujeres en su día. Y si le añades esa falta de documentación, pues siempre nos movemos en esos territorios de leyenda/historia”, narra Margolles.
Pero no deja de llamar la atención la vestimenta masculina, o masculinizada, que muchas mujeres a lo largo de la historia han adoptado, como Mulan, Juana de Arco, Concepción Arenal o Anne Lister, conocida de hecho como Caballero Jack. “Hay muchas figuras a lo largo de la historia que se caracterizan por ese travestismo que socialmente no se valoraba positivamente, pero a la hora de hablar de heroínas se valoraba más que hubieran tenido el valor para hacerse pasar por hombres o hacer cosas que hombres, como la vestimenta, más que por ser una heroína en un momento determinado”, razona la divulgadora de historia. Hablamos de un travestismo no necesariamente transexual, sino militante a la hora de ocupar o reivindicar espacios y poder desempeñarse de otra manera a la esperada en condición a su sexo. En cambio si era el hombre el que se travestía “lo que se hacía era ridiculizarle. Pero esto solo lo vamos a valorar bien en el relato histórico cuando claramente tiene un significado militante: Concepción Arenal para hacerse valer intelectualmente, Marica Andayón para hacerse valer dentro del contexto bélico… es decir, dentro de contextos evidentemente masculinizados. Cuando esto se hace de forma popular sin ningún tipo de contexto reivindicativo, dentro de la vida normal y sin ningún contexto masculinizado también se va a atacar, como el caso de las esposadas de La Coruña, una pareja en la que una de ellas asumía el rol de varón para casarse. Fue muy censurado porque están haciendo para su vida personal, privada, pero no para adoptar ese papel de heroína que van a tener Juaca o Marica o Juana de Arco o Mulan” reflexiona Arantxa Margolles.
Foto: Iván G. Fernández.
La historiadora afirma que “es muy importante no perder la perspectiva del contexto histórico y que se da un sesgo de clase y se quería reivindicar, con la narración de los hechos, el carácter popular: que todo el pueblo participó de esos eventos, pero también con la idea de valorar más al rey Fernando VII, aunque resultó ser totalmente nefasto e hizo de la traición su arma más poderosa”. Por eso destaca que hablamos de “un constructo histórico que se hace y se empodera a esas mujeres más por el interés que por otra cosa, más por un tema de clase o nacionalismo, que de género o de valorar que estas mujeres adoptaran esos roles, que también se valora, pero por supuesto dentro de un contexto muy concreto: que a una mujer se le ocurra hacer esto en un contexto donde la patria no la requiriera para ello, que se preparase porque ni pensión vitalicia ni Fermín Canella hablando bien de ella”.
“Hay una reflexión muy interesante porque cualquier cosa que hables tiene un montón de facetas, de coleo de explicaciones. No es baladí: cuando Fermín Canella reconstruye la historia de Asturias lo hace con mucha precisión, pero muy poca objetividad. No se le puede echar en cara que no sea objetivo porque es un señor del siglo XIX principios del XX que, evidentemente, era la forma de hacer la historia que tenían ellos y que va siempre vinculada a ese interés patriótico, aunque haya cosas que a veces se caen del discurso como esa valoración de la mujer”, considera Arantxa Margolles.
Foto: Iván G. Fernández.
Por eso concluye que “la placa en Oviedo en homenaje donde aparecen los nombres de Juaca y Marica en Cimavilla se hace en base al relato de Fermín Canella. Es muy significativo que aparezca el nombre de dos mujeres sin ningún tipo de ambages ni de discusión o polémica, que se las reivindique como heroínas del siglo XIX. Pues igual hay que revisitar un poco el concepto que tenemos del XIX e intentar comprender un poco más lo que se hacía y se decía entonces y que ciertos discursos que a veces nos parecen de otro tiempo hay que intentar comprenderlos en su integridad”.