El pasado viernes la Feria del Libro de Xixón dio la bienvenida en el Centro Cultural Antiguo Instituto a una de las escritoras del momento, la autora de ‘Panza de burro’, Andrea Abreu (Tenerife, 1995).
Con más de 20.000 copias vendidas a sus espaldas, una novela traducida a 10 idiomas y los derechos de emisión del libro reservados por una productora interesada en adaptar la historia a la gran pantalla, Abreu trata de digerir los éxitos acumulados a lo largo del último año, entre ellos, haber sido seleccionada por la revista Granta como una de las 25 firmas menores de 35 años más importantes de la literatura en castellano.
“Antes de la novela era una chica anónima más que luchaba por pagar un alquiler y que había asumido que no podría dedicarse a la escritura” apunta la escritora canaria al inicio de su charla junto a Cristina Valdés y con el objetivo de contextualizar hasta qué punto los logros de su primera novela han llegado como un balón de oxígeno desde el punto de vista profesional: “Mi pareja me regaló un taller de escritura con Sabina Urraca, una de mis periodistas y escritoras favoritas. Que ella apostase por editar mi novela cuando desde la editorial Barret le ofrecieron participar en el proyecto editora por un libro, ha sido un sueño”, añade.
Y aunque es cierto que parte del éxito de la novela nace de la buena conexión que existe entre editora y escritora, la forma de percibir y contar la realidad de Andrea Abreu es única. Antes de ‘Panza de burro’ y a excepción de las obras de autores canarios como Víctor Ramírez o Ángel Sánchez, nadie había explorado la ruralidad de la isla de Tenerife de la forma en la que Abreu lo hace.
“Quería alejarme del folclore y explorar la ruralidad desde el lado más quinqui”
Uno de los aspectos que sin duda más llaman la atención de la novela de Abreu es su léxico. El lenguaje que utilizan las dos niñas protagonistas y los personajes que giran en torno a ellas está cargado de anglicismos adaptados a la identidad canaria y expresiones que caracterizan al Icod de los vinos, el municipio tinerfeño situado a las faldas del Teide y donde transcurre la historia.
Andrea Abreu en Xixón. Foto: Luis Sevilla.
Estregarse, amiga jarrapa, fisquito o juroniando son algunas de las palabras que forman parte del universo léxico que alberga ‘Panza de Burro’ y cuya función es reflejar la pluralidad identitaria y lingüística que vivió la propia escritora en su infancia y que tan pocas veces se ha visto retratada: “Editando la novela me plantearon la posibilidad de incluir un glosario de términos para que los lectores pudiesen consultar aquellas palabras canarias que no les resultaban tan familiares. Sin embargo, muy pronto me di cuenta de que tomar esa decisión haría que no me sintiera cómoda porque de alguna forma significaría que estaba asumiendo que hay un español más válido que otro. Suponía asumir que mi variante del castellano era menos válida y, ante todo, yo tenía que ser honesta con mi propia propuesta porque esa variante del español que aparece en la novela es a su vez el reflejo de la clase social a la que pertenecen los personajes y yo quería retratar esa realidad obrera que tantas veces se ha invisibilizado en la literatura”.
Esta misma idea referente al léxico está muy relacionada a su vez con el propio título de la novela, el cual hace referencia a un fenómeno meteorológico muy propio de esta zona de Tenerife. Se conoce como panza de burro a esa nube baja que se instala en el cielo durante varios días hasta el punto de afectar al estado anímico de los habitantes de la zona: “Los que hemos vivido la panza de burro hemos visto cómo es capaz de provocar desidia, desgana e incluso estados depresivos. Y es precisamente esa influencia de la meteorología en la forma de tomarse la vida la que quería que estuviese presente en los personajes de la novela. Quería que a través de las vivencias de los propios personajes se sintiese la presencia de las nubes, que se notase cómo la ausencia de luz les influye negativamente hasta el punto de perturbarles. Y es que, al igual que sucede con muchos otros aspectos, como buenas hijas de la turistificación canaria hemos asumido que en la isla siempre hace sol, cuando en realidad eso tampoco es cierto”, concluye.