¿Por qué la estrategia industrial del gobierno asturiano flaquea?

Las declaraciones sirven de poco sin medios y estrategia para llevarlas a cabo: necesitamos movilización y un Gobierno que piense en Asturies.

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Daniel Ripa
Daniel Ripa
Es psicólogo social y ex diputado de Podemos Asturies.

En cierta ocasión el cineasta y pensador Jean Cocteau dijo que un vaso de vino medio vacío también era un vaso medio lleno, pero que media mentira jamás podrá ser media verdad. La experiencia nos permite desconfiar de los dirigentes que anuncian, a bombo y platillo, planes muy similares cada dos o tres años. En Asturies sabemos algo de eso. Llevamos décadas viendo, año tras año, como los sucesivos gobiernos anuncian planes para combatir el despoblamiento (¡tres planes en seis años!), para revertir la emigración juvenil o para salvar la industria asturiana. Si los planes reaparecen cíclicamente es porque no se solucionan los problemas, y eso solo puede querer decir dos cosas: o bien los planes son ineficaces, o bien se trata de cortinas de humo para ocultar que no hay intención o capacidad de resolver los problemas. Nada da más sensación de movimiento que un buen plan, bien anunciado, que no necesite llevarse a efecto. Sea como sea, tras varias décadas perdiendo población, con miles de jóvenes (¡ya adultos!) que han emigrado y un sector industrial que se desvanece en un largo suspiro, no hay muchos motivos para ver el vaso medio lleno. 

La Estrategia Industrial Asturias 2030, que el Gobierno de Adrián Barbón esgrimió como un gran logro hace pocas semanas, no deja de ser una reedición de otras tantas estrategias industriales que no solo no han impedido un reguero de despidos, cierres y deslocalizaciones, sino que los han asumido como decisión soberana de las grandes multinacionales. Dicha Estrategia no tenía presupuesto, ni objetivos concretos, ni indicadores de evaluación; si una asociación asturiana hubiera solicitado una subvención con un proyecto con tales carencias, la habrían descalificado por incumplir los requisitos formales mínimos; sin embargo, el Gobierno de Asturies lo presenta como guía de la política industrial durante esta década. Tal y como dijo Comisiones Obreras, hace dos semanas, la propuesta del Gobierno no pasaba de ser un mero brindis al sol. Y esta misma semana el secretario general de la Federación de Industria de UGT apunta en la misma dirección al criticar sin reservas el desempeño de la Alianza por la Industria. 

A esta conclusión ya habíamos llegado en Podemos Asturies cuando decidimos no firmar la Alianza por la Industria el pasado mes de enero, por motivos similares a los que expresan Comisiones Obreras y UGT. Nos temíamos que la Alianza por la Industria no fuera más que la enésima fotografía de grupo del Gobierno de Barbón, empeñado en una política de acuerdos vacíos de contenido; acuerdos transversales, sí, pero que a causa de ese afán por incluir en la misma fotografía a partidos de ideologías opuestas, se quedan en una mera declaración de intenciones sin ninguna medida transformadora.

“Si los planes reaparecen cíclicamente es porque no se solucionan los problemas”

Aún así, habríamos participado en la Alianza por la Industria si hubiera planteado alguna idea novedosa, alguna herramienta política, algún elemento sustantivo que pudiera haber sido útil para salvar nuestra industria. Compartimos la necesidad de acumular fuerzas políticas, sindicales, empresariales y sociales para que el Gobierno asturiano incremente su legitimidad para defender ante el Gobierno central los intereses de Asturies en material industrial y de Asturies en su conjunto. Pero no sucedió eso: lamentablemente, el acuerdo suscrito por la Alianza por la Industria solo se tradujo en un email enviado a la dirección de correo del Ministerio de Industria. Mucho ruido para tan pocas nueces.

¿Qué pretendía la Alianza por la Industria? Básicamente, proponía afrontar el problema del riesgo de deslocalización y desinversiones en la industria asturiana mediante políticas business-friendly, esto es, incrementando las subvenciones sin condicionalidad para hacer más rentable la permanencia de la industria electrointensiva en Asturias y rebajar el precio de su factura eléctrica. La Alianza acertaba en una cuestión clave: la política del Gobierno central no puede basarse en tratar por igual a territorios económicamente diferentes. Cada territorio tiene sus peculiaridades, sus problemas y sus oportunidades; no se pueden equiparar las condiciones de la industria vasca o de la catalana con las de la asturiana, marcada por un mayor aislamiento territorial y el alejamiento de los grandes centros económicos. Sería absurdo ignorar estos factores diferenciales, especialmente en un contexto histórico en el que, con el ocaso de la minería y de las centrales térmicas que proveían de energía barata a la industria asturiana, nuestra comunidad pierde sus ventajas competitivas. Tratar por igual a Asturias que a Madrid, Barcelona o Bilbao favorecerá, a día de hoy, a estos tres últimos centros económicos. Ha de tenerse en cuenta la situación de insularidad de Asturies. Pero es que es más: sucede lo contrario. Se trata mejor a quien es más rico. Hay una asimetría en materia de recaudación basada en el dumping fiscal de Madrid (es decir, hacer que las empresas y grandes fortunas apenas paguen impuestos), lo que genera un polo de atracción de empresas en la capital que desertiza a las periferias y empobrece al conjunto del país. 

¿Dónde estaba, pues, el error de la Alianza por la Industria? En tres ámbitos. El primero tiene que ver con la factura de la luz industrial: en un momento de incremento de precios de la luz, abaratar su coste a la gran industria no puede pasar por subvenciones cruzadas entre grupos de consumidores (la propuesta que hacía la Alianza implicaba que los consumidores particulares y las PYMEs pagásemos más por la factura de la luz para financiar a la gran industria, debido a que, según la norma vigente, el sistema eléctrico tiene que financiarse con sus propios recursos sin aportaciones del exterior del sistema). La solución pasa por una reforma estructural del mercado eléctrico para abaratar los precios de la luz para todos los grupos de consumidores.  

El segundo ámbito tiene que ver con las ayudas a las multinacionales: ninguna subvención será efectiva sin condicionalidad en materia de inversiones en las plantas, compromisos de permanencia y protección del empleo o incorporación de la SEPI y del Estado como accionistas, asegurando una participación pública, como en Duro Felguera, que evite deslocalizaciones y cierres (lo que requiere reconocer a los fondos de inversión internacionales que se están haciendo con nuestra industria). Lo hemos visto históricamente con Alcoa y lo podemos ver con los fondos europeos. Iberdrola cierra la térmica de Lada sin un plan de recolocación, pero luego pide miles de millones de fondos europeos. Lo mismo puede suceder con Arcelor, donde los fondos europeos sirvan para pagar recortes de personal ya anunciados. La recuperación de nuestra industria no pasará por financiar a multinacionales a fondo perdido, sino por implicar a todos los poderes, tanto públicos como privados, en políticas coherentes diseñadas a corto, medio y largo plazo, que protejan las empresas existentes (a cambio de compromiso de permanencia sin despidos y/o de entrada en el accionariado de las compañías) y aseguren el desarrollo de todos aquellos sectores productivos que permitan generar actividad sostenible y empleo de calidad, donde hay espacio para un Green New Deal y el empleo verde, como venimos años señalando. 

“La recuperación de nuestra industria no pasará por financiar a multinacionales a fondo perdido”

El tercer y último ámbito es sencillo: las declaraciones sirven de poco sin medios y estrategia para llevarlas a cabo. Nuestra propuesta en este sentido es clara: necesitamos una fase de movilización social y sindical en defensa de Asturias para acumular legitimidad social, y un Gobierno asturiano que piense en los ciudadanos a los que defiende y no en sus intereses de partido. Porque cuando hablamos de industria no es sólo de medidas en materia de industria (que también) sino de si los asturianos y asturianas estamos condenados a ser una comunidad sin futuro económico, una tierra de emigración de personas e ideas, o si tenemos capacidad para creer en nosotros mismos y exigir las acciones necesarias para hacerlo posible. Pensamos lo segundo: Asturies tiene futuro.

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