Aitzole Araneta es sexóloga, técnica de igualdad, activista a favor de los derechos de las personas en situación de transexualidad y concejala de Elkarrekin Podemos en el Ayuntamiento de Donostia. La semana pasada estuvo en Asturies hablando sobre la Ley Trans invitada por la Concejalía de Dinamización Comunitaria de Llanera y por el CSA L’Apiaderu de El Remediu, Nava. Didáctica, hablando de lo particular a lo general y de lo general a lo particular y con toda la disposición a enseñar y dar luz en un tema oscurecido y distorsionado por el desconocimiento, Araneta desgrana punto por punto las claves para entender un asunto en el que se mezclan biografías, palabras, miradas y el día a día de unas personas que son bastante más que la partícula “trans” con la que se etiqueta todo lo que no encaja en los estrechos cajones binarios.
Se define como “activista a favor de las personas en situación de transexualidad”, ni “transfeminista”, ni “trans” le convencen.
Lo digo así para poner el sustantivo “trans” como adjetivo. Cuando se dice trans parece que eres eso y nada más. En realidad, trans o transexualidad son términos para hablar de gente que no cumple las expectativas genitales que tenemos en la sociedad. Gente que tiene en común que durante un tiempo de sus vidas no fueron vistas como quien son, sino como del sexo que verdaderamente no son. La idea es colocar ese adjetivo donde le corresponde.
Es una cuestión entonces de empezar por describir la realidad más correctamente y, a la vez, entenderla mejor.
Sí. Si dentro de unos años tenemos hecha esta pedagogía social, ese adjetivo no debería significar algo muy diferente a ser alta, baja, rubia, morena, gorda, flaca, tener las caderas grandes o los pies pequeños. Lo que pasa es que ahora mismo esa condición, esa experiencia vital condicionó mucho la vida de esta comunidad. Lo más acertado sería decir condición trans, situación trans, experiencia vital trans… De hecho, esa partícula en el imaginario social da a entender algo que no es exactamente así: la gente entiende que se cambia de sexo, pero el relato habitual prácticamente unánime es que siempre fuimos quien éramos y que en realidad no hay un cambio de sexo, sino que ese tránsito, ese cambio de mirada, lo hace el resto del mundo, que empieza a mirar a esa persona como fue siempre (si quieren hacer el cambio de mirada, claro).
“Un avance básico de la ley trans es que no haga falta que te diagnostiquen una enfermedad mental para decirte quién eres”
El pasado 29 de junio el Congreso de Ministros aprobaba el anteproyecto de la Ley de igualdad real y efectiva de las personas trans y para la garantía de derechos de las personas LGTBI. ¿Qué supone este paso?
Lo primero es aclarar que no se aprobó todavía la ley trans, lo que se aprobó en el Consejo de Ministros, no en el Congreso, es un texto refundido entre la ley trans y la ley LGTBI, que eran dos leyes acordadas por el Gobierno de coalición estatal en su paquete legislativo. Estaban diferenciadas, pero ahora se unieron en una. A partir de aquí y hasta que se apruebe en el Congreso queda un proceso bastante largo. Esto fue el pistoletazo de salida, pero queda pendiente un periodo de consulta y alegaciones públicas; tiene que haber una segunda vuelta en el Consejo de Ministros con los informes del resto de los ministerios; tienen que hacer sus informes los cuatro Consejos Generales del Estado, y después de todo esto llegará al Congreso donde los grupos parlamentarios harán sus enmiendas de adición, supresión, modificación… Es decir: es un pistoletazo de salida a un texto al que le queda por delante un camino largo hasta que se apruebe definitivamente.
¿Qué avances supone el texto que hay ahora sobre la mesa?
Esto es un mínimo para poder iniciar el proceso. El mínimo consiste en que nadie, como pasa con la ley estatal, diga quién eres en base a diagnosticarte una enfermedad mental. Es curioso, porque es la única enfermedad mental que no se cura trabajando la mente, sino modificando el cuerpo. Con la normativa vigente, a partir del diagnóstico, hay que empezar un mínimo de dos años de tratamiento médico, normalmente hormonal, antes de poder cambiar la mención de sexo registral. Para eso se necesita el diagnóstico psiquiátrico o psicológico y un tratamiento que a veces, además, trae consecuencias como pueden ser la infertilidad o una reducción en la capacidad de procrear.
“En el tema trans, lo irónico es que se trata de la única presunta enfermedad mental que se cura modificando el cuerpo y no trabajando la mente”
Mucha gente piensa que la transexualidad va de eso, de hormonas y operaciones, pero realmente hay cada vez más gente que no ve necesario pasar por un proceso hormonal o quirúrgico. La situación trans no va de eso, sino de que buena parte de tu vida no se te vio como realmente eres. Se trata de que desde la medicina no te digan quién eres en base a considerarte una enferma mental y que no te obliguen a un recorrido médico obligatorio. De hecho, ya hay informes internacionales que dicen que todas estas imposiciones son contrarias a los derechos humanos.

Despatologización y desmedicalización serían entonces los pasos básicos que se dan con esta ley.
Sí, todo esto se sustituye por lo que se llamó “autodeterminación de género”, un término alrededor del que hay mucho debate teórico y en el que puedo compartir críticas, pero es importante remarcar que ese concepto no aparece en el texto que aprobó el Consejo de Ministros el 29 de junio. Lo que sí aparece es la despatologización y la desmedicalización. La gente no escogemos quién somos, sino que lo que se pretende es que la ley recoja lo que ya eres. Esto permitiría, no elegir, sino que la ley reconozca lo que siempre fuiste. Así que lo que aparece en la ley es la modificación registral del sexo sin requisitos médicos, psicológicos, judiciales o testigos.
¿Cuáles son las carencias de este anteproyecto de ley?
Falta el reconocimiento legal a las y los menores. En el texto aprobado se habla de personas mayores de 14 años, pero ya ahora mismo está estandarizado que personas de hasta 12 e inclusive 11 años puedan, a través de un proceso estandarizado, hacer ese cambio de mención registral del sexo. Así que en este sentido sube la edad para hacer esa modificación registral. Si esto queda así sería retroceder en este punto y por eso es importante que en el proceso de enmienda se pueda bajar la edad y que de esta manera se corresponda con lo que ya existe actualmente.
“El tránsito de cambio de mención de sexo registral lo hace el resto del mundo cuando empieza a ver a esa persona como lo que realmente fue siempre”
Este texto tampoco tiene en cuenta a las personas migrantes: uno de los principios rectores del proyecto de ley derechos trans era que quien no tuviera nacionalidad española pudiera acogerse a esta ley. Hablamos de personas que muchas veces tienen que huir por quiénes son, sus vidas está en peligro por este motivo y, cuando llegan a nuestro Estado, además de tener que empezar su vida desde cero, deberían tener el derecho de hacer ese cambio de la mención de sexo registral para no tener más problemas añadidos. Problemas como ir al banco con una documentación que no refleja quién eres; ir a una entrevista de trabajo, a los servicios de salud, coger un tren de larga distancia donde te piden todos los documentos… Si no se hace el cambio de mención de sexo registral te pueden acusar de suplantación de identidad, además de hacerse pública una información que pertenece a tu intimidad. En todos estos ámbitos, si la ley no incluye a las personas inmigrantes, va a haber obstáculos que se van a sumar a los que ya tiene este colectivo.
Esta ley nace en medio de una polémica intensa en el feminismo. ¿Qué duele tanto en este tema?
Está el debate teórico entre lo que significa sexo y género. Por sexo se entiende lo biológico referido a los genitales y los cromosomas, pero esa idea de sexo ya viene del latín, “sectus”, con la acepción de “cortar”, y “sexare”, “diferenciar”, que en la Antigua Grecia era lo que me diferenciaba de otros. Genitales y género también tienen una etimología común que se refiere al generar, a lo que habilita que haya generaciones nuevas. Desde va miles de años estos conceptos ya estaban diferenciados: no es lo mismo el sexo que los genitales.
Esa concepción moderna del sexo entendida como genitales y cromosomas empezó a surgir a partir de los años sesenta y cuando decimos que el sexo es biológico nos agarramos a un paradigma biologicista que dice que nacemos con una hoja de ruta escrita en base a unos caracteres –genitales y cromosomas, pero podían ser otros- y eso ya nos da un camino marcado en base a esa biología. Y en el otro lado está el paradigma de que nacemos como hojas en blanco listas para ser escritas por la socialización, la cultura y el ambiente. Ambos paradigmas se excluyen, pero lo mismo que a nadie se le pide separar su parte biológica de la social y la cultural, es importante que ese concepto de sexo se entienda como bio-psico-social, todo ello a la vez.
Necesitaríamos entonces un paradigma nuevo que supere las carencias del biologicista y el sociocultural y ambiental.
Ese es el cambio de paradigma que necesitamos para entender que nadie es un engaño, porque todo esto cuesta el bienestar, la salud y la vida de muchas personas. Ese cuestionar el paradigma biologicista que dice que somos genitales y cromosomas pudo levantar ampollas en algunos sectores del feminismo en los que las personas en situación de transexualidad quedan al margen.
Entre el paradigma biologicista y el de la tábula rasa, la transexualidad cuestiona ambos, los dos paradigmas se quedan cortos. Estamos a punto, socialmente, de pasar a otro paradigma: mi propuesta es que en vez de simplificar una realidad compleja, la contemplemos en todo su esplendor. No podemos separar lo biológico de lo cultural, que empieza ya en la tripa de la madre cuando se pregunta si es niño o niña. Lo biológico, lo social y lo psicológico sucede todo al mismo tiempo, es un trípode bio-psico-social que se traduce en biografías, en individuos concretos con nombres y apellidos. El sexo, siendo también biológico, es más que genitales y cromosomas. Mediante el trípode bio-psico-socio podemos afirmar por tanto que el sexo, más que biológico, es biográfico.

Simplificando el debate en el feminismo, parece que la culpa de todo la tiene Judith Butler. ¿De qué es “culpable”, “responsable”, esta filósofa?
El problema viene de la lectura que se hizo de Judith Butler, al entender que dijo que todo es performativo y se la encuadró dentro del paradigma de la tábula rasa, de la hoja en blanco. Sin embargo, si todo es performativo, socialización y cultura, ¿por qué pudiendo escoger el rol de hombres, el sexo beneficiado y con privilegios, afirmamos que somos mujeres con todo el coste que es implica? La propia Butler aclara que quien somos no es solo una actuación o una imitación basada en estereotipos o roles, sino que hay muchos factores en juego.
“Mucha gente piensa que la transexualidad va de hormonas y operaciones, pero realmente hay cada vez más gente que no ve necesario pasar por un proceso hormonal o quirúrgico; la situación trans no va de eso, sino de que buena parte de tu vida no se te vio como lo que realmente eres”
Tenemos también a Simone de Beauvoir, que dijo aquello de “no se nace mujer, se llega a serlo”
Efectivamente. Simone de Beauvoir escribió “El segundo sexo” y no “el segundo género” (que ciertamente era un término que no se usaba en esa época). También ya en los años 30, el médico y premio Nobel Gregorio Marañón escribió sobre los estados intersexuales, una palabra que no se utilizaba para hablar exclusivamente de genitales o cromosomas. Y a principios del siglo XX, Magnus Hirschfeld en Alemania tenía el Instituto para el Estudio de la Sexualidad, hasta que Hitler quemó su biblioteca en 1933. Todos ellos hablaban de que intersexualidad es un valor por el que lo que todos convenimos en llamar masculino y femenino no corresponde en exclusiva a ninguno de los dos sexos, sino que todos y todas tenemos aspectos masculinos y femeninos y esto nos da nuestras peculiaridades. Hay una diversidad intrínseca en todo el mundo, no solo en el colectivo LGTBI.
La pregunta que sobrevuela es ¿qué es ser mujer?
¿Ser mujer se reduce a tener vulva? Me parece que podemos convenir que no, el feminismo coincidiría en afirmar que los genitales no sean el destino. Esta gente que reivindica que es la esencia de lo que es ser mujer no creo que partan de una mala intención, sino del desconocimiento. Muchas de estas cuestiones se van a solucionar haciendo una pedagogía que está pendiente en la sociedad. También se disipan muchos miedos cuando se conoce a alguien en esta situación. Sin olvidar que hasta ahora tuvimos 14 años una ley que, aunque patologizaba, reconocía que hay mujeres nacidas con pene y hombres nacidos con vulva. Y no se oyó en este tiempo que se borrara a ninguna mujer.
Precisamente se critica que si cualquiera se define como mujer, ¿cómo articular políticas de igualdad o hacer estadísticas para conocer, y actuar, ante las discriminaciones por razón de sexo?
Como decía, desde el año 2007 tenemos una ley que ya permite el cambio de la mención de sexo registral, aunque pasando por la patologización y la medicalización, que es lo que esta norma nueva quiere evitar. Y ni se borraron mujeres, ni se dejó de hacer estadísticas, de aplicar políticas de igualdad o de actuar contra las violencias machistas. Están lanzándose falsas alarmas, como que ahora todo el mundo va a querer disfrutar de los supuestos beneficios que trae ser mujer y nada más se plantea qué pasará si los maltratadores deciden cambiar la mención de sexo registral para esquivar la ley de violencia machista o si los violadores van a acabar en cárceles de mujeres, con el peligro que eso supondría. Me cuesta creer que un maltratador o un violador, un machista en toda regla, decida alegremente ir por ahí enseñando su DNI en el que dice que es mujer: porque al hacer ese cambio de mención de sexo registral se convierte en lo que denigra, sin olvidar todos los problemas que trae esta situación en el día a día.
“El sexo, siendo también biológico, es más que genitales y cromosomas. Mediante el trípode bio-psico-socio podemos afirmar por tanto que el sexo, más que biológico, es biográfico”
¿Por qué no planteamos lo contrario? ¿Por qué no nos convertimos todas en hombres y reventamos el patriarcado desde dentro? Si fuera tan fácil como cambiar la mención de sexo registral podríamos decidir todas hacernos hombres y así íbamos a cobrar más, a terminar con la discriminación laboral, acabar con los techos de cristal… No es tan sencillo como eso, ¿no?

Otra advertencia del “peligro” que supone esta ley es, como apuntabas, que violadores o maltratadores acaben cumpliendo pena en cárceles de mujeres.
En todas las leyes va a haber alguien que se aproveche de ellas, pero no tiene pinta de que vaya a suceder mayoritariamente y eso no puede ser una razón para que no se apruebe cualquier ley que reconozca derechos. Además, hay garantías jurídicas: como el fraude de ley, que es utilizar una norma para fines no previstos en esa ley. A la vez, la propia ley recoge que, si eso pasara, esa persona va a ser juzgada con la mención de sexo registral que tenía en el momento en el que sucedieron los hechos. Y, bueno, no creo que sean mayoritarios los hombres que quieran pasar por lo que pasamos las personas en situación trans a diario al presentar nuestra documentación. En Portugal, Malta o Argentina, con leyes parecidas, son mínimos los casos de hombres que intentaron hacer el cambio de mención de sexo registral para defraudar o escapar de la ley. Además, insisto, la posibilidad minoritaria de que haya un fraude ante una ley –como lo hay en todas- no puede ser un argumento para no reconocer derechos a toda una comunidad.
Tampoco se habla de qué va a pasar con los hombres en situación de transexualidad que entren en una cárcel de hombres. ¿Qué protección van a tener allí? ¿Qué les va a pasar? ¿Los van a meter con violadores y maltratadores? Siguiendo con esto, la cuestión es que ya tenemos un caso reciente de un hombre que cumplió su pena en una cárcel de mujeres y es Iñaki Urdangarín. Entonces, ¿cómo es esto? Se habilitaron medidas especiales, sí, así que a un violador, por ejemplo, también habría que aplicarle medidas especiales en el espacio compartido de una prisión, como ya se hace en otros casos.
A veces se habla también de un presunto lobby trans que lo único que pretende es hacer negocio con todo esto.
Los medicamentos hormonales no están diseñados ex profeso para personas en situación de transexualidad. Ya están ahí los estrógenos, por ejemplo, que toman las mujeres en la menopausia cuando hacen una terapia hormonal sustitutiva. O el bloqueo hormonal para frenar el desarrollo puberal no está inventado para la adolescencia trans, sino para pubertades precoces u otras casuísticas, como el deporte de élite, donde es habitual hacer este bloqueo a las gimnastas para que no pierdan flexibilidad. Viendo el pequeño número de personas en situación de transexualidad, realmente no hay un mercado nuevo que no existiera antes.
Yendo más allá, se alerta de que con este movimiento trans se pretende atiborrar a procesos de hormonación a las niñas y los niños.
Lo primero que hay que aclarar es que a un niño o una niña prepúber no se la puede hormonar. Hay estándares médicos que dicen que eso no se puede hacer y, además, si hormonas a una criatura prepúber no va a haber cambios en los caracteres sexuales, no le van a hacer efecto y únicamente se va a sobrecargar el hígado. De otra manera, las niñas y los niños no se definen como trans, sino como niñas o niños. Ni ellas ni sus familias están pidiendo medicación ni hormonarse, sino que se les vea como quienes son. Esa no es una demanda de niñas de 4 a 10 años, aunque sí puede ser una demanda cuando alcance la pubertad. Y ahora, precisamente, es obligatoria esa medicalización, lo que quita la ley es la obligatoriedad de unas medicinas que supuestamente beneficiarían a las farmacéuticas. También se dijo que se va a aprovechar para operar los genitales a niñas y niños, pero eso no puede ser, porque hasta la pubertad no hay material para hacer una cirugía así. Ni hay demanda ni se pide nada de eso, nada más piden que se les vea como lo que ya son.
“No se trata de elegir quién eres, eso no se elige, se trata de que la ley reconozca lo que siempre fuiste”
En ese sentido, es habitual cuestionar la palabra de los y las niñas.
Hay quien cuestiona que sean niñas y niños por sus genitales, diciendo que con esa edad no pueden saber si son niñas o son niños, pero no cuestionan al resto de niñas y niños que también lo saben. Hablan de que en vez de ser una niña pueden ser niños femeninos, y en vez de ser un niño pueden ser niñas masculinas. Pero esto es justamente lo que intentaron las familias de estas niñas y niños: que no estén en esa condición de transexualidad porque la vida presenta más dificultades. Frente al “puedes ser una niña masculina, vamos a quererte igual”, se recibe la misma respuesta de las criaturas: “Eso está muy bien para quien le sirva, pero a mí seguís sin verme”.

“Las niñas y los niños no se definen como trans, sino como niñas o niños. Ni ellas ni sus familias están pidiendo medicación ni hormonarse, sino que se les vea como quien son. Precisamente lo que quita la ley es la obligatoriedad de medicarse”
Quizás ahí está la dificultad; ver más allá de unos esquemas muy rígidos de lo masculino y lo femenino, poniendo a las personas en situación trans como gente que escoge alegremente uno u otro.
El relato mayoritario de las personas que vivimos esta condición, una más de todas las que vivimos, es que no escogimos nada. Los y las niñas en situación de transexualidad no se definen como trans, sino como niñas o niños. Elección hay poca. La pregunta que más me hacen es: “Y tú, ¿por qué dices que eres una mujer? No lo sé muy bien, esa es una de las preguntas más gordas de la humanidad, ¿quién soy? En esa pregunta hay una parte que no sé responder, no sé quién soy. Pero sí hay una parte, soy una mujer y no un hombre, porque a pesar de que me educaron como a un niño o un hombre no pude serlo. De hecho, yo decía una y otra vez que no era un hombre. Además, hasta sería un poco estúpido que, pudiendo ser hombre, con los privilegios asociados a la masculinidad, renunciara a ello y escogiera el camino más difícil. ¿Por qué renuncio a algo que me podía beneficiar? ¿Por qué me complico la vida? Sin saber exactamente la respuesta de lo que nos hace ser, lo que sí sabemos y, además, lo sabemos desde la investigación científica, es que no hay que buscar la respuesta en los genitales y en los cromosomas únicamente. Se están buscando respuestas en la endocrinología, la neurociencia, las ciencias sociales… Pero el autobús de Hazte Oír, que va unos años escandalizó por su intolerancia a la sociedad española con aquel “los niños tienen pene y las niñas vulva” no parece que sea la respuesta.
“La ley no habla de autodeterminación de género, sino del cambio de la mención de sexo registral sin requisitos médicos, psicológicos y judiciales”
Vuelve a mezclarse sexo y género, el eje sobre el que gira el debate…
El género es una herramienta útil en las ciencias sociales porque asociamos características masculinas o femeninas a hombres y mujeres. Y aquí viene la identidad de género y la autodeterminación de género: si el género son unos estereotipos, una construcción, ¿cómo nos podemos autodeterminar en base a una imposición? El autobús de Hazte Oír tuvo mucho rechazo en su momento, todo el mundo entendió que no se había que meter con la infancia, pero quizás cuatro años más tarde tendría otra acogida, más apoyo, porque se trasladaron ideas que no se corresponden con las vidas de quienes vivimos experiencias trans. Parece ser que ser mujer es llevar pendientes, usar tacones, actuar de determinada manera… Entonces solo con dejar de hacer todo eso ya serías un hombre. Se confunde la condición con la conducta. Si fuera tan fácil, si se tratara solo de cambiar la conducta, no tendría sentido que mucha gente pierda la vida por su conducta en muchos países.