Últimamente la Historia se obstina en pisotearnos y boicotear nuestros planes hasta un jueves por la tarde cualquiera. Estaba previsto que el periodista Enric Juliana, autor del prólogo de “Pasionaria. La vida inesperada de Dolores Ibárruri”, escrito por Diego Díaz y publicado en Hoja de Lata, interviniese en la presentación del libro en la librería Antonio Machado de Madrid, en los bajos del Círculo de Bellas Artes. Pero, avatares de la vida periodística, la crisis diplomática entre Argelia y Marruecos retuvo a Juliana en la redacción con el ministro de Asuntos Exteriores español al teléfono. Ya se sabe que las cosas de palacio van despacio, y tanto lo fueron este jueves que Juliana ni siquiera tuvo tiempo de acercarse en el último momento a darle su bendición al libro del director de Nortes.

En cualquier caso, había en la sala una presencia mucho más exótica que la de un periodista político con signos de vida inteligente, como es Juliana: algo en verdad poco habitual en el tertulianato patrio. Minutos antes de que empezase el acto, en los corrillos que se formaron entre las estanterías, se hablaba con admiración, casi con incredulidad, del que se decía que era “el único venezolano de izquierdas en todo Madrid”. Al final fue Daniel Álvarez Prendes, editor de Hoja de Lata, quien acompañó a Díaz en la mesa de ponentes.
“Esta es una biografía apasionada y una lectura sensacional de la figura de Pasionaria”, empezó el editor, que destacó del libro su “rigor en lo historiográfico, su pulso narrativo y un humor sutil”. Díaz reconoció, nada más tomar la palabra, que “jamás había pensado en escribir un libro sobre Pasionaria. Me lo encargaron y yo pensaba: ¿qué puedo añadir que sea nuevo?”. Fue una anécdota, en apariencia insignificante, la que hizo saltar la chispa que alumbró luego el libro.
Resulta que a una Pasionaria veinteañera, aún cristiana devota y ajena al movimiento comunista, el que luego sería su primer marido, un minero socialista de un pueblo de Vizcaya, le regaló un libro de Víctor Hugo en el comienzo de su relación: “Y eso me emocionó. Uno de los hilos del libro es que quizás el movimiento obrero no haya transformado el mundo todo lo que hubiera querido, pero sin duda transformó la vida de las personas que participaron en él. La cultura del movimiento obrero les ayudó a interpretar quiénes son, cuál es su lugar del mundo y a acabar con ese sufrimiento a través de la acción colectiva”.

También destacó el autor la “fuerte intuición feminista” de Pasionaria, pese a que ella nunca quiso definirse como tal: “Fue una mujer muy poco o nada tradicional, aunque se pusiese un disfraz de tal cosa para ser aceptada. Siempre con su moño y su vestido negro, queriendo ser admitida transmitiendo esa imagen de mujer convencional”.
Aclaró Díaz que la vida de Pasionaria, y por tanto su libro, “tiene muchas luces, pero lo que no quería era infantilizar al lector y evitar las partes oscuras. El libro se sumerge en la cuestión del estalinismo, porque no hacerlo sería hacerle un flaco favor a la historia. La de Pasionaria es una vida del siglo XX con sus luces, sus sombras y sus aristas”.
Una vez que el autor terminó su intervención, tomaron la palabra las dos únicas personas en la sala que habían tratado en alguna ocasión a Pasionaria. Jesús Montero, autor de una biografía de Irene Falcón, secretaria y amiga íntima de Ibárruri, recuerda de Pasionaria que era “muy maternal y muy cantarina. Estaba siempre cantando”. Muy diferente fue la impresión y el recuerdo que compartió el escritor Miguel Ángel Martínez del Arco: “Yo la conocí siendo un niño y me daba miedo, porque era muy imponente. Y no cantaba”. Qué cosas misteriosas son la memoria y la percepción humanas.