¿Qué fue de… la clase obrera?

Dicen las encuestas que la mayor parte de la clase trabajadora española no sabe que lo es.

Recomendados

Sergio C. Fanjul
Sergio C. Fanjul
Es poeta, periodista y escritor. Colabora habitualmente con el diario "El País". Su último libro es "La ciudad infinita".

Dicen las encuestas que la mayor parte de la clase trabajadora española no sabe que lo es, como si eso de las clases sociales fuera cosa de otro tiempo o como si todos, por tener pasta para Netflix, fuéramos esa cosa llamada clase media. La conciencia de clase obrera ha caído del 50 al 16% en veinte años, según el CIS.

Esto se nota en la percepción social de las huelgas, como la que ahora mantienen los compañeros del metal de Cádiz. Hoy en día el ciudadano de a pie, que es ese al que le ponen la alcachofa los de la tele por la calle Preciados, lo primero que tiene que decir sobre una huelga es si interfiere en su vida cotidiana, si le parecen mal los disturbios o si los huelguistas son vagos y deberían reciclarse y ponerse a emprender, como todo el mundo. El objeto de la huelga, las injusticias laborales o la explotación empresarial, quedan en segundo plano. En el mundo del trabajo lo que se estila es el sálvese quien pueda.

Minero encapuchado en un corte de carretera. Foto: Luis Sevilla.

Recuerdo la conciencia de clase en las cuencas mineras asturianas, que transcendía las minas y las fábricas y traspasaba toda la sociedad. Cuando había huelga en Mieres o en Langreo no se movían ni las moscas. Los tenderos, los hosteleros, los funerarios, los taxistas, sabían que todos estaban en el mismo barco que los mineros, porque toda la economía se basaba, de hecho, en el carbón. Nadie cuestionaba la legitimidad de la protesta, que hacían suya, y, por supuesto, a nadie le parecían extraños los cortes de carreteras con neumáticos ardiendo o los enfrentamientos con la policía. Al fin y al cabo, se estaba defendiendo su forma de vida, de los niños a los abuelos, por todas las comarcas. Los guajes, me cuentan, jugaban luego con las pelotas de goma que había disparado la policía.

“La lucha de clases no es cosa de polvorientos tochos marxistas, la lucha de clases existe”

Aquella era una sociedad fuertemente politizada, concentrada geográficamente, con una historia muy potente a la espalda y sindicada en un 90% o así. El actual descrédito de todo lo relacionado con los derechos laborales y el sindicalismo, como una lacra que lastra la iniciativa empresarial y la productividad (que en España, por lo demás, es una mierda), es fruto de años de ridiculización neoliberal que ha llegado a calar en la sociedad, en la figura ampliamente extendida del liberado sindical barrigón y adicto a las parrilladas. También influyen, claro está, los cambios en las formas de trabajar propiciadas por la revolución tecnológica (el llamado trabajo posfordista) y el anquilosamiento (y a veces ineptitud o corrupción) de los sindicatos mayoritarios. Pero la lucha de clases no es cosa de polvorientos tochos marxistas, la lucha de clases existe. Curiosamente la clase más concienciada y que más hostias sociales ofrece no es la obrera, sino la clase alta. Lo señaló el multimillonario estadounidense Warren Buffet: “Hay una guerra de clases, pero es la mía, la de los ricos, la que está haciendo esa guerra, y vamos ganando”.

Sin la lucha de los trabajadores, sin sindicatos, sin huelgas no se hubieran conquistado muchos de los derechos laborales y no laborales que ahora, mientras vemos los eventos de Cádiz por la tele algo indignados, se van disolviendo mientras la precariedad avanza.

Actualidad

2 COMENTARIOS