La transición que llevará a España a ser climáticamente neutra en 2050 supondrá una transformación profunda del mix energético, que pasará a estar integrado esencialmente por recursos renovables, pero la crisis energética derivada de la pandemia ha vuelto a traer el debate sobre la utilidad de la energía nuclear en la estrategia europea, tanto en la reducción de emisiones como en el control de costes de la factura eléctrica. Intuitivamente, la nuclear parece una buena solución ya que es una tecnología que no emite CO2, con lo que es una ventaja frente a fuentes de energía que usan combustibles fósiles, con lo que la comparativa, al margen de los inherentes problemas de seguridad y gestión de residuos que acompañan este tipo de energías, lo tenemos que situar en el aspecto económico, y aquí es donde la nuclear deja de ser competitiva frente a las renovables.
Antes de entrar en harina una aclaración, a día de hoy la nuclear es imprescindible en el mix español, aquí no hablamos de cerrar hoy las actuales centrales nucleares porque eso aumentaría las emisiones al tener que entrar en sustitución energías fósiles, sino a una transición que contemple la construcción de nuevas centrales como elemento esencial de la estrategia de descarbonización.
Teniendo esto claro, lo nuclear del asunto, si se me permite el chiste, es diferenciar el coste de generación de energía nuclear en una central amortizada, como pasa con las que tenemos en España, con el coste de generación de una central nuclear nueva, algo imprescindible si alguien considera que la nuclear tiene que tener relevancia en el futuro mix energético.

Lo primero que hay que saber es que las centrales son inversiones a amortizar en mínimo 50-60 años, ahí se contemplan costes de construcción, operativos y combustible, más una tasa que incluye los costes de desmantelamiento y gestión de residuos, los tiempos estimados de construcción de las centrales nucleares construidas en Europa occidental en los últimos 30 años, entre proyecto, construcción y puesta en marcha están entre los 15-20 años. Otro detalle relevante es que los presupuestos iniciales suelen quedar rápidamente desfasados y que los sobrecostes son la norma. Por poner un par de ejemplos cercanos, en Francia la construcción de la central de Flamanville, proyectada para entrar en funcionamiento en 2013 con un coste de construcción de 3.500 millones de euros, está a día de hoy en un coste de 19.000 millones y previsión de puesta en marcha en 2023, es decir, un retraso de 9 años y más de 15.000 millones de sobrecoste.
En el Reino Unido tenemos la central de Hinkley Point, conocida ya, como la obra de ingeniería más cara del mundo y que con suerte podrá entrar en funcionamiento en 2026 con 10 años de retraso sobre el calendario original y con unos sobrecostes del 100% de 12.500 a 25.000 millones de euros.
Y esto es así porque montar una central nuclear es complejo por el nivel de tecnológico requerido y por las medidas de seguridad que conlleva, de ahí que el coste de MWh de una central nuclear que proyectemos hoy y que no entraría en funcionamiento antes de 2035, estaría fácilmente en el entorno de los 120€ MWh, cuando a día de hoy las renovables ya generan a precios 4 veces inferior, y eso sin contar que eólica/fotovoltaica son tecnologías que en la última década han rebajado sus costes en torno al 90% con lo que en el plazo de 15 años serán aún más eficientes y competitivas.
“Pero es que me ha dicho mi cuñado que las renovables no generan de noche y por eso la nuclear es necesaria como energía de respaldo.”
Seguro que a poco que os haya interesado algo este debate habréis leído o escuchado esta frase un montón de veces con pocas variaciones, y en parte es cierto; eólica y fotovoltaica no generan si no hay sol o viento, afortunadamente que la energía no se genere de manera continua no es un problema irresoluble gracias al almacenamiento energético, la parte del león de la que menos se habla pero que es la clave de este debate.
“España cuenta a día de hoy con 8,3GW de capacidad de almacenamiento, con el objetivo planteado en el PNIEC de llegar a 20GW en 2030 y 30GW en 2050”
España cuenta a día de hoy con 8,3GW de capacidad de almacenamiento, con el objetivo planteado en el PNIEC (Plan Nacional Integrado de Energía y Clima) de llegar a 20GW en 2030 y 30GW en 2050, esta capacidad de almacenamiento permite la plena integración de las renovables en el sistema, para así poder utilizar energía usando los excedentes de producción en aquellos momentos en los que hay poco sol o poco viento.
Además la versatilidad de tecnologías de almacenamiento garantizan ese soporte en momentos en los que las renovables producen menos, tenemos centrales hidráulicas de bombeo, que almacenan agua en depósitos a gran altura y liberan para producir electricidad cuando hay demanda; las baterías, especialmente relevantes tanto para movilidad eléctrica como en sistemas de autoconsumo para viviendas o negocios; también los sistemas de almacenamiento térmico, de aplicación habitual en las centrales termosolares, donde se almacena calor en tanques de sales fundidas a alta temperatura para posteriormente emplearlo en la producción de electricidad y donde España ostenta el liderazgo mundial en este tipo de tecnología.
Además, tenemos que contar con el hidrógeno verde, que es un elemento central en la estrategia energética europea y del que hay varios proyectos en marcha tanto como método de almacenamiento, como de combustible verde para diversos medios de transporte que van desde los buses hasta los trenes pasando por el sector naval.
Los costes y tiempos que conlleva la construcción de nuevas centrales nucleares, frente a la mayor competitividad de costes, rapidez en los tiempos de instalación de las renovables y esa mejora en la capacidad de almacenamiento son las que llevan a que incluir la construcción de nuevas centrales nucleares no sea una estrategia adecuada en el camino hacia la neutralidad climática.
Por supuesto, nos hemos dejado en el tintero debates más áridos sobre la seguridad, la gestión de residuos o la poca flexibilidad de las centrales nucleares en la modularidad de carga que agrava la competencia virtuosa de la nuclear frente a las renovables, pero eso será en otro episodio al ser un debate más denso y por lo tanto solo apto para los más cafeteros.
Adenda: En el momento de terminar este artículo ha llegado la noticia de que la Comisión Europea ha admitido la nuclear y el gas natural como parte de la taxonomía verde europea, es decir que sean tecnologías que tengan el mismo tratamiento que renovables como la eólica y la fotovoltaica, decisión contraintuitiva pero a la vez previsible, no olvidemos que Alemania y Francia son las locomotoras europeas por lo que su capacidad de presión a la Comisión Europea hacía esperable la inclusión por parte de Francia de la energía nuclear en esa taxonomía verde con el apoyo de los países del Este pero con la oposición de Alemania y España entre otros, y lo mismo podemos decir de Alemania y los ciclos combinados alimentados por combustible fósil e hidrógeno que les permita desplazar el carbón de su mix, esta última decisión es una victoria política a la altura de la nuclear en Francia, aunque está pasando mucho más desapercibida.
¿Significa esto que la nuclear pasa a ser una energía verde?
Pues no, esto es una cuestión política que tiene aún recorrido porque tiene que ser aprobada en los correspondientes parlamentos nacionales, posteriormente en el Parlamento Europeo con mayoría simple y por el Consejo Europeo por mayoría cualificada, con que a esta batalla aún le quedan muchas escaramuzas.

Por otra parte, hay quien a raíz de esta noticia asevera que los estudios científicos afirman que la nuclear es una energía de futuro, renovable, limpia y la nuera ideal que toda madre querría, solo recordar que después del Acuerdo de París en 2015 donde se acordó mantener el aumento de la temperatura mundial en este siglo muy por debajo de los 2 grados centígrados, se encargó un estudio al IPCC (Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático formado por miles de científicos alrededor del mundo) sobre los efectos de un calentamiento global de 1,5ºC, y su impacto climático, político y económico. Como este artículo trata sobre la energía nuclear, no vamos a desglosar un estudio tan denso y nos emplazamos a otro artículo donde lo diseccionemos con detalle y solo me centraré en el análisis que hace el estudio de las diversas tecnologías alternativas para reemplazar el carbón y conseguir esa contención de la temperatura del planeta.
Pues bien, en dicho estudio se evaluó el efecto de cada tecnología valorando su efecto en cada uno de los 16 objetivos de desarrollo sostenible de la ONU, la conclusión fue que tecnologías como la solar, eólica e hidro sacaron un total de 17 puntos, por el contrario, la nuclear puntuó negativo, -1 punto, las razones, las que ya hemos expuesto en este artículo e incluso algunas más.
Por esa razón creo que incluso si se cometiera el error de que la nuclear entrara definitivamente en la taxonomía verde europea, no creo que hubiera un aumento de nuevos proyectos nucleares en Europa, puede que Francia y Polonia pudieran seguir alimentando el sueño nuclear una década más, pero a mi juicio ahí acabaría el debate.
Vale
Cuando tengamos todos los montes reventados y llenos de eólicos fabricados e instalados mediante procesos contaminantes y agresivos con el entorno, a lo mejor despertamos y empezamos a comparar las cosas en su justa medida.