Conocer la ciudad en bicicleta: una ruta hacia el distrito oeste de Gijón

La escritora Roxana Popelka propone un recorrido por la ciudad más poblada de Asturies a través del carril bici que la recorre de punta a punta.

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Roxana Popelka
Roxana Popelka
Es escritora

La creación de una red de vías ciclistas en el entorno urbano constituye una de las apuestas más destacadas de las administraciones locales para incentivar la movilidad sostenible en los municipios. Al mismo tiempo, favorecer el uso del carril bici supone la mejor forma de conocer y disfrutar una ciudad.

Cualquier cicloturista que opte por pedalear desde la glorieta del Piles hacia el barrio de La Calzada se sorprenderá de la longitud de esta vía que recorre el Paseo del Muro de San Lorenzo, los Jardines del Náutico, Jardines de la Reina, la playa de Poniente, atraviesa el parque de Moreda —uniendo el barrio del oeste con la ciudad— hasta terminar en la playa de El Arbeyal.

Foto: Luis Sevilla

Inicio mi trayecto por el carril cercano al estadio de fútbol. Un carril acera-bici que rodea buena parte del conocido parque de Isabel la Católica, uno de los mayores parques urbanos de Asturias inaugurado en 1946. Ruedo con mi bicicleta Orbea a una velocidad moderada mientras observo de reojo la serie de pequeñas edificaciones y semáforos, y pasos de cebra; un conjunto de señales de circulación construidas a pequeña escala que conforman el aula de educación vial o Parque Infantil de Tráfico, abierto en la ciudad desde la década de los años 60. Accedo al Paseo del Muro de San Lorenzo atravesando un pasadizo subterráneo. Ya asoma con amable intensidad el Mar Cantábrico, responsable en cierta medida de la calidad de vida gijonesa.

Foto: Luis Sevilla

Reconozco la fachada acristalada de los bloques de viviendas situados en primera línea de playa. Pienso en el antes y el después de la rehabilitación; un intento de corregir el descalabro del desarrollismo especulativo de los años 60 y 70. Ese mismo que decidió construir edificios a lo largo del Paseo del Muro con un propósito lucrativo mostrando el semblante de un urbanismo caótico difícil de modificar.   

Continúo mi ruta incorporándome nuevamente a un carril acera-bici que atraviesa los Jardines de la Reina, un pequeño espacio verde situado en el muelle local. A mi derecha, fondean las embarcaciones del Puerto Deportivo. El paseo me conduce directamente a la segunda playa urbana que hallamos en este recorrido, la denominada playa de Poniente, ubicada en los antiguos terrenos pertenecientes a Astilleros del Cantábrico y resultado del plan urbanístico de recuperación costera en la zona oeste del municipio. Si antaño esta parte de la ciudad centraba su actividad económica en la relevancia del sector naval, hoy cede protagonismo a la función cultural y de ocio, convirtiéndola en una zona de especial atractivo turístico.

Foto: Luis Sevilla

Los antiguos solares donde se asentaba hasta 1979 la Fábrica de Moreda y Gijón, se han convertido en un extenso espacio ajardinado denominado parque de Moreda, calificado por expertos urbanistas como “el pulmón verde” del oeste gijonés. La creación de este espacio ha permitido conectar barrios históricamente industriales como El Natahoyo, Moreda o La Calzada, con el núcleo urbano. La senda ciclable del parque de Moreda discurre por un agradable entorno rodeado de equipamientos deportivos, jardines y pasarelas donde los vecinos, en esta época del año, disfrutan del buen tiempo. A pocos metros escucho la conversación entre dos hombres de unos 70 años sobre la necesidad, o no, del uso de la mascarilla. Muy cerca del lugar un niño dibuja en el suelo una luna con ojos, nariz y orejas; se lo muestra a su madre sin obtener respuesta, pues en ese instante parece adormilada. Prosigo pedaleando por la senda y me detengo en la escultura Torre de la memoria proyectada en alusión al pasado industrial de un barrio reconvertido en un atrayente entorno para el disfrute vecinal.

Foto: Luis Sevilla

Continúo mi paseo y atravieso un pequeño túnel compartido con viandantes. Cuatro adolescentes me adelantan con sus modernas bicicletas de montaña; circulan por la senda a ritmo de melodías pegadizas. Cruzo por la calle José Manuel Palacio alejándome del espacioso parque de Moreda. Tras subir una pequeña rampa el carril bici bordea unas naves comerciales. Descubro a mi izquierda una enorme fábrica en ruinas, se trata de la antigua empresa Flex que cesó su actividad y cuyo logotipo del cisne permanece visible al paso del tiempo.

Foto: Luis Sevilla

Me detengo en el semáforo de Cuatro Caminos, una hilera de camiones  transporta contenedores hacia El Musel, uno de los puertos marítimos más relevantes del Arco Atlántico, inaugurado en el siglo XIX. Consigo sortear los automóviles estacionados en el aparcamiento gratuito y acalorada llego al último tramo de mi recorrido cicloturístico. Apoyo la bicicleta en un macetero del paseo: ante mí aparece la playa de El Arbeyal, tercera playa urbana del municipio. Ha conseguido recuperar su arenal gracias al resultado del plan de remodelación de la fachada marítima. El Arbeyal, al igual que la playa de Poniente, se ubica sobre antiguos terrenos pertenecientes, en este caso, a los Astilleros Riera. Diviso una escultura en la explanada marítima y me acerco con curiosidad. Se trata del Monumento a los Niños de la Guerra donde figura un niño sentado sobre una piedra mirando hacia El Musel. Leo más abajo la inscripción: un homenaje a los 1.100 niños que fueron evacuados a la URSS desde El Musel de Gijón, acompañados de sus maestros durante la Guerra Civil, en 1937.

Foto: Luis Sevilla.

Son las siete de la tarde, me dispongo a abandonar el distrito oeste de la ciudad con la agradable sensación de haber recorrido la trama urbana de un barrio, testigo indiscutible de un pasado industrial, que ha conseguido conservar su identidad creando, al mismo tiempo, un nuevo modelo de espacio revitalizado y cohesionado.

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