Acordar lo que sea

Si el Estatuo sale aprobado, el mayor beneficio político se lo llevará Barbón y si no llega, siquiera, a asomar la cabeza, la mayor responsabilidad recaerá en Pumares.

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Víctor Guillot
Víctor Guillot
Víctor Guillot es periodista y adjunto a la dirección de Nortes. Ha trabajado en La Nueva España, Asturias 24, El Pueblo de Albacete y migijon.

Adrián Pumares, el niño bien y resistente de la derecha asturiana, tiene cogida por las gónadas a toda la izquierda desde que puso la fiscalidad encima de la mesa. Oficialidad sí, estatuto también y fiscalidad tampoco, ha venido a decir desde que comenzaron las reuniones que se dieron por muertas, finalmente, esta semana, mientras Enrique Fernández, a la sazón, consejero de Industria, intentaba esquivar las acusaciones de una reprobación anunciada.

A pocos días de que se cierre definitivamente el plazo para negociar, este jueves Adrián Barbón ha dicho en Langreo que está dispuesto a acordar lo que sea, con tal de sacar el estatuto y la cooficialidad adelante. Como ya sabemos que el secretario forista no va de farol y que IU no está dispuesta a servir la cabeza de Marx en una bandeja, no nos queda otra que pensar que el trilero, en este caso, es el Presidente del Principado, que dice estar dispuesto a acordar lo que sea con tal de cumplir su palabra. Decía Simone de Beavoir que la terquedad es una estupidez. Es curioso que el presidente socialista no de por terminada la partida a no ser que pretenda teatralizar el aborto del estatuto. Hay quien ve en el juego del trile, el origen del teatro en la calle.

Adrián Pumares. Foto: Iván G. Fernández.

La reforma parcial del Estatuto es lo que los brokers y lo modernos llamarían un win win. Si el Estatuo sale aprobado, el mayor beneficio político se lo llevará Barbón y si no llega, siquiera, a asomar la cabeza, la mayor responsabilidad recaerá en Pumares. En el fondo, ni Podemos ni IU van a sacar mayor rédito político y electoral en todo esto que el testimonio de su firma rubricada en una ley, porque los Estatutos se negocian siempre con la derecha o no se negocian, como con cualquier norma que forme parte del bloque de la constitucionalidad. No está demás recordar que Ángela Vallina supeditó las relaciones con la FSA al descabello del Consejero de Industria en el pleno del miércoles, ante la atenta mirada de los trabajadores de Alcoa. Quiere decirse que IU se aleja de la FSA cada día más.

“IU se aleja de la FSA cada día más”

Sea como fuere,  con la derecha pie de guerra, aquí  no hay con quien tratar. Uno cree que introducir la fiscalidad en la negociación no ha dejado de ser una extravagancia política en todas estas conversaciones porque los impuestos se negocian en leyes presupuestarias y no en estatutos de autonomía. La desaparición del impuesto de sucesiones se sustancia en otra garita. No deja de ser curioso como un acuerdo menor sirve de torpedo para otro de mayores pretensiones políticas. En el fondo, escenifica la escasa voluntad de Pumares de sentarse a negociar.  El error de la izquierda ha sido obstinarse  en el disputado voto del señor Pumares y no tanto en el acuerdo general que debiera integrar a PP y a Ciudadanos, sin necesidad de llegar a la desesperada terquedad de acordar lo que sea.

Ángela Vallina. Foto: Iván G. Fernández.

Pero la izquierda ha jugado al victimismo. Introducir el estatuo en esta legislatura ha desbarado cualquier programa político, derivando el discurso institucional hacia un esencialismo metafísico. Y es que Barbón ha dicho esta semana que Asturias tiene derecho a ser una comunidad de primer, como si no lo hubiera sido durante la pandemia. Algunos quieren recuperar su autoestima aprobando un estatuto, cuando lo que necesitan es que Freud les pase consulta. Curiosamente, Barbón no dijo el sábado pasado ante Pedro Sánchez nada sobre la autoestima asturiana, ni para reclamar el AVE a Gijón ni tampoco para que la financiación autonómica se sostenga sobre criterios de reparto que tengan en cuenta la despoblación, el envejecimiento y todas esas plagas faraónicas que nos acucian. Sólo somos una comunidad de segunda cuando toca hablar de la cooficialidad, pero en cuanto nos referimos a la vida política contante y sonante, en seguida aparcamos nuestra autoestima y miramos para otra parte. Sin embargo, en todo este merecumbé, sí hay algo en lo que el Presidente acierta. Con el estatuto muerto o resucitado, siempre gana Barbón y cobijado a su sombra, también gana Vox.

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