Las guerras, la extrema pobreza y la represión política expulsan de su tierra a decenas de miles de personas cada día. Más de 82 millones de desplazados y de 26 millones de refugiados dan cuenta de un drama social en el que se suele perder de vista que cada uno de ellos es una persona a la que se le han robado sus derechos y su dignidad. Alex Zapico, fotoperiodista gijonés, ha visto y retratado el desasosiego en la mirada de todos ellos en los campos de refugiados y en las fronteras de más de 25 países en los que ha estado a píe de campo desde 1997. Sus imágenes han sido publicadas en medios de España como El País, o extranjeros como el diario La Jornada de México, Legend Magazine o la agencia Notimex, y han formado parte de más de 40 exposiciones, entre ellas en el Círculo de Bellas Artes de Madrid. Actualmente compatibiliza su profesión de reportero con la actividad política. Ha sido concejal en el Ayuntamiento de Xixón y es miembro de la dirección estatal de Podemos como secretario de Sociedad Civil. Convencido de que cada ser humano debe sentir como propia cualquier injusticia que se produzca en cualquier lugar del mundo, dice que su trabajo es “poner el foco en la defensa de los derechos humanos” y “documenta lo que no se quiere ver”, aquellas cosas que se quieren ocultar bajo la alfombra.
El pasado 20 de junio se ha conmemorado el Día Internacional del Refugiado ¿Qué reflexión haces sobre esto?
Que es un día al año y deberíamos tenerlo presente los otros 364 días. En los campos de refugiados la situación es terrible. Mis primeros trabajos fueron en la posguerra en Angola, las cámaras digitales no existían y tenía que viajar cargado de carretes de película. Recuerdo la sensación de entrar en un campo gestionado por Médicos sin fronteras. Los olores…ese silencio que solo se rompe cuando alguien dice algo pero en voz muy baja…Cómo te mira la gente a los ojos y te das cuenta de que te está pidiendo ayuda. Esa sensación te acompaña toda la vida, esas imágenes están en mi cabeza.

¿Cómo afrontas el día a día en sitios como estos?
Yo trabajo muy despacio. Intento conectar con la historia porque creo que es más importante que la fotografía que estoy tomando. Puedo estar esperando días sin disparar una sola foto. En Angola recién puede disparar la cámara cuando me sentí preparado. Fueron las fotos más duras que hice en mi vida y muchas ni siquiera las he publicado, quedaron en un cajón.
¿Tan duras…?
Terrible. Recuerdo que durante toda la noche un niño no dejó de llorar. A la madrugada una médico me llamó para que le acompañase a ver al niño al que iba a atender. Recuerdo la piel, el olor, la sensación de angustia, la desnutrición y la mirada de la madre esperando junto a su hijo. Lo cogí en brazos. Sentí rabia. Después la impotencia de no entender nada. En Siria estuve con un niño que encendía y apagaba un puñado de velas que tenía atadas a un cordón. Tiempo después me enteré de que su pueblo había sido bombardeado y tenía pánico a la oscuridad. No podía vivir sin una vela encendida.
¿La situación no ha cambiado nada en todos estos años?
No solo no ha cambiado. Ha empeorado. Lo vemos todos los días en los telediarios con la gente que muere en las pateras o intentando saltar una valla fronteriza o ahogándose en el río Bravo. Nadie está libre de eso. Si algo nos está diciendo la guerra en Ucrania es que cualquiera pude convertirse en un refugiado. En las imágenes del éxodo de ucranianos se puede ver que al principio solo pudieron salir quienes tenían dinero. No llegamos a entender que esto mismo nos puede pasar a nosotros.

¿Qué futuro les espera a los refugiados en los campos?
Incierto, desesperante…No es fácil pasar a Europa. La realidad no es la que estamos viendo ahora con los exiliados de Ucrania. Mucha gente lleva años en los campos, que tiene hijos mayores, que no pueden conseguir papeles aunque huyan de otras guerras. Además, tenemos que redefinir el concepto de conflicto porque también hay una guerra en el hambre y en el cambio climático que genera millones de desplazados.
¿Qué características comunes has visto en los refugiados de distintos países?
Todos tienen la misma mirada, se percibe el desasosiego en sus ojos. Creo que es por no poder decidir sobre sus vidas, sus destinos…Nadie planea convertirse en refugiado, de repente algo pasa que no está bajo su control y por alguna razón tiene que salir corriendo y llega a un punto, un campo de refugiados, donde se paraliza la vida anterior.