¿Qué tienen que ver estas dos movilizaciones, si no se parecen en nada? Efectivamente, el Primero de mayo y el Ocho de Marzo tienen hoy poco que ver, pero hace solo dos décadas, estas dos convocatorias eran muy similares: una jornada de movilización coordinada en todo el país, con manifestaciones que en las ciudades más grandes agrupaban a unos pocos miles de personas, en su mayoría militantes feministas o sindicales. Convocatorias que apenas sumaban manifestantes a las personas ya organizadas.
En el caso del primero de mayo, ha habido pocos cambios en las dos últimas décadas, y se ha mantenido como una movilización pensada hacia dentro de cada organización, en la que cada sindicato busca fortalecerse internamente, a la que ni siquiera acuden todos los delegados sindicales. Es también un día donde se visualizan las alianzas sindicales, especialmente la de CCOO y UGT, y en algunos territorios y ocasiones, otras alianzas como la del sindicalismo nacionalista vasconavarro o la del sindicalismo alternativo en Asturies, Catalunya, Aragón, Castilla y León, Madrid o Andalucía.

A diferencia del primero de mayo, el 8 de marzo de hoy no es el 8 de marzo de hace veinte años. Hoy es una jornada de lucha en la que participan cientos de miles de personas en todo el país y que va mucho más allá de las mujeres organizadas en las asambleas y colectivos feministas. Unas manifestaciones de las que se habla en las cafeterías, en las redes, en las empresas, en los parques, en los bares, en las familias, en los colegios e institutos, durante los días anteriores y posteriores. Unas manifestaciones a las que se suman cientos de miles de personas, mujeres en su gran mayoría, con sus propios carteles hechos a mano, donde expresan las reivindicaciones feministas desde su punto de vista, con imaginación y a veces con mucha contundencia. Una fiesta de la democracia, de la buena, la participativa.
Como en todo movimiento social, el feminismo tiene divisiones, corrientes, debates y posturas enfrentadas. Y casi todas han sido capaces de confluir en una misma convocatoria, desde el PSOE hasta el feminismo más autónomo y de clase, pasando por Podemos y el Ministerio de Igualdad. Todas juntas en una misma movilización integradora que busca incluir también a las mujeres trans, las racializadas, las sin papeles.
“En las huelgas generales el sindicalismo logra una movilización muy parecida al 8M”
Transformar el Primero de Mayo en una jornada de lucha unitaria e integradora como el 8 de Marzo, que logre sumar a cientos de miles de personas trabajadoras e incidir en el debate social y en los medios, parece imposible, pero no lo es. El movimiento feminista lo ha conseguido y nos muestra el camino.
La división sindical no puede ser una excusa. Es cierto que el sindicalismo de clase tiene unas organizaciones muy sólidas, como debe ser, para defender los derechos laborales y sociales con garantías, y a veces nos dejamos llevar por las dinámicas internas, y nos cuesta mirar más allá de nuestra organización.
A veces se consigue, especialmente en las huelgas generales. En esas jornadas tan especiales y queridas, el sindicalismo de clase logra una movilización muy parecida al 8 de marzo en términos de participación, de suma de sectores muy diversos, de unidad, de incidencia social, política y mediática.
El Primero de Mayo no es uno de esos momentos, pero podría llegar a serlo. Un Primero de Mayo con una convocatoria unitaria desde CCOO y UGT hasta CGT, ELA, LAB, CIG, CUT, Intersindical, CSI, CNT, SAT, Intersindical Canaria, Solidaridad Obrera… y las decenas de sindicatos de clase de ámbito local o sectorial. Cada uno con su bloque y con sus reivindicaciones particulares, pero en una misma convocatoria, que sea capaz de incorporar a cientos de miles de personas que no se identifican con los primeros de mayo actuales, pero que sí participan en otras formas de sindicalismo no laboral, y que incluso a veces, para orgullo de todas, se llaman incluso sindicatos: Sindicat de Llogateres, Sindicato de Inquilinas, Sindicato de Manteros, Sindicatos de Barrio, Sindicato de Cuidadoras, Plataforma de Afectados por la Hipoteca, asambleas por la vivienda, las Kellys, las asociaciones de trabajadoras del hogar, las asociaciones antirracistas, los colectivos antifascistas, las coordinadora de pensionistas. Y también, con respeto y con normalidad, sin ocupar la cabecera, los partidos políticos de izquierda que se reivindican como parte del movimiento obrero.

Y por supuesto, con el movimiento feminista, porque el sindicalismo de clase necesita el feminismo como agua de mayo, para ser verdaderamente de clase y no meramente corporativo.
Y como imaginar no está perseguido por la Ley Mordaza, al menos de momento, pues ya puestos a soñar, un Primero de Mayo con una reivindicación común, que pueda unir a todo el sindicalismo de clase, por encima de las legítimas diferencias entre organizaciones. Por ejemplo, que reivindique acabar con el despido libre, una propuesta sencilla y realista, que no soluciona todos los problemas, pero que supondría una mejora sustancial, especialmente para quien más necesita el sindicalismo de clase, las personas trabajadoras más precarias.