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La gracia de "Las aves" de La Calòrica consiste en acercar las de Aristófanes a la España actual.

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Roberto Corte
Roberto Corte
Roberto Corte (Oviedo, 1962). Vinculado al teatro asturiano desde 1980, y ligado a la autoría y dirección en el ámbito escénico, en la actualidad colabora como crítico en revistas especializadas.

Las aves, de Joan Yago

Dirección: Israel Solà

Intérpretes: Xavi Francés, Aitor Galisteo-Rocher, Esther López y Marc Rius

Centro Niemeyer, 3 de junio, Avilés

La gracia de “Las aves” de La Calòrica consiste en acercar las de Aristófanes a la España actual, a través de trasposiciones y desplazamientos de contexto –por extraños y libérrimos que se presenten– sin perder del todo correspondencia estilística con el espíritu cachondo y desmitificador que prevalece en la comedia original. Es evidente que más allá del lifting minimalista, La Calòrica participa de un desorden estructural aristofanesco, de una serie de elementos específicos muy greco-latinos (parábasis, etc.) y de una fábula recauchutada que nos ayuda a entender lo conectados que estaban los argumentos con la realidad social de aquel entonces. Un especialista dedicado a estudiar pormenorizadamente el proceso de dramaturgia y construcción del espectáculo disfrutaría descubriendo las muchas analogías y contrastes, la actualidad de unos códigos de emisión y recepción milenarios que funcionan como el primer día y unos vicios y perversiones políticas contemporáneas tan nefastas como sempiternas. Aunque la propuesta de Joan Yago se encuentra bastante alejada del texto de Aristófanes y sus ancestrales virtudes (en realidad está más bien “inspirada”), no hay que olvidar que una representación más “arqueológica” y literal tampoco nos haría perder verdad escénica.

Pistetero y Evélpides son dos sujetos que deciden exiliarse del mundanal ruido y de las muchas obligaciones a  que los condena una Democracia decrépita y zarrapastrosa. Para ello deciden metamorfosearse en pájaros y fundar una ciudad aérea al lado de las aves, la abubilla o los flamencos de la pata plegada, un espacio de libertad y felicidad que llevará por lema “Individuo, Propiedad y Competencia”. Unos principios ultraliberales que se plantean como utopía paródica y que serán quienes den pie en el debate fundacional a la chanza, la demagogia y el humor. Al principio con lugares comunes y frases tópicas, aunque de forma más redonda y efectiva en la segunda parte, con deriva a la gamberrada underground, un cura pederasta manifestando el deseo de follarse a los colibrís, o Pistetero poniendo el punto final al espectáculo con un “¡cómele el coño a la Democracia!”, mientras ésta reposa engalanada en su silla de ruedas y oímos el Himno a la Alegría de Beethoven. Hay momentos sobresalientes en este barrido que no deja régimen político sin bastonazo ni títere libre de guasa, llámense Botswana, Catar, la triste Europa o Rita Barberá, el populismo –el término– o el victimismo.

“Las aves”

El speech de Xavi Francés encarnando el concepto filosófico del capitalismo –no el económico, “la idea”, tal y como se nos dice– con chupa de brillantina, gorra y zapatillas doradas, es la bomba, al igual que el cuadro costumbrista de la comida de una familia de palomas obreras con una hija podemita y un hijo colgado que se enfrentan a sus reaccionarios progenitores. Aitor Galisteo-Rocher da vida a un flamenco muy guasón, a un gallo a lo Elvis, a un Hitler representante de la judicatura y a la Democracia gagá. Y Marc Rius y Esther López en los papeles protagonistas, están igualmente brillantes al encarnar a otros personajes de esta pieza coral, un poco larga para mi gusto, montada sólo con dos biombos y un vestuario tan vistoso y gracioso como pertinente. Una parodia política que se presenta como alternativa a modo de fábula, y que termina como el rosario de la aurora… o como la experiencia de los cabetianos en Icaria (que tienen poco en común, evidentemente, pero que lo señalo porque no me resisto a coger al vuelo la metáfora del nombre).

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