Juan Ponte, el concejal que convirtió la cuenca minera en lugar de peregrinación cultural

El edil de Mieres, que cesó esta semana, prepara un libro sobre Estado y mercado

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Pablo Batalla
Pablo Batalla
Es licenciado en historia. Colabora con medios como La Marea, Público o Jot Down y es coordinador de El Cuaderno. Es autor de 'Los nuevos odres del nacionalismo español' (2022).

En las elecciones municipales de 2015, Juan González Ponte no esperaba ser elegido edil del Ayuntamiento de Mieres: iba el número 11 de la lista de Izquierda Unida para las municipales. Cuatro años antes, IU había terminado con una larga hegemonía del PSOE aupando a Aníbal Vázquez, a la alcaldía; pero no se esperaba que los diez ediles logrados en aquella convocatoria fueran a incrementarse. Se consiguieron doce. Y el, entonces, licenciado en filosofía y profesor de música en Gijón, así como secretario de formación del PCA y miembro de la Sociedad Asturiana de Filosofía, pasó a ser concejal de Cultura, Empleo y Promoción Económica de la nueva corporación. En 2019, volvió a ser parte de una histórica mayoría absoluta de quince ediles, ocupándose, en la legislatura que termina ahora, de las áreas de Cultura, Turismo y Participación Ciudadana. También de una responsabilidad de área, la de Servicios a la Ciudadanía, cuyas áreas vinculadas (Educación, Normalización Lingüística, Deportes y Memoria Histórica) lo hacían responsable directo del sesenta por ciento del Ayuntamiento. Su paso por la política municipal concluye ahora, con su dimisión tras las últimas elecciones, y lo hace entre elogios a una gestión que ha dado que hablar en Asturias y fuera de ella, poniendo a Mieres en un mapa de lo cultural y lo turístico en que costaba imaginarse que estuviera; y si acaso era la otra cuenca, la del Nalón, el referente de las posibilidades de aprovechamiento del patrimonio industrial, con estandartes como el Museo de la Minería.

El ya exconcejal menciona, preguntado por los orgullos de su legado, un programa estable de cine, música, artes plásticas y escénicas, presentaciones de libros, debates y charlas, protagonizadas muchas de estas últimas por referentes de la intelectualidad progresista del momento como Xavier Domènech, Elizabeth Duval o Domenico Losurdo. También de los mejores San Xuan, las fiestas patronales del concejo, que se recuerdan. Pero, sobre todo, de Bocamina y el Pozu Santa Bárbara: una sucesión de veladas de gastronomía creativa y vanguardista al calor de un castillete, el del Pozu Espinos, y otro pozo emblemático convertido —su sala de compresores— en «centro dinámico de experiencias»; un espacio para la intervención artística, pero concebido renegando de los espacios museísticos estáticos al uso. Para una segunda fase de rehabilitación de este pozo que fue el primero de España en ser declarado Bien de Interés Cultural, se ha conseguido un millón y medio de euros de financiación del Instituto del Patrimonio Cultural de España (IPCE): incluirá restaurar el antiguo economato para convertirlo un centro de I+D+i ligado a la realidad virtual y la gastronomía, recuperar una subplanta y acometer el lifting de las dos salas de extracción. De su puesta en marcha se encargarán ya los sucesores de Ponte, que también deja ochocientos mil euros del Plan de Sostenibilidad Turística de la Montaña Central para, con fondos europeos canalizados a través del Principado de Asturias, poner en marcha una serie de proyectos, que incluyen la recreación de la vida y actividad minera mediante gafas virtuales en el Santa Bárbara, un recorrido interactivo por el concejo o el fomento del uso de la bicicleta.

Juan Ponte. Foto: Alisa Guerrero

Ponte ha insistido siempre en su voluntad de escapar, como gestor del patrimonio de un concejo minero, de dos tentaciones nocivas gemelas: la neoliberal de izquierdas y la obrerista; la idealista y la melancólica. «Critico», explica, «tanto la burbuja culturalista, idealista, propia de cierta izquierda neoliberal, desde la cual se supone que solamente con actividad cultural se puede mantener el patrimonio como elemento de dinamización de un territorio, como a toda esa izquierda obrerista que sigue fetichizando un modelo de trabajador que ya no existe, su melancolía, que, como decía Freud, idealiza el pasado y paraliza, porque te conduce al no hay alternativa en el sentido de Thatcher». En lugar de exposiciones de fotos en blanco y negro de rudos mineros agarrando un candil, los espectáculos de luz de Regine Schumann o Anthony McCall. Ponte desarrollaba esta idea en una entrevista con Víctor Guillot para un especial del diario Público sobre las cuencas mineras asturianas:

«Si vives anclado al pasado, no vives en perspectiva de presente y de futuro. Y eso es lo que pasa con el patrimonio industrial asturiano, que está concebido en clave pretérita: memoria democrática, exposiciones fotográficas, documentales. Y con todo el respeto creo que lo hay que potenciar y promocionar, pero no puede ser sólo eso, porque es un material que se agota. Es un campo de investigación finito. Con el Pozu de Santa Bárbara hemos pensado en algo distinto. Hay una izquierda que piensa en términos de fabricona, piensa en la llegada de una gran fábrica que va a dar miles de empleos, como ocurrió con las minas del carbón. Estamos en un modelo posfordista que no tiene nada que ver con esto. Después hay una izquierda neoliberal cuyos proyectos extienden un imaginario similar al de Silicon Valley que no se ajusta a la realidad del entorno».

De ese pasado del que sentirse hijos orgullosos sin reverenciarlo sin más, ciegos a sus zonas oscuras, sino tomándolo como acicate para las luchas presentes y futuras por la emancipación que aquellos ancestros perseguían, Ponte sabe por su propia familia, casi un compendio a pequeña escala de la historia y la sociología de las comarcas mineras. El ya exconcejal habla con orgullo del abuelo que le dio el segundo apellido que él eligió convertir en el primero, como un homenaje a él: un gallego de Vilagarcía de Arousa cuyo padre abandonó a su madre, trabajadora en una fábrica de huevos y quesos, dejándola al cuidado de cinco hijos. Antonio Ponte Freire emigró a la boyante Asturias, a la cuenca del Caudal, donde se haría minero y, en una pensión, conocería a la que sería su mujer, Maruja, una campesina de Cauxal, cuya hija regentó después el bar del pueblo, en el que la madre de Ponte colaboraría como cocinera. Por su parte paterna, Ponte desciende igualmente de un abuelo minero, Secundino, que dejó de serlo durante seis años para trabajar como escribiente en la Guardia Civil, y más tarde trabajaría en la lampistería del Pozu Santo Tomás, en Hulleras de Turón. Su mujer, Betsabé, fue maestra en pueblos de Turón llamados El Riquixu, Villapendi y La Veguina y una mujer lectora, con una casa llena de libros, rodeado de los cuales, y también de los que devoraba su tía abuela Gelinos, se crio Ponte, que atribuye a ese entorno de obreros ilustrados su interés por la cultura y su vocación docente.

Juan Ponte FOTO: David Aguilar Sánchez

Inquirido por sus planes de futuro —descartados ya los de ser cabeza de lista de Sumar en Asturias y entrar en el Congreso de los Diputados, como pedían distintas personalidades y bases militantes de la región, dado que el número 1 corresponderá finalmente, parece, a Rafael Cofiño—, comenta los de volcarse en todo aquello que fue compaginando a duras penas con sus responsabilidades en el Ayuntamiento: su trabajo como profesor de filosofía en un instituto de secundaria, la responsabilidad de Formación de Izquierda Unida a nivel federal y de la Fundación de Estudios Culturales, encargarse del teclado, la guitarra y los sintetizadores en la banda musical Losone y una tesis doctoral sobre la involucración entre las distintas formas de dominación. «Frente a la escisión entre los temas materiales y simbólicos, que es una abstracción, una concepción castrante, estudio lo que Patricia Hill Collins llama “distintas matrices de opresión”; la involucración que se da de facto entre las distintas formas de dominación: de clase, de raza, de género, de capacidades, de cánones corpóreos y de belleza, etcétera», explica. Ultima, asimismo, la redacción de dos libros, el primero de ellos, que publicará próximamente Ediciones Trea, sobre las relaciones dialécticas entre Estado y mercado.

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