Decidió no estar en la lista. Decidió que él no sería nunca el cuarto en la cola de nada, ni mucho menos de nadie. En política, el orgullo es un arma de doble filo. De cómo, dónde, cuándo y contra quién se use, puede elevarte hasta el cielo o enterrarte en el infierno. Algo así ha sucedido con el Secretario de Estado de Industria, el socialista Francisco Blanco, quien renunció a ocupar la cuarta plaza en la candidatura al Congreso de los Diputados, a pesar de haber obtenido el apoyo de la UGT, el SOMA y la Agrupación Socialista de Gijón para alcanzar un puesto más destacado en las votaciones. Según fuentes internas de la FSA, el mismo día en que los afiliados sellaban los nombres en las urnas, la consigna de Adriana Lastra era que Blanco no ocupase el segundo puesto. A Adriana Lastra, blindada en el primero al Congreso por el dedo del Secretario de la FSA, Adrián Barbón, le seguirán Roberto Moris y Mercedes Otero. Qué parezca un accidente tras un gesto de soberbia. Pero no. En política, solo los tontos se dejan acariciar el cuello con la soga del orgullo. Blanco puede parecer vanidoso. Quizá lo sea. Pero hay algo más.
Las guerras adrianas han comenzado. En realidad, ya lo hicieron hace más de seis meses, cuando Barbón anunció que Lastra sería la persona que encabezaría la candidatura socialista por Asturias a la Corte de los Leones. El Secretario de Organización, Santos Cerdán, ventiló la revelación con un frío y metálico “es extemporáneo” que aplazó la designación lo justo y necesario. Tan solo un día después de que se celebraran los comicios locales y autonómicos, Barbón volvía a resolver el pulso con Ferraz, anunciando que Adriana Lastra sería la candidata de la FSA por Asturias al Congreso y que, además, lo sería blindada ante los afiliados que deberían votar esta semana el resto de las listas. El temor a que no fuera la candidata más votada, empujó al aparato barbonista a forzar el reglamento, rompiendo el escudo de la UGT, SOMA y Gijón que respaldaban hasta ese momento a Blanco. El resultado final ya lo saben todos: Lady Macbeth volvería a ser diputada.
La política es una trituradora de carne humana. Francisco Blanco lo sabe. El Secretario de Estado de Industria y PYME sabe que este movimiento que pretende apartarlo del poder está conectado con el retorno de Adriana Lastra a la batalla que busca gestionar el postsanchismo con ella en el centro del conjunto. Lastra quiere ser una sola voz, un solo puño y una sola espada entre los asturianos que lleguen al congreso y al senado, cuando llegue el momento de enterrar a Pedro Sánchez como Secretario General del PSOE. Tiene por escudero a un presidente que dice y hace lo que ella manda.

Lady Macbeth se ha dejado llevar por la ambición. Y la ambición le ha nublado el juicio. Entre Barbón y Adriana Lastra se ha puesto en escena una tragedia shakespereana y a Patxi Blanco le han entregado el papel de Duncan, muerto a cuchilladas a manos de un rey loco. Esta semana, Adrián le susurraba al oído de Lastra: “I have done the deed”. Pero no hay nada más errado que dar por muerto a Sánchez en los momentos más críticos. Ella lo debería saber mejor que nadie. Lección número uno del manual de resistencia.
En política, el mero hecho de existir ya es una amenaza. Patxi Blanco lo era. En el imaginario de Lastra y Barbón, acontecen las guerras adrianas, una batalla por el poder dentro y fuera de la FSA. El futuro después de Sánchez se dirimirá entre la Ministra de Hacienda, María Jesús Montero, y el portavoz del grupo parlamentario socialista, Patxi López. Para entonces, en el organigrama de la FSA será Adriana Lastra quien rubrique el cargo de Secretaria de la FSA y habrá agrupado, si nadie se lo impide, a todas las tropas para la madre de todas las batallas. Los adrianos descartaron a Blanco en su corte porque es un hombre del Gobierno que en política no descarta nunca nada ni da a nadie por enterrado. Duncan o Blanco, es un verso libre en estos momentos. Y más tarde o más temprano, reaparecerá, con el puñal que le clavaron en una de sus dos manos.

Ni tan lejos ni tan cerca. En Ferraz desconfían desde hace muchos meses de la FSA. Exactamente desde el día en que se filtraron mensajes de whasap que certificaban los movimientos anticipados de Adriana Lastra, organizando el funeral de Pedro Sánchez. Aquellos mensajes la fusilaron en el paredón de los traidores. Ella se fingió muerta, como Gila en la guerra, y hoy está otra vez trajinando escaramuzas para llegar fuerte ante la sucesión.
El tiempo solo ha conseguido que Lady Macbeth afilara más las uñas, respaldada por el Presidente del Principado, escudero intocable mientras gane elecciones. Uno y otro creen que pueden llegar a ser los dirigentes del PSOE. Llevan la marca de Besteiro grabada en la piel. No lo serán nunca. Pero el poder de corrosión empieza a surtir efectos. Las guerras adrianas serán feroces y se llevarán a cualquier por delante. La fuerza de las acciones no atiende a principios morales. Quien sabe, quizá Adriana le susurre a Adrián las mismas palabras de Lady Macbeth: ” Mis manos son de tu color, pero me avergüenzo de llevar un corazón tan blanco”.