La sociedad del refalfio

En Asturias no se encuentran soluciones, porque fallan los diagnósticos: imprescindibles para un buen tratamiento.

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Xuan Cándano
Xuan Cándano
San Esteban de Bocamar (1959). Periodista. Redactor en RTVE-Asturias. Fundador y exdirector de Atlántica XXII. Es autor de "El Pacto de Santoña" (Madrid, 2006)

En Asturias se detectan tarde las novedades y los problemas, es una tendencia histórica que marcan las élites y el pensamiento dominante. Imbuidos por el economicismo, esa mirada a la realidad en lectura única sometida a la economía, apenas hubo asturianos que alertaran de la caída demográfica hasta hace pocos años, aunque el problema, el más grave en Asturias, viene de los años 80. Pero las preocupaciones eran otras, sobre todo las infraestructuras y las obras públicas, entendidas como fórmulas milagrosas e imprescindibles para el desarrollo económico. Con el AVE se llegó a la obsesión, aunque ahora que está a punto de llegar ya se vislumbra que favorecerá a Madrid más que a Asturias, y traerá sobre todo turistas, lo que puede suponer un problema por la masificación, como bien saben en el Mediterráneo español. Algo parecido pasó en su día con la autovía del Cantábrico.

De la caída demográfica- es decir, de la vida, mucho más importante que el dinero- no nos empezamos a preocupar en Asturias hasta hace cuatro años, cuando llegó a la presidencia Adrián Barbón. Y de manera muy timorata y claramente insuficiente, porque el problema ya era tan grave que comenzó a resentirse el relevo generacional y falta gente para la continuidad de sectores básicos, el industrial, el ganadero y el pesquero, entre otros. Aunque fue 1985 el año de inflexión, cuando la población empezó a decrecer a un ritmo casi vertiginoso. El predecesor de Barbón, Javier Fernández, ignoró este asunto olímpicamente, aunque llegó a la presidencia prometiendo convertir a Asturias en “la Alemania de España”.

Detectado al fin el problema, con un crudo golpe de la realidad, también se tardó mucho en apuntar al corazón de la caída demográfica en Asturias, una de las mayores del mundo: el desplome de la natalidad. Se enfocaba al envejecimiento de la población, un problema, pero también una evidencia de los éxitos del Estado del bienestar. O a la emigración juvenil, un fenómeno que en su día ninguneó el presidente Tini Areces aludiendo a “las leyendas urbanas”, que es común en todas las sociedades desarrolladas. Es ahora mismo- al comprobar los últimos datos corroborando que Asturias no cae del millón de habitantes, como alertaban los catastrofistas, porque cada vez atrae a más inmigrantes- cuando se empieza a ver que la causa fundamental de la caída demográfica es el desplome de la natalidad, que es de un 9,5% en lo que va de año. Que no nazcan niños es un desastre que ya afecta a casi todo el territorio nacional, pero en Asturias empezó antes y tiene especial gravedad.Y de nuevo se le vincula exclusivamente a factores económicos.

¿Por qué las mujeres no quieren ser madres en Asturias? ¿Es por la falta de actividad económica, de empleo? No parece ser la única razón. Los empresarios cada vez se quejan más de que falta mano de obra para las empresas y en todo tipo de sectores. El problema afecta ya a a siete de cada diez empresas, según la patronal. El desempleo tampoco es en Asturias mayor que el nacional.

Calle del centro de Oviedo. Foto: Alisa Guerrero

¿No habrá otras razones ocultas, al menos para el pensamiento oficial y para la opinión pública, que expliquen la brutal caída demográfica en Asturias? ¿No será que, una vez más, el economicismo no deja ver el bosque del despoblamiento? ¿No habrá razones culturales tan apegadas a la realidad como las económicas, sino más? Se me ocurren algunas bien visibles.

El feminismo, la liberación y el empoderamiento de la mujer, es una revolución silenciosa, pero la más importante desde hace casi un siglo. Las mujeres, al menos muchas, ya tienen su proyecto autónomo de vida que no está supeditado al de los hombres. Se niegan a venir al mundo a parir, como las abuelas y las madres de mi generación. Tener un hijo es importante, la decisión más relevante en la vida probablemente, pero no imprescindible.

Y además están los nuevos modos y horizontes de vida. Vivimos en una sociedad descreída, securalizada, hedonista, donde la religión ya no ocupa el lugar preminente que tuvo, algo más marcado aún en Asturias, donde el catolicismo, por el auge de la izquierda y el movimiento obrero, tuvo menos presencia que en otros pueblos peninsulares, como el País Vasco. Al asturiano se le tuvo desde el siglo XX por un pueblo anticlerical, algo de lo que dejan constancia coplas y canciones populares.

Formar una familia ya no es una prioridad para mucha gente y para muchas parejas. Las hay, y muchas, que prefieren tener perros que hijos, y en su derecho están, sin que tengan que dar explicaciones por ello. Xixón, la ciudad más poblada de Asturias, es una de las españolas con mayor número de perros en relación a sus habitantes. Para los detractores de este cambio social, aquellos que ven una pérdida de valores lamentable tras estos planteamientos vitales, estaríamos en Asturias ante la sociedá del refalfio.

Hay otro factor cultural insoslayable tras la caída de la natalidad en Asturias: la arraigada cultura del pesimismo. Desde el fin del desarrollismo en los años 70 del pasado siglo, en Asturias la palabra crisis es vocablo repetido y asumido generación tras generación. Aquí no se puede vivir, los jóvenes están condenados a emigrar. No hay más que decadencia. Necesitamos salvadores que vengan de fuera, antes la empresa pública, luego las multinacionales, ahora las subvenciones de la Unión Europea. Cantinelas e ideas que no se corresponden con la realidad, pero que cuajaron en el imaginario colectivo, aunque afortunadamente parece que las nuevas generaciones ya cuestionan ese relato, tan dañino, tan paralizante. Sin autoestima, no hay persona ni sociedad que progrese. No es ese un clima muy propicio para que crezca la población, al contrario.

En Asturias no se encuentran soluciones, porque fallan los diagnósticos. Imprescindibles para un buen tratamiento.

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