¿Anarcocapitalismo? De eso no hay

Ya nos han quitado demasiadas cosas como para regalarles también las palabras y el lenguaje.

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Marco Antuña
Marco Antuña
Es trabajador de banca y sindicalista de la CSI en Unicaja.

Para adornar con expresiones supuestamente complejas y supuestamente elaboradas ideológicamente al proyecto neoliberal en su expresión más extremista encarnado por algunos payasos grotescos (pero para nada risibles, más bien al contario) en EEUU y Argentina, escuchamos últimamente el término anarcocapitalismo, un intento de fusión de dos términos antagónicos e incompatibles.

El anarquismo clásico defendía la desaparición del Estado, entendido como una herramienta de coacción contra la libre voluntad de los individuos y, en su faceta ligada al mundo del trabajo (el anarcosindicalismo), entendido como parte fundamental del aparato de explotación de la clase obrera.

El capitalismo, por el contrario, no puede desarrollarse sin un estado fuerte en su faceta represiva.

La mano invisible del mercado necesita un brazo estatal muy visible y muy evidente que garantice que las mayorías acepten, por la de malas, el estado de cosas que no sería fácil imponer por la de buenas.

La mano invisible del mercado necesita un brazo estatal muy visible y muy evidente

Por eso, la expresión anarcocapitalismo supone una contradicción en sus propios términos que, mas allá del intento de privatizar también los proyectos colectivos, resulta además una ofensa a ciertas historias y a ciertos recuerdos que nos caen muy cerca, más aún, cuando para colmo, en España, son los herederos del franquismo los que se suman a esa pachanga siniestra.

El objetivo del golpe militar de 1936 fue, fundamentalmente, liquidar a un movimiento obrero a la ofensiva del que era parte fundamental el anarcosindicalismo español, dentro del esquema de guerra de clases a vida o muerte que se desarrollaba en toda Europa.

Me unen lazos tanto familiares como laborales a La Felguera, un pueblo que vivía alrededor de la actividad de la fábrica Duro Felguera, donde hasta la guerra civil, la CNT era la organización que vertebraba la vida de la clase obrera local.

El Centro Obrero La Justicia, en La Felguera.

El centro obrero La Justicia (un poético nombre que encierra en sí mismo todo un proyecto ideológico) fue construido por esos trabajadores con sus propias manos, que lo dotaron de una biblioteca de más de 20.000 libros.

Tanto en el 34 como en el 36, una vez tomado el cuartel local, los anarquistas de La Felguera blindaron camiones para intentar la toma de Oviedo y, en el caso de 1936, para participar en la toma del cuartel de Simancas en Gijón.

Era aquella una clase obrera que no tenía ninguna duda de lo que había que hacer y de cómo había que hacerlo.

En octubre del 37, cuando se hunde definitivamente el Frente Norte, los moros mercenarios que trajo Franco para salvar la “civilización occidental” y para proteger a la “santa Iglesia Católica”, usaron los miles de libros de La Justicia para su higiene corporal (más bien poca) y para combatir el frío.

Higinio Carrocera y otros militantes de CNT recuperándose de las heridas de combate. Foto: Constantino Suárez

Hoy la Felguera, como tantos pueblos de Asturias, vive el declive al que fue condenada por el proyecto económico pensado desde la derecha y aplicado con entusiasmo y beneficio económico desde cierta izquierda. Nada queda de la Duro Felguera y más bien poco de la cultura obrera de aquellos tiempos.

Aun así, cuando oigo hablar de anarcocapitalismo y cuando veo definir como libertarios a personajes lumpen como Milei, pienso en aquellos obreros libertarios, anarquistas, anarcosindicalistas como Higinio Carrocera, el Leónidas del Mazucu, y creo que por muy oscuros que sean estos tiempos, no debemos dejarnos arrebatar también el lenguaje. Ya nos han quitado demasiadas cosas como para regalarles eso.

Libertarios y anarquistas eran estos (Pelos, Carrocera y Mariano el Fusilau entre ellos) que aparecen en la foto de Constantino Suarez, reponiéndose de las heridas de guerra para volver al combate. No esa chusma neoliberal. Que no se nos olvide. 

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