“Pedir peras al olmo”, forma parte de nuestro amplísimo refranero y que yo utilizo como reflejo de ilusoria esperanza.
Pongamos dos ejemplos sencillos: reclamamos un aumento de sueldo ante la dirección de la empresa, pero en el país tenemos establecida una congelación salarial. ¿Le estamos reclamando peras al olmo? ¿No sería más realista protestar contra esa congelación salarial?
Cuando en España, en la etapa franquista, estaba prohibida la huelga, los trabajadores, despedidos por ello, reclamaban su anulación ante Magistratura de Trabajo (hoy juzgados de lo social). ¿No le estaban reclamando peras al olmo? ¿No sería más realista sumarse a la ola de amnistía y libertad?
Bono, que fue ministro, presidente de Castilla La Mancha y del Congreso de los Diputados y que por lo tanto debe saber mucho de lo que se cuece en las entrañas del Estado, se opone al incremento de impuestos a las grandes fortunas en España porque: “Las grandes fortunas no pagan impuestos de esa naturaleza porque tienen sistemas, sociedades, paraísos; lugares para no pagarlos. Al final, lo paga la clase media”.
La ministra de Hacienda, María Jesús Montero, admite que “solo en torno al 0,3% de la recaudación procede de la gran riqueza”.
Si buscásemos en otras fuentes como la del Sindicato de Técnicos del Ministerio de Hacienda (GESTHA) nos encontraríamos con opiniones parecidas.
Efectivamente, la evasión fiscal es apabullante y goza de muchos medios. Enumeraré algunos de ellos: a) En el mundo se esconden más 20 billones de dólares en paraísos fiscales, unos 200.000 millones de euros son de las grandes fortunas españolas, el 12% del PIB; b) las multinacionales establecen sus domicilios fiscales fuera de los países en que generan sus beneficios; c) la economía sumergida no paga impuestos ni cuotas a la Seguridad Social, más de 90.000 millones de euros al año solo en España; d) las Sociedades de Inversión de Capital Variable (SICAV), solo pagan el 1%; e) las monedas virtuales, entre las que destaca el Bitcoin y que nadie las controla, son un excelente medio de especulación.
Traspase de dinero público a manos privadas: Las grandes fortunas, además de no pagar impuestos, reciben ingentes cantidades de dinero público. Todos los gobiernos, como gestores del sistema, compiten en financiar a las empresas para evitar su quiebra; para que no se marchen a otro país; para que vengan al nuestro; para que se fusionen, crezcan y sean multinacionales reconocidas, etc. Vivimos en un sistema capitalista y esa es su lógica, lógica que se impone, sin más.
Con esa misma lógica obtienen bonificaciones y exenciones por infinidad de motivos, entre los que puede que destaquen, el mantenimiento de los puestos de trabajo o de la contratación de otros nuevos.
Hacer autopistas, hospitales, modificar líneas ferroviarias que ofrecen grandes beneficios, como son los AVE, para cederlos a las grandes empresas multinacionales, es otro de los instrumentos utilizados.
¿Puede algún gobierno de izquierdas, no hablemos ya de uno de derechas, garantizar el bienestar social?
Las grandes farmacéuticas se están forrando, vendiendo las vacunas covid-19 al mejor postor, después de haber sido financiadas con dinero público.
Medio ambiente: Apoyos gubernamentales, “justificados” en la “mejora del planeta”, a sectores como el de producción de energía limpia o del automóvil, para la producción de vehículos “no contaminantes”. El sistema capitalista, aprovechándose de la conciencia ciudadana al respecto, también quiere aparecer como el salvador de nuestro planeta y muestra gran interés por estos sectores que les abre una nueva y extraordinaria vía de beneficios. Con ese mismo interés de obtener beneficios, está quemando la selva Amazónica, (el pulmón del mundo) e incrementa el consumismo, sin el cual no podría existir y con él la tierra se muere.
Lo que antecede es una esquemática exposición de como las grandes fortunas evitan pagar impuestos y como, además, son los grandes beneficiados de los que pagamos los demás. Este es un fenómeno en crecimiento, que forma parte y no en menor medida, de la imparable desigualdad que padecemos. El resultado: las arcas del estado extremadamente diezmadas.
Todo ello nos lleva a la pregunta, no del millón, pero sí de sentido común, ¿Puede algún gobierno de izquierdas, no hablemos ya de uno de derechas, garantizar el bienestar social (sanidad, enseñanza, cuidado de mayores, pensiones, públicas y de calidad, etc.)?
¿Tenemos la puerta cerrada al señalado bienestar social, con el sistema actual? ¿Le estamos reclamando peras al olmo? ¿No sería mejor y más realista deshacernos del olmo y plantar un buen peral?