Estaban trabajando en un documental para una ONG sobre la caza furtiva en Burkina Faso, que tiene una superficie equivalente a la mitad de España (aunque más de la mitad de España no muestre el menor interés en saber por dónde cae ese país de África). Burkina Faso es uno de los paraísos de esa gentuza pudiente y pervertida de Europa y de los Estados Unidos que busca placer comprando el derecho a tumbar a tiros búfalos y leones con sus fusiles de precisión. David Beriain y Roberto Fraile iban empotrados en un convoy con otro periodista irlandés cuando los sorprendió un comando al servicio de la industria de los furtivos o de grupos islamistas, aún no está claro. Los secuestraron ayer y esta tarde la ministra de Asuntos Exteriores, Unión Europea y Cooperación, Arancha González Laya, confirmó que los asesinaron.
La noticia de su muerte hoy ocupa un espacio discreto en los medios digitales, radiofónicos y televisivos. Y seguramente mañana su historia también entrará de puntillas, casi pidiendo permiso, en los periódicos impresos; habrá para ellos el rincón de tinta y papel de rigor en un nicho informativo (nunca más propio) frente a los mausoléos de los grandes temas. Uno de esos mausoléos quizás destacará que el Ministerio del Interior ha decidido poner escolta a cuatro candidatas y candidatos a la presidencia de la comunidad de Madrid que aún no la tenían, y que reforzará la de otro candidato y la otra candidata que ya la tenían. Y con eso a lo mejor seguimos pensando que Madrid es un lugar peligroso para hacer política y que sobre las elecciones autonómicas orbita el mundo.
Pero el mundo orbita cada día sobre mil ejes distintos en los que respirar es un riesgo. Y en uno de ellos, el país más poblado del planeta, la India, hoy gira desenfrenadamente alrededor de una pandemia que no afloja el paso y que suma, a las miles de personas que mueren por lo de siempre (ese aburrido tema informativo que se llama Hambre y se apellida Pobreza), otras miles que mueren porque no hay camas ni oxígeno en los hospitales. Y sobre uno de esos ejes, minúsculos, rueda a esta hora mi pequeña peonza informativa para recordar a David Beriain, periodista navarro de 44 años, y a Roberto Fraile, cámara vasco de 47 años, que entre ayer y hoy se dejaron la vida en el tajo, sin pararse a pensar si alguien escoltaba sus pasos. Pisaron infinidad de territorios que resultaban hostiles para ellos y para las gentes que habitaban esos espacios. Hacían su trabajo, en esas condiciones jodidas y extremas en las que faenamos los informadores cuando nos adentramos al sur, al este o al oeste del paralelo o del meridiano que limitan la Unión Europea. Y habrá gente que se pregunte qué carajo se les perdió allí, en aquel rincón de África donde los atrapó la muerte. Pues allí hacían periodismo, allí se les perdió fue la necesidad de informar, de poner su cámara, su bolígrafo, su grabadora y su mirada al servicio de la información y de la libertad de prensa. Así que estaban desempeñando esa causa honesta, y tan poco valorada, de contar historias allá donde se generan.
El presidente de la sección española de Reporteros sin Fronteras, Alfonso Armada, destacaba hoy de Roberto y de David que eran dos informadores que “se manchaban los zapatos para hacer verdadero periodismo”. Y qué ocho palabras más justas y más hermosas para definir a quienes, como ellos y como otras y otros periodistas, apuestan la vida a cara o cruz por defender el derecho a saber y el deber de informar. Y esa apuesta a veces la defienden simplemente apretando sobre ella los dientes mientras los vientos y las balas abaten el mundo a su alrededor.