“El término abolicionismo viene de que las mujeres fueron las primeras en defender la abolición de la esclavitud, y luego se dieron cuenta de que ellas también eran explotadas”, explica Carlota Bárcena Fernández, la recién nombrada vicepresidenta de Rapiegas. Esta asociación feminista se define como “abolicionista de la prostitución, de la pornografía y de la explotación reproductiva” al entender que “el feminismo es interseccional y uno de sus fines es proteger a las más vulnerables”.
Defienden que el feminismo debe ser una herramienta de transformación social. ¿Cómo se aplica al caso de la prostitución?
La prostitución afecta a todas las personas, no solo a las mujeres en situación de prostitución: si queremos una sociedad igualitaria, no cabe permitir la explotación sexual. El neoliberalismo, el sistema patriarcal, el individualismo disuelven una sociedad hasta el punto de que se expone completamente a las mujeres y las niñas, en una situación de vulnerabilidad muy clara. No podemos olvidar que estamos en un patriarcado del consentimiento, y esto afecta a las decisiones, elecciones, actuaciones que cada uno tomamos como personas, no sólo las mujeres en esta situación. Ya Josephine Butler y Concepción Arenal entre otras, hace dos siglos, defendían el abolicionismo. Ana de Miguel en su libro El neoliberalismo sexual explica cómo la prostitución es una escuela de desigualdad humana y examina la ideología que legitima el mercado del sexo, su influencia, la normalización, las implicaciones que tiene en las relaciones de poder que se dan entre mujeres y hombres. Es esencial una educación en feminismo: hay mujeres en situación de prostitución ya que hay varones que pagan por ello.
La compra venta de servicios sexuales está más ligada con la precariedad laboral, condición estructural del capitalismo. En la prostitución el problema de base son las circunstancias socio-económicas que lleva a las mujeres a la práctica, pero no se pone el enfoque en esto. ¿Prohibirlo hundiría o marginaría aún más a estas mujeres?
La razón es económica en la mayoría de casos, es una estrategia de supervivencia y esto ya lo explica Simone de Beauvoir en El segundo sexo, y otras. Habría que acabar con la pobreza, que suena utópico, pero para eso sirve la utopía, para caminar. Y el feminismo defiende ideas totalmente transformadoras y revolucionarias, por eso han de ser constantes los pasos para liberar a las personas de los ejes de opresión: raza, género y clase. Hay que luchar contra las redes criminales de proxenetismo y trata y no ponérselo más fácil con derechos a los que ellos se puedan acoger. La legislación alemana y holandesa favorece la trata de personas. Es esencial perseguir la trata de forma eficaz, con mejor cooperación y comunicación entre los cuerpos policiales, tanto a nivel nacional como internacional. Hay que darse cuenta de cómo está una, porque muchas que defienden los discursos prosex son personas que igual sufrieron y cuando lo dejan tiempo más tarde se dan cuenta de que estaban en una mala época… pero no se las puede criticar nada porque son víctimas de la sociedad y del sistema. No es unas mujeres contra otras.
“Hay mujeres en situación de prostitución ya que hay varones que pagan por ello”
Defienden un modelo abolicionista que ampare y proteja a las prostitutas y sancione a puteros y proxenetas. ¿Cómo se hace esto, sobre todo la primera parte?
Este modelo se caracteriza por el rechazo a la reglamentación de la prostitución y por la penalización de todas las modalidades de proxenetismo y también el consumo; el desarrollo de políticas públicas de prevención, de sensibilización, deslegitimación de los prostituidores y la eliminación de las condiciones y circunstancias que facilitan la existencia de la prostitución a través de unas políticas de igualdad de oportunidades. No se trata de prohibir la prostitución, porque esto las revictimiza más, sino de penalizar el consumo. Hay una propuesta de ley orgánica abolicionista que lo recoge de manera más extensa (una de sus propuestas es una renta básica para aquellas que quieren dejarlo y necesitan dinero para vivir). En Gijón existe desde 2013 una ordenanza municipal de protección de la convivencia ciudadana y prevención que ya habla de prestar ayuda a todas esas personas que ejercen “trabajo sexual” en la ciudad y quieran abandonarlo. Existen normativas en esta línea en más ayuntamientos, unas más prohibicionistas, otras mezclan prohibicionismo y abolicionismo, y las hay a favor de la reglamentación, que tiene más que ver con la zonificación que para mí genera más estigma. En Suecia se han implementado medidas abolicionistas hace unos cuantos años y eso hizo que disminuyera considerablemente la prostitución penalizando a los puteros, lo que hace que baje la demanda y, consecuentemente, la oferta. La meta es acabar con la prostitución, no prohibirla desde el minuto uno, sino a medio-largo plazo.
¿Cuál es la diferencia entre abolicionismo y prohibicionismo?
El prohibicionismo es penalizar a las propias prostitutas, es revictimizarlas cuando son las vulnerables. Habrá que penalizar a los consumidores y proxenetas. España es el burdel de Europa. Hay un sistema patriarcal que ampara todo esto, no se da por casualidad ni porque haya unas mujeres concretas que quieran ejercer, que eso de querer ejercer… Todo esto es socialización de género: aprendemos unos roles sociales y en esta sociedad post revolución sexual la mujer está hipersexualizada. Eso condiciona cómo una se expresa y el deseo que está en el subconsciente con una sociedad acostumbrada al consumo de pornografía, sobre todo en los jóvenes, los varones, que quieren llevar a la realidad esa fantasía porque entre prostitución y pornografía hay un vínculo muy claro. En una sociedad libre no habría prostitución: no habría esa explotación de las personas más vulnerables.
¿El conflicto quizás sea más por el uso que se hace del cuerpo femenino, que subvierte la idea tradicional de lo que es ser mujer en la cultura judeo-cristiana? ¿Hasta qué punto pesa esta cultura en todo lo relacionado con la prostitución?
La cultura judeo-cristiana llevó a un desconocimiento de la educación sexual y emocional de todo tipo. Luego se dio la revolución sexual, aunque Kate Millet ya criticaba una deriva patriarcal: hay que destacar cómo el patriarcado o el capitalismo absorben los movimientos sociales, socio-políticos, socio-culturales que quieren contradecir este sistema. Las feministas siempre criticaron el puritanismo derivado de la religión, entonces ahora que se las tache de puritanas, no cabe. Hay que decir que desde esta revolución sexual parece que la sexualidad se abrió como la ventana de Overton: las opciones de menor libertad o que hace muy poco se verían como machistas y patriarcales se han colado como ideas aceptables, populares y se defienden políticamente ahora. Se empezó a defender una elección falsa, que en este caso lleva a la cosificación de las mujeres. Eso solo se puede dar a través de estrategias políticas concretas que se mueven por el dinero. El feminismo liberal sí que asumió como aceptables esos argumentos que antes serían inaceptables. Y siguen siendo origen de desigualdad. Dentro del feminismo somos todas compañeras, el enemigo es el sistema patriarcal, pero siempre se plantea como dos polos, discurso prosex y discurso abolicionista y como una lucha contra ellas.
“El prohibicionismo es penalizar a las propias prostitutas, es revictimizarlas cuando son las vulnerables”
¿Entonces, con este argumento, no hay prostitutas por elección propia?
La prostitución y la trata son dos caras de la misma moneda. Es decir, la trata funciona como mecanismo de abastecimiento de mujeres para el sistema prostitucional. Esto lo dice Rosa Cobo. No hay suficiente prostitución “voluntaria” para cubrir la demanda actual. Las mujeres en situación de prostitución no son una masa homogénea a mi entender, sino heterogénea y esto se entiende mejor viéndolo como una especie de pirámide (en función de las circunstancias y el contexto de cada una): en la cúspide tendríamos a las escorts, y en la base las víctimas de trata. Entre medias, habría mujeres ejerciendo de forma autónoma, macroprostíbulos, pisos…. Desde la cúspide se defienden discursos prosex que defienden la legalización de la prostitución a los que se les da muchísima más visibilidad a través de medios de comunicación, productos culturales de todo tipo (cine, música, antes la novela…). En la base tendríamos discursos a favor de la abolición, minoritarios porque son defendidos por víctimas de trata. A estos últimos a penas se les da visibilidad ya que no se encuentran en condiciones de salir en los medios, que con estar vivas ya tienen bastante. Aquí tenemos nombres como Amelia Tiganus. Hay voluntad de acallar unos discursos (abolicionismo) y promocionar otros (prosex). En Rapiegas defendemos que todas son mujeres en situación de prostitución, mujeres prostituidas, aunque la pobreza es el factor que condiciona esa falsa elección, también habría otros factores, como ser víctima de mal trato, violencia de género, abusos y violencias sexuales, consumo de drogas… En cuanto al sujeto activo o pasivo, el activo es el que paga; ellas no son el sujeto del contrato, son el objeto, es decir, no se puede ser una parte del contrato y, a la vez, ser el propio objeto del contrato, sobre todo aquí, porque estamos hablando del consentimiento en una relación sexual, y eso no se puede comprar: eso es explotación sexual. El pagar por una relación sexual no supone deseo.
¿Seguro?
Sí, ahí podemos entrar a hablar de cómo el imaginario social está influenciado por ejemplo con el arquetipo del cine de la prostituta feliz, que defiende Pilar Aguilar: películas como las de Almodóvar, Pretty woman… ; la teoría del cine de Laura Mulvey o Anette Kuhn… El porno es una escuela del sexo más machista. de La hipersexualización continua de los cuerpos de las mujeres hace influya en las personas y en lo que creen que es el sexo, el deseo, sin saber lo que es. El cine es un elemento culturizador.
Contrapones consentimiento y prostitución.
Está el tema de la disociación para realizar esas prácticas: estrategia para soportarlo. Algunas consumen drogas o beben para tener esas prácticas. Se dan en un contexto concreto. No hay deseo. Esa idea de la ninfómana, disponible siempre sexualmente para los varones, tampoco es real. Y de hecho estamos aquí para más cosas que para ser folladas y penetradas por todos los sitios; tenemos que tener opciones laborales. Luego tenemos libros como ‘Teoría King-Kong’ de Virginie Despentes que el mensaje que da es que te aproveches de ser mujer, acepta el sufrimiento que nos toca vivir por ser mujeres y que al menos saquemos algo de dinero a cambio. Lo cual es un error, habrá que cambiar el sistema, entonces, no ser deterministas. Pero en el feminismo liberal el individualismo tiene más peso y sus mensajes calan más porque no contradicen el sistema (lo refuerzan de hecho).

¿El discurso abolicionista no puede llevar a un exceso de victimización de las mujeres en este sentido?
No se puede crear una ficción en la que existe la libertad para elegir y elaborar discursos sobre esa libertad cuando no existe. No es más que una ficción creada por un patriarcado del consentimiento. Podríamos hablar de Carole Pateman y como en El contrato sexual explica muy bien que son las mujeres las que tienen que estar alienadas en cierto sentido para que se pueda dar ese contrato sexual. Hay que ser objetivas a la hora de analizar la sociedad y tener una visión interseccional y transversal de este asunto además de leer un montón. Las circunstancias personales y el contexto de las mujeres es lo que las lleva a entender que la explotación sexual puede ser una opción de supervivencia. Son mujeres vulnerables y por eso se debe salvaguardar sus derechos humanos: haciendo referencia a la pirámide, es muy interesante ver que en la cúspide se defienden derechos laborales, pero en la base se defienden los derechos humanos. Y unos bienes jurídicos tienen mayor valor que otros: los humanos. Pero la defensa de ambos no se puede dar en un plano real, ya que se contradicen el discurso prosex (yo no me meto con las personas, me meto con las ideas) es individualista porque parece que tendrían sus derechos laborales, pero las otras encuentran vulnerados sus derechos más básicos por las redes criminales, los puteros. El feminismo siempre luchó por la liberación de todas las mujeres, nunca por la liberación de unas pocas a costa de las otras. Por eso el enemigo no son unas mujeres u otras, sino el patriarcado. El debate debe ser superado totalmente.
¿No se puede aspirar a la desaparición de la prostitución y mientras reconocer los derechos de las prostitutas?
En ese ínterin se ponen las medidas, disminuye la demanda y más a largo plazo hace que baje la oferta. Y esto va acompañado de una persecución más efectiva de las redes de trata. Mucha gente entiende que esto es el abolicionismo. Diferenciar entre trata y prostitución es un error, es todo muy sutil, y más desde la deriva patriarcal que tomó la revolución sexual.
¿Y qué pasa con el trabajo sexual como prestación de servicios a personas con diversidad funcional?
El sexo no es una necesidad básica como lo puede ser comer, dormir… Los deseos no se pueden convertir en derechos. Esto parece que vuelve a dejar claro que las mujeres son ciudadanas de segunda y que al final cualquier varón, da igual sus características, va a poder comprar el cuerpo de las mujeres. Defender este trabajo como voluntario enfocado para personas con diversidad funcional… estamos hablando de prostitución todo el tiempo. Esto es una falacia ad misericordiam y como argumento para defender la explotación no tiene cabida en un debate serio. Es manipular el debate.
También está el porno.
Parece que a través del porno se está democratizando el arquetipo de las mujeres prostituidas. Muchas chicas muy jóvenes empiezan a consumir porno, a recibir violencia sexual en la cama, porque el porno es creado por y para hombres, y luego lo llaman libertad sexual, como el BDSM. ¿Cómo puede haber libertad sexual si es creado por y para hombres y en ningún momento estamos hablando de la subjetividad de ellas, del propio deseo sexual de ellas? Es creado desde fuera, inoculado, así se construye el deseo en el subconsciente. Hay que dejar de ver porno y alimentar esta idea de libertad sexual falsa para hablar de la subjetividad de una, su deseo. No centrarnos en una sexualidad basada en satisfacer el deseo de los demás, y esto tiene mucho que ver con lo de la cultura judeo-cristiana y con la idea darnos a los demás, por encima de nosotras mismas. El porno está para que las jóvenes aprendan cómo satisfacer a un varón y aprendan que el orgasmo de éste tiene más valor que el de ellas. Y ellos, ¿qué, no tienen nada que aprender, nada que deconstruir, esa masculinidad hegemónica? Carole Pateman en El contrato sexual habla de la dicotomía entre ser esposa o ser puta. Y hay más opciones que ésas. Y luego está la diferencia entre la libre elección, elegir algo porque tú quieres, con consentir, que viene de una premisa dada a la que tú dices que sí o no en función del contexto, y para mí la libertad es mucho más, y el sexo es mucho más que el que aparece en esto. Como no hay una educación afectivo-sexual, aprenden una socialización de género a través del porno. El sistema patriarcal y el capitalismo consiguen, a través de la pornografía, que las chicas se cosifiquen a sí mismas y lo hagan gratis. Es como si perdiesen su identidad para cumplir unos cánones pornificados. Y luego dirán ¡mira cuánta libertad sexual!, pero en absoluto. Todos y todas recibimos estereotipos de género.
“Hay que dejar de ver porno y alimentar esta idea de libertad sexual falsa”
Sigamos con el porno feminista o post porno.
Si la sociedad es patriarcal, desigual, capitalista, racista, clasista… ¿Cómo puede ser que surja un porno feminista? El porno nace de las redes criminales, de la expresión más misógina de la sociedad y eso no se puede transformar en algo feminista en ningún caso. Podrá ser más o menos misógino, implicar más o menos violencia sexual, pero no es feminista. El deseo se crea en el subconsciente. Jara Burillo estudió el imaginario que crea la pornografía y si se podría entender que eso lleva a una sociedad igualitaria: en ningún caso. No deja de ser una sexualidad patriarcal porque tú, como directora de cine porno feminista, no te puedes meter en una burbuja y que no te afecte. Estos mandatos patriarcales quedan en el subconsciente, y de ahí surge lo que deseamos. A la hora de crear cine porno se está reproduciendo lo que vieron en una sociedad patriarcal. Parece que el porno y la prostitución son como un espacio de carta blanca que llevan a que las chicas lo sufran en el sexo, que se pueda dar cualquier violencia porque ella “consintió”. Y parece que la cama es el sitio donde más va a tardar en salir el patriarcado.
Los hombres son los grandes consumidores también de la prostitución masculina.
Minoritaria la poca que existe además es mayormente porque la consumen hombres. Ana de Miguel habla del rechazo de la prostitución masculina por parte de las mujeres, que radica en que éstas no encuentran placer en tener relaciones sexuales con quienes se encuentran en una clara situación de inferioridad. La prostitución refuerza la masculinidad hegemónica y silencia esa empatía que pueden tener los varones, promueve la cosificación de las mujeres. La defensa de la prostitución y la pornografía ancla más el género y sus estereotipos. Y pretendemos abolir el género y salir de esos estereotipos. Esto a la inversa no se da porque no existe un sistema hembrista, aliado del capitalismo que fomente un tipo de prostitución, de pornografía que cree un ideario hembrista en el imaginario colectivo… Es la idea de la fratría, como en las despedidas de soltero… todos son amigos y lo que pasa en el prostíbulo se queda en el prostíbulo.