Más BOE y menos botellón

Seré un bicho raro, pero lo cierto es que la gente joven con la que comparto mi día a día lo que quiere son certezas: formativas, laborales, económicas y sociales.

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Álvaro Granda
Álvaro Granda
Licenciado en Historia, ex presidente del CMX y del CMPA.

Hoy no voy a escribir sobre botellón, porque beber en la calle no es la principal preocupación de la juventud a pesar de que muchos medios de comunicación se subiesen a la ola sensacionalista que generaliza el estereotipo de jóvenes indolentes y alcoholizados. Quizás si en sus tertulias hablasen de problemáticas reales juveniles o modelos de ocio y espacio público tendrían menos share, pero serían más enriquecedoras.

Seré un bicho raro, lo cierto es que los y las jóvenes con los que comparto mi día a día lo que quieren son certezas: de índole formativo, laboral, económico, social. Certezas que no existen porque bajo la etiqueta de ‘juventud’ se ha universalizado el administrativo y burocrático ‘venga usted mañana’, que en lenguaje político significa posponer los debates sobre las problemáticas que nos afectan sine díe, tutelarnos y negarnos la participación en nuestro propio espacio. Es casi un recurso poético de los dirigentes políticos dirigirse a veinteañeros y veinteañeras como ‘sois el futuro’. Y es cierto, ser considerado una promesa cuando eres futbolista masculino de primer nivel también debe ser una gozada, pero en la cotidianidad de los mortales, a pesar de la lozanía, hay preocupaciones y necesidades a las que responder en el presente.

“Quizás si en sus tertulias hablasen de problemáticas reales juveniles tendrían menos share, pero serían más enriquecedoras”

 En la sociedad asturiana, desde el gobierno al bar de abajo, parece que importa más un derbi de segunda que un problema de primera: 14,1% de menores de 30 años emancipados y emancipadas. Es duro, es triste, pero cierto. Esos porcentajes, más o menos crónicos en el conjunto del Estado son la punta del iceberg, el resultado visible del agotamiento de nuestro modelo productivo y la ausencia de estrategia económica y social. Mientras tanto podemos seguir tolerando altos niveles de paro juvenil a la vez que debatimos sobre jubilarnos post mortem.

La palabra urgencia no es sinónimo ni de la política ni de las diferentes administraciones. Casi finalizando 2021 se llega a un acuerdo para tramitar una Ley de Vivienda estatal, iba siendo hora, veremos si es capaz de desarrollar el artículo 47 de la Constitución de 1978. Llegamos a este punto tras una burbuja inmobiliaria, demasiadas víctimas de desahucios, procesos de gentrificación, entre otros factores. Venimos de una crisis sanitaria en la que la juventud ha significado un cero a la izquierda en la agenda política, pero ahora irrumpimos como titular estrella de la semana: ‘Bono para el alquiler joven’ y ‘bono cultural para jóvenes’.

Quizás Pedro Sánchez ha entrado demasiado triunfalista o electoralista en esta escena porque el problema no es tan sencillo como para resolverlo en media legislatura.

La medida del bono al alquiler desde mi punto de vista es un parche temporal con alcance limitado, quizás pueda ser útil o paliativa en el corto plazo, pero no es la solución y necesita ir acompañada de iniciativas más ambiciosas: poner coto a la especulación urbanística que degrada nuestras ciudades y nos impide desarrollar un proyecto de vida independiente en ellas, apostar por la vivienda pública y acceder en condiciones dignas al mercado laboral para que el alquiler no consuma la nómina, para esto sigue siendo imprescindible derogar la Reforma Laboral. Y no olvidemos en esta ecuación la urgencia de no dejar en la estacada a nuestros entornos rurales. Por todo esto, hablar de problemáticas juveniles más que titulares o ayudas puntuales nos exige adoptar una perspectiva integral que abarca desde el sistema educativo hasta el sistema de pensiones.

La otra medida es el bono cultural, esta medida tiene que servir para garantizar el acceso de la juventud a bienes o programaciones culturales que actualmente les son privadas por una cuestión económica. En este sentido ¿por qué sólo jóvenes de 18? ¿Todos y todas tienen la misma situación socioeconómica?

No, la juventud no es homogénea y a pesar de que pueda ser tendencia que todos vivimos peor que nuestros padres, sigue habiendo clases. Defiendo un modelo de bono cultural en base a un baremo socioeconómico desde los 16 años hasta los 30. Por otra parte, creo que este bono debería tener un filtro para que repercuta en un apoyo efectivo al comercio local y a la industria cultural estatal. Ligado a esto considero indispensable reforzar el apoyo a los proyectos culturales que muchos jóvenes quieren/pueden desarrollar como salida laboral y ante los que suelen encontrar más obstáculos que ayudas.

Cierto es que la política es más sencilla en el bar y en Twitter, por eso que pasar de hablar del botellón a publicar medidas en el BOE es un paso, pero ser inconformistas para avanzar un deber, máxime cuando la alternativa electoral ‘a la valenciana’ oferta la inacción.

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