Educar según los intereses del alumnado,¿qué significa eso?

Debemos replantearnos en qué consiste la educación basada en los alumnos y alumnas, teniendo en cuenta el nivel de manipulación al que están sometidos por la economía capitalista y los medios de comunicación.

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Emilio Méndez
Emilio Méndez
Es maestro de enseñanza primaria, actor, dramaturgo y director. Investiga sobre teatro y educación.

Hace tiempo que comenzó la propaganda para terminar con la educación pública. Es un proceso lento y calculado, parcialmente invisible a poco que no nos esforcemos un tanto. El otro día, por ejemplo, veía el programa Cuarto milenio, emitido por una televisión española generalista en prime time. En él se hablaba de los beneficios que tiene la realidad virtual para diferentes ámbitos, entre ellos, la educación. En resumen, si las máquinas hacen ese trabajo, ¿para qué es necesario gastar dinero en un sistema educativo público?

Literalmente, decía su presentador Iker Jiménez que “se hace aburrido… porque se hace aburrido… y a ciertas edades, más: coja usted el libro y siga por la página…”. [Con las gafas de realidad virtual] “tú vas a estar delante del volcán, vas a estar viendo los dinosaurios que murieron con el asteroide…” (…) “¿esto es un futuro terrible? Bueno, pues depende del terrible, porque a lo mejor ese niño aprende mucho más -yo lo digo como lo siento-, y más terrible el profesor, que le importaba, en ese caso concreto, tres narices lo que había que dar y lo hacía aburrido. Yo creo que el nivel de aprendizaje tiene que ir por ahí, seguro”. Añadiendo posteriormente que la realidadvirtual puede gamificar la educación y que, por tanto, es muchísimo más atractiva y, por tanto, eficiente. Es importante tener claro que esta intencionalidad no es casual, que responde a unos intereses del sistema económico neoliberal capitalista en el que vivimos, que persigue a su vez, por un lado, que tú y yo consumamos y, por otro, que el Estado vaya dejando de responsabilizarse de ciertos servicios, como es el de la educación.

Ilustración: Elena Morales

Consecuentemente, desacreditar la educación pública, en tanto que puede ser un medio para despertar conciencias, es necesario para conseguir esos dos objetivos. Pienso que la sociedad, y especialmente los y las profesionales de la enseñanza, debemos tener una actitud crítica ante esta nueva realidad en ciernes (¿conocéis la noticia reciente sobre el Metaverso?) y replantearnos qué significa educar “desde los intereses del alumnado”, teniendo en cuenta el nivel de manipulación al que están sometidos dichos intereses superficiales. Creo que esta es la cuestión: hablo de intereses superficiales (frente a profundos), porque una gran parte de los niños y las niñas a las que preguntáramos por sus intereses responderían: “Mcdonalds, Fornite, etc.”, y eso no implica que basar nuestra pedagogía en esas temáticas favorezca el desarrollo de sus potencialidades, objetivo que debería guiar nuestra acción profesional.

“Aunque pensemos que las nuevas tecnologías agilizan el aprendizaje, en general, consiguen todo lo contrario”

Estamos ante un problema serio y complejo y creo que todo empieza, en primer lugar, por ser conscientes de él y, en segundo, por dejar de asumir que debemos plegarnos a esos intereses superficiales, que también podríamos llamar manipulados, porque, en caso contrario, desde la educación pública estaremos trabajando realmente para empresas privadas a las que evidentemente no les importa el desarrollo de las personalidades de nadie, sino que únicamente persiguen su propio interés económico. La siguiente pregunta sería: “¿cuáles son los intereses profundos del alumnado?”. Está claro que eso dependerá de cada persona con la que trabajemos, pero que tendrán más que ver con el innato deseo que todo ser humano tiene de aprender, de comprender cómo funciona la realidad que lo rodea, aunque dicho deseo se encuentre soterrado bajo millones de estímulos que no exigen esfuerzo alguno y que vienen muy bien para tener al personal entretenido -menuda palabra- en estas o aquellas cosas. Creo que aquí está otra clave del asunto: y es que, aunque pensemos que las nuevas tecnologías agilizan el aprendizaje, yo opino que, en general, consiguen todo lo contrario. Pongo un ejemplo: si a una persona joven le ofreciéramos jugar una tarde con un videojuego de realidad virtual o con un palo, casi seguro que se decantaría por la primera opción. Sin embargo, en el videojuego todo está dado, se trata de una experiencia diseñada para que la persona usuaria se entretenga, es decir, rellene ese tiempo de vida de un modo superficial; mientras que el palo, al ser un elemento casi totalmente neutro, exige un esfuerzo creativo que a la postre terminará desarrollando necesariamente sus potencialidades. Creo que un mensaje acertado para las familias sería “desconfía de aquellos juguetes que no exigen ningún esfuerzo a tu hijo o hija”. Parece que cada vez hay más actividades que buscan sujetos pasivos frente a otras que exigen su participación activamente. El fútbol siempre ha sido una de ellas, el cine cada vez se acomoda más a esta tendencia, y los videojuegos suponen ir un paso más allá. ¡Qué capacidad de adaptación al mundo real se puede esperar de personas que habrán construido su personalidad en el virtual imponiendo siempre su criterio, a golpe de impulso, sin necesidad de buscar acuerdos nunca con nadie? Nuevamente, el sistema económico neoliberal capitalista ha ido ganando eficiencia en pro de aquellos dos objetivos nombrados.

Ilustración: Elena Morales

Comenzaba con Iker Jiménez y es evidente que él no es consciente de todas las cuestiones aquí planteadas. Como él mismo dice: “lo digo como lo siento”. Como también es evidente que si pensara de otra manera seguramente su programa comenzaría a resultar incómodo para aquellos intereses privados y terminaría cancelándose. Esa es la dictadura del dinero, que acaba imponiendo solo aquello que se alinea con sus preceptos, aquello que es rentable, por encima de todo lo demás, también de la salud, la sostenibilidad, etc.

Pienso que es inaplazable que seamos conscientes de las dimensiones del problema y actuemos al respecto. Por un lado, posponiendo la relación de los niños y las niñas con las nuevas tecnologías (comenzando por controlar también la nuestra como personas adultas); y, por otro, desde el ámbito profesional de la educación, esforzándonos por trabajar conforme a los intereses profundos del alumnado.

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2 COMENTARIOS

  1. Bueno… En realidad, se puede hacer casi cualquier cosa (si partimos de que “es imposible”, estaremos construyendo un muro insalvable). La cuestión es si es adecuado o no. Yo no creo que sea malo que una persona de cierta edad (vamos a decir mayor de edad) consuma alcohol de vez en cuando. Claro, “se supone” que a cierta edad ya podemos ser responsables con respecto a nuestros actos, discernir los pros y los contras de las cosas, etc. Lo que está claro que no parece conveniente es normalizar el consumo del alcohol en niños y niñas de 6 y 7 años, por lo mismo, porque estamos ante sustancias que alteran nuestra percepción y a una corta edad “se supone” que aún no se está preparado/a para gestionarlo. Lo que se plantea en el artículo es que, de igual modo que hoy por hoy no creo que nadie defienda el consumo del alcohol en niños y niñas, llegará el día en que nos demos cuenta de que las nuevas tecnologías también alteran nuestra percepción -produciendo en nuestro sistema nervioso reacciones muy similares, sino idénticas, a las que producen las drogas- y por tanto apliquemos el mismo razonamiento que usamos con estas, la de que es importante posponer su consumo hasta una edad en la que “se supone” que ya existe un punto de vista más global de la realidad y se pueda actuar más libremente.

  2. Totalmente de acuerdo en todo salvo que ya es imposible aplazar la relación con las TICs, parte de la educación debe dirigirse a su buen uso

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