Recientemente la concejalía de Medio Ambiente y Movilidad del Ayuntamiento de Gijón, liderada por Aurelio Martín (IU), presentaba el proyecto de renaturalización para el río Piles, que optará a fondos europeos para su financiación.
Se trata de un proyecto realizado a través de una demanda de colectivos ecologistas y que cuenta con estudios técnicos exhaustivos sobre las actuaciones que hay que acometer. El río Piles ha sido durante décadas un problema medioambiental y de saneamiento para la ciudad, incluso me atrevería a decir que una vergüenza estética desde el punto de vista del peatón o el visitante. La clave es recuperar el río como ecosistema fluvial, y eso se consigue ensanchándolo y tomando algunas medidas drásticas como la supresión del anillo navegable.
Aquí empieza un nuevo capítulo de la elección de la pastilla que queramos tomar en el Matrix de la política gijonesa. Hay quien prefiere tomar la pastilla del Xixón Gris: el mismo Xixón que no quiere un paseo del Muro peatonal, añora las imágenes de ‘Volver a Empezar’ o que nos quiere instaurar al gran Bruce Springsteen casi como patrimonio cultural autóctono. En definitiva, el modelo de ciudad del inmovilismo nostálgico en el que, por si ellos fuera, la calle Corrida seguiría teniendo tráfico o se podría aparcar en la Plaza Mayor.
El proyecto de renaturalización del Piles supone una mejora del espacio urbano desde el punto de vista medioambiental, pero también supone ganar calidad de vida con espacios abiertos para el disfrute de la ciudadanía. Este proyecto de mejora se consolidará en el medio-largo plazo, y su transformación genera algunas tensiones o cambios necesarios como la citada supresión del anillo navegable. El presidente de la entidad privada a la que afecta esta medida afirmó que era incompatible renaturalizar un río en su tramo urbano. Me gustaría entonces que me explicase cómo se ha hecho en Madrid el proceso de renaturalización del Manzanares, galardonado por la FEMP con el Premio de Buenas Prácticas Locales por la Biodiversidad.
No quiero desmerecer a la entidad deportiva, cuya sección de piragüismo es una referencia, pero como ciudadano considero que el beneficio para la ciudad es superior al interés de una sección deportiva con 129 licencias federativas, cuestión que por otra parte, si se dejase de instrumentalizar al calor de la bronca política, tengo la plena convicción que entre la colaboración interadministrativa se buscarían las mayores facilidades y soluciones para que este club siga practicando su deporte en condiciones óptimas.
Xixón es una ciudad que se tiene que transformar, reinventar y adaptar a los cambios, como todas, sin excepción. Estos cambios nos marcan una ciudad para la próxima década más sostenible, más dinámica y con mayor protagonismo para los peatones. Siempre cuesta adaptarse a los cambios, es normal, pero construir ciudad tanto en política como desde la ciudadanía organizada implica avanzar desde la propuesta y el diálogo no desde la negación y la trinchera. Gobernar implica dialogar, adoptar decisiones, hacer mucha pedagogía, aguantar chaparrones y realizar una tarea de comunicación que muchas veces no llegará o no será perfecta.
Lo siento mucho, el Xixón de 2030 no se puede parecer al de 1980 ni al de 2010. Algunos han encontrado en esa falsa nostalgia su justificación para hacer de barricada al avance. Una barricada reaccionaria que esconde un proyecto político vacío, como se demostró en las dos legislaturas de gestión en la que convirtieron a la ciudad en un alma inerte. Frente a esto, algunos optamos por una pastilla verde que reinventa y transforma la ciudad, y pese al ruido, estoy convencido que, quizás con insuficientes réditos electorales, toda la ciudadanía (incluso los de la pastilla gris) disfrutaremos y valoraremos más durante los próximos años.