¿Quo vadis, Duro Felguera?

Sus trabajadores y trabajadoras, como siempre, son las que van a pelear y garantizar el futuro de la empresa, a pesar de sus directivos.

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Damián Manzano
Damián Manzano
Es secretario general de CCOO de Industria de Asturias.

Más de siglo y medio de historia. Crisis, reconversiones, con cambios radicales de lo que empezó siendo una empresa minerometalúrgica que puso los cimientos del desarrollo industrial en Asturias y ha terminado convirtiéndose en una ingeniería referente en España y fuera de ella y ahí sigue: Duro Felguera.

Una historia no solo empresarial y económica, si no social y cultural, que trascendió el territorio que la vió nacer y que sigue formando parte de su nombre. Y eso que hubo un empeño y una inquina  rayana en la paranoia por parte de anteriores direcciones, y concretamente de un presidente del consejo de administración que tanto daño ha hecho a la empresa y sus trabajadores, en borrar incluso esa parte de la historia, convirtiendo las siglas DF en el propio nombre corporativo de la empresa, en lugar del acrónimo de Duro Felguera, que marca identidad por todos los motivos anteriores.

No voy a entrar a glosar en estas líneas lo que ha sido la lucha histórica de los trabajadores y trabajadoras dentro de los diferentes marcos temporales en tan largo recorrido que ha atravesado la empresa, ya que sería literalmente imposible porque sería hacer el recorrido del devenir completo de la historia asturiana y de la clase obrera de nuestra región en los últimos 150 años.

Un recorrido  histórico que ahora escribe otro de sus capítulos, uno seguramente tan trascendental como muchos de los ya vividos, no se puede juzgar si más o menos decisivo, pero en el que de nuevo los trabajadores y trabajadoras de Duro se juegan su razón de ser, que no es ni más ni menos que el mantenimiento de sus puestos de trabajo y el futuro de la propia actividad.

“La multinacional ha puesto encima de la mesa su intención de despedir a 208 de sus trabajadores y trabajadoras en España”

La multinacional ha puesto encima de la mesa su intención de despedir a 208 de sus trabajadores y trabajadoras en España. Y todo eso sumida en un proceso de graves dificultades económicas,  por las que hace poco tiempo ha recibido cuantiosas ayudas públicas por importe de más de 120 millones de euros de los fondos destinados por el Estado español para garantizar la pervivencia de las empresas que se han visto especialmente afectadas por la crisis del COVID 19.

Aportación necesaria, sin duda, pero que parece no tener efectos sobre la corresponsabilidad exigida a las compañías cuando, pese a haberse beneficiado de dineros públicos para mantenerse a flote, pone en la picota cientos de puestos de trabajo como “medida absolutamente necesaria para garantizar su continuidad”.

Por eso tenemos que recordar que Duro Felguera no es una multinacional cuyas cabezas pensantes, cuyo consejo de administración ,se encuentre tras lejanas fronteras.

“Por Duro ha pasado algún Consejero Delegado al que ha habido que echar prácticamente a patadas”

Las cabezas “pensantes” de Duro Felguera estuvieron durante mucho tiempo en Somió, a un tiro de piedra de la actual sede corporativa en el Parque Tecnológico de Gijón.

Las cabezas “pensantes” especialmente durante los 15 o 20 últimos años del Consejo de Administración de Duro Felguera no venían de países exóticos, si no de tierras cercanas, o más bien de moquetas y parquéts de consejos de ministros, parlamentos etc , etc.

Por Duro Felguera, que ha convertido su dirección en una especie de vodevil empresarial al mas puro estilo Arturo Fernández, quizá entendiéndolo como una forma de demostrar su asturianía, ha pasado algún Consejero Delegado al que ha habido que echar prácticamente a patadas  y vaciarle los bolsillos que pretendía llevarse llenos de suculentas indemnizaciones a costa de los trabajadores y las trabajadoras.

Duro Felguera es, insisto, singularmente en estos últimos tiempos, un exponente de una mezcla que está entre lo que podríamos denominar el paletismo empresarial asturiano, su complejo de inferioridad por aquello de ser de provincias y su histórico afán depredador en cuanto a obtención de beneficios para su propio bolsillo sin visión empresarial alguna y, por supuesto, ausencia total de proyecto industrial a futuro, con eso que ahora se llama responsabilidad social corporativa.

Solo así se explica, por ese paletismo empresarial, el afán empleado literalmente a cualquier precio tanto económico como por sus connotaciones sobre la compañía, en eliminar cualquier vestigio de actividad de la tierra que la vio nacer.

Y sólo así se entiende que esa falta de visión empresarial, quizá fruto de sus propios complejos personales, se tradujese en que el seguir manteniendo una parte de la actividad ligada a la fabricación, o sea, los talleres, se percibiese como una especie de demérito, de empresa “antigua”.

Ya se sabe que en esta región hubo un tiempo, sobre todo quizá la segunda mitad de los 90 del pasado siglo y la primera década de este, que lo de andar de funda, casco y botas de seguridad era algo de lo que avergonzarse y no “molaba”.

Instalaciones de Duro Felguera. Foto: Iván G. Fernández

Y como no estaba de moda, obviando que la “moda” era invertir en formación, investigación y desarrollo, lo que había que hacer era librarse de esa actividad dentro de la compañía. Y así se hizo.

Por contra lo que atraía como la llama a la polilla, y la polilla ocupaba la presidencia del consejo de administración, era el ser una empresa de ingeniería a la última, a poder ser cuanto mas “grandona” mejor.

Así se entiende el intento, como ya dije, de borrar hasta del nombre las señas de identidad naturales.

O que se construyese una sede en Madrid a usanza de un faraón cualquiera, porque así era como uno demostraba ser una empresa puntera y referente: con unas oficinas cuanto más grandes mejor y, por supuesto, en la capital del Reino, que el Parque Tecnológico ya se quedaba  muy pequeño para tan vastas pretensiones.

Sólo esta forma acomplejada, pero nunca sin dejar de ejercer la función depredadora de quien la ha dirigido, permite explicar el que se consiguiesen determinados proyectos y obras al precio que fuera, con tal de que el afán megalómano de dicha dirección se viese satisfecho para poder codearse con quienes consideraba sus iguales.

En esto está buen aparte de la explicación de porqué hemos llegado hasta aquí, hasta este momento  histórico (otra vez).

Podrá decirse aquello de que agua pasada no mueve molino, y será verdad, pero conviene recordarlo.

Recordarlo para que sepamos que también se ha llegado aquí, pese a todo, pese a muchos consejeros y muchas direcciones, gracias a un colectivo de personas, del conjunto de quienes son la empresa en realidad: sus trabajadores y trabajadoras.

Duro Felguera solo tiene un producto: saber hacer cosas.

Con las manos y con la cabeza, en los talleres y en las ingenierías.

Ahora, como solución a su actual problema, que es absolutamente innegable y que básicamente se traduce en graves dificultades económicas y ausencia de proyectos y carga de trabajo al volumen estimado necesario por la compañía, se pretende prescindir de 208 de sus activos principales.

Nunca un despido, independientemente del volumen de las personas a las que afecte, puede ser considerado un “mal menor”, como desafortunadamente ya se ha dicho desde algún cargo político.

Por eso hay que exigirle a Duro Felguera que además de insistir machaconamente en la necesidad de la medida como hasta el momento ha venido haciendo, porque a su entender es la única solución para garantizar el futuro del resto de la compañía, ponga encima de la mesa, por supuesto en la que está negociando con sus trabajadores y trabajadoras, cuales son, además de los despidos, el resto de medidas que la van a acompañar para evitar ese “mal mayor”.

Algo que hasta el momento no han hecho de una forma clara.

Y que no pretendan, bajo ningún concepto, trasladar la responsabilidad exclusivamente de la toma de decisiones a su plantilla, pretendiendo además culpabilizarles de lo que pueda suceder en el futuro.

Duro Felguera tiene futuro, son sus personas trabajadoras, como siempre, las que lo van a pelear y garantizar, porque mejor que nadie conocen las dificultades del momento actual.

Pero necesitan saber, con claridad, por donde pasa ese futuro, hacia donde va ahora la compañía y ser tratados, también en este momento tan complejo, con el respeto que se merecen. Es por ello por lo que como siempre, y por desgracia una vez más, van a seguir peleando.

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