Ni ecologismo ni fascismo sino todo lo contrario

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Sindo Rubín
Sindo Rubín
Nació en Chile, hijo de emigrantes asturianos. Estudió economía y trabaja de socorrista. Aficionado a la lectura y a la montaña. Militante de Verdes EQUO desde 2012.

En los últimos tiempos venimos asistiendo a la puesta de largo de la ultraderecha en las acciones de calle. Recogidas de alimentos solo para españoles o acciones directas para responder a necesidades sociales de determinados colectivos nutren la actualidad mediática. Al mismo tiempo, asistimos a la defensa a ultranza de especies y entornos naturales prístinos supuestamente amenazados por la modernidad o la técnica. Podría pensarse que estos ejemplos nada tienen que ver, por estar tan alejados en el tablero político. Pero, como afirman Janet Biehl y Peter Staudenmaier en “Ecofascismo. Lecciones sobre la experiencia alemana”, un análisis de los vínculos entre ecologismo y nazismo, “para bien o para mal, la historia de las ideas a menudo es mucho menos limpia y ordenada de lo que nos gustaría”.

Con bastante frecuencia en los colectivos ecologistas se escucha la afirmación de que “no somos ni de izquierda ni de derecha, sino que vamos hacia delante”, como forma de distanciamiento de la lucha de facciones clásicas de la política. Quien dice esas cosas desconoce el origen de las ideas ecologistas, que está estrechamente ligado a posturas profundamente reaccionarias.

Fue el zoólogo alemán Ernst Haeckel quien en 1867 acuñó el término “ecología” para referirse a las interacciones entre los organismos y el medio ambiente en el que habitan. Haeckel popularizó la teoría evolucionista de Darwin, pero también sostuvo opiniones nacionalistas y antisemitas. De la misma forma, una buena parte de los jerarcas nazis defendieron y aplicaron medidas orientadas a la puesta en práctica de la agricultura orgánica y a minimizar el impacto sobre el entorno natural de la construcción de autopistas, a mayor gloria del Tercer Reich. Como sostienen Biehl y Staudenmaier, “desde sus mismos comienzos, la ecología estuvo vinculada a un marco político intensamente reaccionario”.

Jerarcas nazis defendieron y aplicaron medidas orientadas a la puesta en práctica de la agricultura orgánica

Contra lo que normalmente se piensa, la defensa de la Naturaleza, como el papel, aguanta todas las posturas ideológicas, aunque la derecha se haya dado cuenta solo en fechas recientes de la necesidad de recuperar un espacio propio y que consideran que han cedido a las fuerzas progresistas. Según afirma la investigadora Lise Isabelle Benoist, “la Ecología como tema desafía el eje tradicional izquierda/derecha al proveer una base de diagnóstico común para las críticas al capitalismo desde ambos extremos del espectro político”. No es de extrañar entonces que ideólogos de ultraderecha defiendan postulados supuestamente “izquierdistas” como son el decrecimiento o la renta básica.

Tanto en el terreno de la memoria histórica como en el del compromiso político, se podría aplicar con éxito la conocida frase de que “quien no conoce la Historia está condenado a repetirla”. “Cuando los mismos activistas evitan informarse acerca de esta polémica que forma parte de la historia, están cediendo terreno a los nostálgicos del nazismo y a los portadores de una ecología de derechas supuestamente actualizada.”

Volviendo a España, se podría considerarse que quienes hacemos propuestas de cambio social desde la ecología política jugamos con ventaja respecto a otros países europeos. Aquí la ultraderecha, a pesar de haberse “destapado” solo en fechas recientes, tiene campo suficiente con el problema territorial y con el llamamiento a la Unidad de la Patria y a la defensa del Rey. También en esto somos distintos a otros países europeos, donde la relación entre los conceptos de Sangre y Tierra (“Blut und Boden” en alemán), ligado a la idealización del modo de vida rural desarrollada en el Romanticismo, sentó las bases de la ideología eco-fascista.

Las y los militantes de partidos ecologistas hemos de tener claro que la defensa del medio ambiente, si está desligada de la crítica de las condiciones sociales y económicas que se encuentran en el origen de la crisis ambiental, puede conducir a la adopción de soluciones autoritarias. En palabras de Biehl y Staudenmaier, “como ecologistas sociales, consideramos que las raíces de la crisis ecológica actual se encuentran en una sociedad irracional y no en la composición de los seres humanos; tampoco en una religión determinada, ni en la razón, la ciencia o la tecnología.”.

Y los peligros no son pocos. “El sentido de alienación entre los dejados atrás podría crecer debido a las políticas a favor del clima que pone en riesgo su modo de vida. Enfrentar el cambio climático es de una importancia fundamental, pero si la adaptación y la mitigación que se necesitan poner en práctica no logran incorporar la lucha contra la desigualdad social, la brecha política y social seguramente se incrementará. En ese escenario, nos encontraremos no sólo con enfrentamientos entre formaciones de ultra derecha y jóvenes activistas por el clima, sino de la ultra derecha como un todo contra los Verdes como una línea primaria de división política”.

Pongámonos manos a la obra antes de que sea demasiado tarde. ¡Ecologistas del mundo, uníos!

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